‘¡He olvidado mi contraseña!’: la biometría y ese drama cotidiano

La ineficiencia de las claves clásicas debe dejar paso a una herramienta verdaderamente robusta

Una forma de evitar el problema del olvido de contraseñas es la biometría: la lectura de la huella dactilar o del iris.iStock

La tecnología juega un papel fundamental en nuestras vidas. La seguridad de nuestros datos personales se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos de nosotros. Primero, debemos reconocer que tenemos mil y una claves. Y muchas no las recordamos. De hecho, un estudio de Help Net Security revela que cada persona dispone de más de 20 contraseñas. El 78% olvida al menos una de ellas cada tres meses y el 57% ha tenido que restablecer alguna credencial en cuestión de 90 días.

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La tecnología juega un papel fundamental en nuestras vidas. La seguridad de nuestros datos personales se ha convertido en un dolor de cabeza para muchos de nosotros. Primero, debemos reconocer que tenemos mil y una claves. Y muchas no las recordamos. De hecho, un estudio de Help Net Security revela que cada persona dispone de más de 20 contraseñas. El 78% olvida al menos una de ellas cada tres meses y el 57% ha tenido que restablecer alguna credencial en cuestión de 90 días.

A decir verdad, cada individuo tiene una clave de acceso preferida. Sin embargo, esta no la podemos replicar en todas las plataformas (redes sociales, correo personal y/o profesional, etc.), ya que cada una cuenta con sus propias normas: incluye símbolos, mayúsculas, minúsculas, un número estipulado de caracteres… Cada vez hay más requisitos para establecer nuestra contraseña. De ahí que sea tan común que caigan en el olvido.

Vivimos en un momento en que las personas buscan que la tecnología les solucione sus problemas de una forma segura y ágil, sin atentar contra los derechos de privacidad. La seguridad es, por lo tanto, un desafío constante en la era de la digitalización. En este terreno, la biometría se erige como la principal alternativa que contempla todas estas cuestiones. Por eso, es importante asumir la responsabilidad de proteger la información de todas y cada una de las personas. Y no hay mejor forma de hacerlo que apostar por la adopción de la tecnología biométrica. De hecho, es un proceso que ya está en marcha.

En nuestros teléfonos móviles, por ejemplo. Podemos desbloquearlos con un solo toque, con nuestra mirada o a través de nuestra voz. La biometría representa la manera más natural y única de identificar a las personas. Gracias a la de voz, podemos verificar la identidad real de las personas en escasos tres segundos de voz, en cualquier idioma, sin la necesidad de repetir nada en concreto, con una mayor seguridad y en cualquier canal o plataforma de comunicación, ya sea presencial o remota.

Es decir, pasamos de la presunción (lo que sabes o lo que tienes) a la certeza (lo que eres) a la hora de identificar. Suena mejor, ¿verdad? Utilizar nuestras características biométricas como claves de acceso no silo es más cómodo y sencillo de usar, sino que incrementa la seguridad a todos los niveles y acaba de una vez por todas con la obsolescencia de métodos tradicionales que ya podemos dejar en el cajón de los recuerdos.

En definitiva, al adoptar la biometría estaremos dando un paso de gigante en la protección de los datos y en la lucha contra el fraude. Así, nos aproximamos hacia un futuro donde las contraseñas quedarán en el cajón de los recuerdos, y en el que las características biométricas se consolidarán como las llaves de acceso más seguras y cómodas.

Esta tecnología supone una revolución en los procesos de verificación de identidades en accesos a plataformas, pagos bancarios o call centers, entre otros muchos sectores. Una de las alternativas es la identificación biométrica por voz. De hecho, un sistema de reconocimiento de voz es capaz de facilitar la vida a miles de personas a la hora de cobrar una pensión, desde sus casas y sin la necesidad de desplazarse.

Esto supondrá el fin del uso de las contraseñas y la inclusión en el día a día de una herramienta verdaderamente robusta frente al fraude y la ciberdelincuencia. En este sentido, existen soluciones biométricas preparadas para velar por la privacidad de los usuarios. Al estar basados en un motor de inteligencia artificial automatizado, aseguran una capa extra de seguridad, resistiendo el inevitable paso del tiempo.

¿Apuntarlas en un papel?

Por tanto, ¿qué solemos hacer para tratar de recordarlas y no clicar en He olvidado mi contraseña? Pues bien, no es un secreto si reconocemos que, en más de una ocasión, hemos tenido que apuntar nuestra clave en un papel, en un post-it o en notas del móvil. Otra de las medidas más extendidas –y poco seguras– es usar combinaciones sencillas, lo que pone las cosas demasiado fáciles a los delincuentes. Ahora los métodos de autenticación que solíamos utilizar son más vulnerables que nunca. Y el motivo es muy simple: las técnicas de hacking son cada vez más sofisticadas.

Es evidente que las contraseñas han demostrado su ineficiencia y hoy en día están más expuestas que nunca. Para superar los desafíos actuales, la verificación y autenticación biométrica se postula como la alternativa más fiable a medida que nos aproximamos a un futuro donde la tecnología está a la orden del día. El fin de las claves tradicionales está cerca. Y la era de la biometría ha llegado para quedarse. Es hora de decir adiós al He olvidado mi contraseña.

Mariona Campmany es CMO de Veridas

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