Opinión

Europa puede ser la gran perdedora del duelo entre Washington y Pekín

Alemania y la UE responden a la estrategia estadounidense IRA para resistir a crisis y chantajes geopolíticos y avisan a China

Independence, l´indépendance, Unabhängigkeit. Tras su viaje en febrero a Washington, Bruno Le Maire, ministro francés de Economía, y su colega alemán Robert Habeck han advertido que, ante el rival común chino, la clave es independizarse del coloso asiático, y lo han expresado en los tres idiomas, en inglés, en francés y en alemán, para que nadie dude de cuál debe ser la inmediata estrategia económica de Europa y EE UU. Los dos políticos fueron a América a reclamar que el paquete de subvenciones y subsidios verdes de Joe Biden no perjudicara a Europa. Los investigadores alemanes advierten que Alemania y la UE no deberían subestimar las consecuencias del IRA (la ley de reducción de la inflación estadounidense) y piden a Europa que reaccione con medidas estratégicas. La ley estadounidense financiará, con 369.000 millones de dólares en diez años, la transición verde de la industria que fabrique sus productos en EE UU; lo que perjudicará a los europeos que exporten a EE UU y atraerá la producción y el desarrollo de los consorcios de la UE. El objetivo de Biden es defenderse del rival sistémico pequinés: quiere más Made in USA. Es decir, reducir la dependencia de las importaciones de materias primas procedentes de China y, al mismo tiempo, aumentar la resistencia de la economía estadounidense frente a crisis y chantajes geopolíticos.

Habeck y Le Maire han conseguido que se hable ya de un club de materias primas americano-europeo para reducir la dependencia de los aliados occidentales respecto a China de materias primas consideradas críticas como los son el litio y el silicio, y unirse en el comercio y en la explotación de elementos futuros. También se pretende que las innovaciones verdes se autoricen mutuamente en ambas regiones. Dice el ministro verde Robert Habeck que los estadounidenses, con su inflation reduction act, y los europeos, con su european green deal, quieren lo mismo: protección climática y seguridad económica. Por eso, hay que excluir desventajas competitivas. No obstante, Biden ha insistido en su último discurso sobre el estado de la Unión en el Capitolio de Estados Unidos en que “bajo mi Gobierno, las calles, los puentes y las autopistas se construirán con productos estadounidenses.” Habeck se ha puesto como límite el verano para limar diferencias con América. Le urge porque el modelo de negocio de la industria alemana está bajo presión. Lo dice también el presidente de la industria alemana, Siegfried Russwurm: Europa pierde atractivo sobre todo en sectores que precisan mucha energía como el químico y el del metal. Se teme la inseguridad del suministro de energía y dependencias excesivas.

A Alemania le preocupa mucho el conflicto desatado por el traslado a China y a EE UU de la producción, la investigación y el desarrollo de la industria alemana y teme las consecuencias para el empleo. La economía alemana va a China porque produce allí para poder vender allí. A EE UU va a investigar y a desarrollar. ¿Qué le queda a Alemania?

El mejor ejemplo es la industria del automóvil. VW produce en China para el mercado chino y para adecuar el perfil del producto final al de la demanda asiática. Por su parte, BMW empezó la producción en su tercera fábrica china el pasado verano. Con una inversión de más de 2.000 millones de euros en la planta de Shenyang, el objetivo de BMW es acelerar la fabricación de coches eléctricos y adaptarse flexiblemente a la clientela china. También Daimler se expande en China. El verano pasado empezó la producción de la berlina eléctrica EQE en Pekín. El mercado de automóvil sigue creciendo y los costes de producción allí son mucho más baratos. Desde hace 10 años Daimler fabrica camiones con su socio chino Foton y continúa apostando por el mercado chino, cada vez más interesado en vehículos eficientes desde el punto de vista energético. Por su parte, Siemens es el ejemplo de inversión alemana en EE UU. Donald Trump felicitó a Joe Kaeser (presidente de Siemens entre 2013 y 2021) ante las cámaras de televisión tras el controvertido anuncio en 2018 del directivo de Siemens de invertir en el desarrollo de una nueva generación de turbinas de gas en Charlotte (EE UU). Esta semana el nuevo jefe de Siemens, Roland Busch, ha anunciado que las subvenciones en tecnologías verdes del IRA le permitirán apostar todavía más por EE UU. Busch critica la burocracia y las regulaciones europeas. Y los investigadores del DIW temen que el IRA lleve a muchas más empresas europeas a trasladarse al otro lado del Atlántico.

¿Cuál debe ser la respuesta? La industria verde estadounidense no debe crecer a costa de los competidores europeos. La nueva ley de reducción de la inflación estadounidense podría llevar a una competencia con la UE por las materias primas estratégicas. Kerstin Bernoth y Josefin Meyer, del Instituto de Investigación DIW de Berlín, opinan que la UE no puede subestimar las consecuencias del IRA, cuyo objetivo es producir en EE UU e importar materias primas de países con los que existe ya un acuerdo de libre comercio. Europa debe espabilarse y ratificar acuerdos de importación con países fiables. La Comisión europea propone ampliar el programa Invest EU, que avala al Banco de Inversiones Europeo BEI, para apoyar a los fabricantes verdes. El EIB es ya uno de los bancos más grandes del mundo. Fundado en 1958 pertenece a los 27 Estados miembros y estimula con crédito barato inversiones en infraestructuras y proyectos verdes. También Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, quiere apoyar la inversión industrial con créditos del BEI. Según Werner Hoyer, presidente del banco europeo, su entidad ha dado ya créditos baratos por 72.500 millones de euros. Sobre todo, para proyectos de Italia, España, Francia y Alemania. En Alemania fluyó dinero para parques eólicos, modernización de redes eléctricas, y la construcción de una fábrica de baterías. Entre 2021 y 2030 invertirá un billón de euros en protección climática y medioambiental europea.

Bruselas plantea también desgravaciones fiscales para tecnologías limpias y redirigir una partida de los fondos Next Generation a desgravaciones fiscales para las inversiones estratégicas. Se trata de fabricar en Europa los productos verdes del futuro. La Comisión se propone también agilizar los procesos administrativos para construir fábricas y apostar por la formación de personal especializado. Alemania está de acuerdo, pero pide que se controlen estrechamente las subvenciones de los Gobiernos para evitar que se produzca un conflicto entre consorcios de diferentes países europeos y se trastoque el mercado interior de la UE.

Más Made in USA pasa ahora por impulsar la economía nacional en el sector de las energías renovables y de las tecnologías verdes. Las materias primas estratégicas se importarán de países con los que existe un acuerdo de libre comercio. Aunque la economía estadounidense tendrá problemas a corto plazo para alcanzar esos objetivos, Europa podría salir muy perjudicada. Por ejemplo, si EE UU acapara todas las materias primas críticas procedentes de países aliados. No obstante, no está claro qué va a pasar. El 76% de sus materias primas más importantes proceden de países con lo que no tiene acuerdos. EE UU tiene acuerdos de libre comercio con 20 países en el mundo, pero no con la UE. Y tres de cada cinco países de origen de tecnologías verdes no tienen tratados con EE UU.

Lidia Conde es periodista y analista de economía y política alemana

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