La sudorosa Europa puede matar dos pájaros de una bomba

Las bombas de calor, aptas tanto para calentar como para enfriar estancias, pueden ser clave para la descarbonización

Termómetro en la calle, a 10 de agosto de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España).Eduardo Manzana (Europa Press)

El sofocante verano europeo ha centrado la atención en los edificios. Para responder a las temperaturas de 40 grados centígrados del continente hay que reducir las emisiones de carbono de las calefacciones de gas y, al mismo tiempo, encontrar formas de refrigerar eficazmente residencias y oficinas en una era de ebullición global. Lo que puede resultar menos obvio a primera vista es que las bombas de calor son la mejor manera de hacer ambas cosas.

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El sofocante verano europeo ha centrado la atención en los edificios. Para responder a las temperaturas de 40 grados centígrados del continente hay que reducir las emisiones de carbono de las calefacciones de gas y, al mismo tiempo, encontrar formas de refrigerar eficazmente residencias y oficinas en una era de ebullición global. Lo que puede resultar menos obvio a primera vista es que las bombas de calor son la mejor manera de hacer ambas cosas.

Seguir quemando gas en invierno y utilizando ineficientes aparatos de aire acondicionado en verano es insostenible. Lo primero ayuda a explicar por qué la calefacción y el suministro eléctrico de los edificios suponen 10.000 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono al año, según la Agencia Internacional de la Energía, equivalentes a casi una cuarta parte del total mundial. Según la AIE, la electricidad necesaria para enfriar un planeta más poblado en 2050, durante unos veranos cada vez más calurosos, podría casi triplicarse, hasta alcanzar los 5.800 teravatios/hora. Eso supone el doble de lo que necesita toda la UE hoy, coincidiendo con la subida de la demanda de energía de los vehículos eléctricos.

Como su nombre indica, las bombas de calor son conocidas sobre todo por su capacidad para calentar. Funcionan extrayendo eficazmente del aire o del suelo el calor que hay en el exterior y utilizándolo para calentar un líquido refrigerante especial y convertirlo en gas. Cuando se comprime, se calienta más. Al bombearlo al interior del edificio, eleva la temperatura a un nivel confortable.

La AIE calcula que el uso de bombas de calor podría aumentar el número de hogares que utilizan electricidad sin emisiones de carbono para la calefacción de una quinta parte a la mitad del total en 2050. Ello reduciría considerablemente las emisiones de los edificios. Pero la verdadera fórmula mágica es que las mismas máquinas pueden utilizarse para adaptarse al cambio climático y mitigarlo. Porque una bomba de calor aire-aire es idéntica a un aparato de aire acondicionado convencional, lo que le permite enfriar edificios además de calentarlos. Al enfriar, las bombas aspiran el calor del aire interior y lo liberan al exterior, funcionando como un frigorífico.

El problema es la implantación: para limitar el calentamiento global a 1,5 ºC por encima de la era preindustrial, la instalación mensual de bombas de calor en todo el mundo debería pasar de 1 millón en la actualidad a 14 millones en 2050.

En Europa, solo el 16% de los edificios residenciales utilizan bombas de calor, según un estudio de la Asociación Europea de Bombas de Calor (EHPA por sus siglas en inglés) basado en datos de 21 países (incluidos Reino Unido y Noruega) con 20 millones de bombas de calor instaladas. A pesar del récord de 3 millones de unidades vendidas el año pasado, se necesitan otros 60 millones de aquí a 2030 para cumplir los objetivos de cero emisiones netas del bloque.

Según la EHPA, una bomba de calor es alrededor de un 30% más barata que una caldera de combustibles fósiles a lo largo de su vida útil, y quienes están equipados con ellas han ahorrado 262 teravatios/hora de energía desde 1996. Pero los costes iniciales son mucho más elevados. Por término medio, comprar e instalar una bomba de calor puede costar hasta 13.000 dólares (unos 11.940 euros), frente a los 2.500 dólares (cerca de 2.300 euros) de una caldera de gas. En el caso de las bombas aire-agua avanzadas, que calientan el agua además del espacio, el coste de instalación es aún mayor.

El paso obvio es que los Gobiernos amplíen las subvenciones. Algunos Estados miembros de la UE ya han introducido ayudas y ahorros fiscales para acelerar la transición. Esto, unido a las sofocantes temperaturas, está surtiendo efecto. Las ventas de bombas de calor aumentaron un 35% en Italia el año pasado, lo que lo convierte en el segundo mercado europeo después de Francia, según datos de la EHPA. La demanda en Polonia también creció más del doble.

Sin embargo, las perspectivas no son uniformemente positivas. En Alemania, un proyecto de ley que prohíbe los nuevos sistemas de calefacción de gasóleo y gas a partir de 2024 ha desencadenado un intenso debate sobre la descarbonización, con los críticos argumentando que los costes de inversión para las soluciones respetuosas con el clima, como las bombas de calor, sobrecargarán a propietarios e inquilinos. La feroz reacción a esta decisión, bautizada como martillo térmico, ha sumido al Gobierno de coalición de Olaf Scholz en su peor crisis desde que asumió el poder en 2021.

Mientras tanto, muchos Estados miembros de la UE de Europa central y oriental carecen de peso fiscal para ampliar las subvenciones, por lo que Bruselas necesita encontrar una forma de ampliar conjuntamente las exenciones fiscales para reducir los costes de instalación de las bombas de calor. Otros países, como Gran Bretaña, no van suficientemente lejos. Según la EHPA, Francia instaló más de 621.000 el año pasado, mientras que el Reino Unido solo llegó a 55.000, muy lejos de su objetivo de 600.000 aparatos anuales para 2028.

Otro riesgo es que Europa siga el camino que ya ha recorrido Estados Unidos: una adopción generalizada de aparatos de aire acondicionado baratos, pero ineficientes, que no son bombas de calor. El coste de un aparato de aire acondicionado portátil es de cientos de euros en lugar de miles, pero su consumo de energía es tres veces mayor. Esto se debe a que las bombas de calor generan más aire frío por volumen que la energía que necesitan para funcionar.

Al menos Estados Unidos ha visto el error: en 2020, casi 18 millones de hogares del país estaban equipados con bombas de calor, un 50% más que en 2015, según datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) del Presidente Joe Biden debería hacer que esa cifra aumente significativamente.

Hay que reconocer que los fabricantes de bombas de calor están lidiando con la escasez mundial de chips, el aumento de los costes energéticos y la escasez de mano de obra. Y más bombas de calor no significan necesariamente más fabricantes nacionales europeos. En Alemania, miles de Mittelstand familiares de tamaño medio, como Stiebel Eltron y Viessmann, luchan contra la feroz competencia de empresas como Mitsubishi Electric y Daikin Industries. Estas empresas asiáticas están ganando rápidamente cuota de mercado, aunque sus fábricas europeas al menos emplean a trabajadores locales.

Ninguno de estos escollos debería detener a unos Gobiernos decididos. Las temperaturas seguirán subiendo. Cuanto antes puedan combatirlas los sudorosos europeos con sus bombas, antes se desharán de las calderas de gas, avanzando en la carrera de Europa por cumplir sus objetivos de cero emisiones netas. Cada ola de calor tendrá entonces un lado positivo.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Lucía Manchón Cabrera, es responsabilidad de CincoDías

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