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¿Paridad de dólar y euro? No tan deprisa

La banca de inversión empieza a limitar el recorrido alcista de la divisa de EE UU, espoleada por el ‘Trump trade’

Imagen de una firma de negociación de divisas en Tokio.Kim Kyung-Hoon (REUTERS)

Los astros parecen haberse alineado para proporcionar a analistas y medios financieros una barra libre de titulares digna de un crucero de pocos días, gracias al fenómeno llamado Trump trade y, también, a un entorno económico y de resultados empresariales más favorable de lo que cabía esperar. A ello se une el fenómeno estacional de fin de año: si el mercado suele tener pánico a perderse una fiesta, hacerlo el último día del año (cuando se publican los balances) genera pánico.

Más allá de los máximos de la Bolsa, de la efervescencia de ciertos activos o de la lisérgica combinación de Elon Musk, Donald Trump y memecoins, otro tema del mes es la subida del dólar frente al euro. La lógica ha sido, hasta el momento, sencilla, y la hemos contado con cierta insistencia: con Donald Trump se espera más inflación (por los aranceles, las bajadas de impuestos y las cortapisas a la inmigración) y más déficit, lo que tira al alza de los tipos a largo. En Europa se espera, por el contrario, menos crecimiento ante el riesgo de guerra arancelaria y, también, de inestabilidad política. Sobre todo en Alemania.

El euro se ha movido del 1,093 inmediatamente anterior a los comicios en EE UU al mínimo del 1,05 registrado este miércoles. Un descenso del 4% que no parece gran cosa. Pero el euro, en realidad, empezó a perder pie a medida que las encuestas (y las señales de las apuestas online) fueron enfriando las posibilidades de Harris: desde principios de octubre la caída de la divisa es del 12%. Excluyendo el repunte de la semana previa a las elecciones, el gráfico se asemeja al descenso del Tourmalet.

La fuerza del mercado parece incontenible, y hace que el destino de la economía parezca escrito en piedra. Pero algunos analistas están matizando el recorrido de esta operativa. “Parte de la fortaleza del dólar se debe a una política fiscal estadounidense mucho más laxa que la del resto del G10″, explican desde Bank of America. “Se ha relajado aún más este año, mientras el dólar ha vuelto a su máximo histórico en términos efectivos reales; una política fiscal aún más laxa podría impulsar el la moneda a corto plazo, pero esto no es sostenible a largo”, concluye.

“Los mercados asumen que Trump 2.0 será un reflejo de Trump 1.0, lo que lleva a que se hayan amortizado casi 100 puntos básicos de recortes de la Reserva Federal para el próximo año”, comenta UBS. “Sin embargo, creemos que esperar que Trump 2.0 sea igual que Trump 1.0 es peligroso. El punto de partida es muy diferente al de 2017. La Fed está ahora recortando los tipos (y no subiéndolos), la deuda es el doble de alta y la economía se está ralentizando. Además, el resto del mundo está mejor preparado para hacer frente al aislacionismo estadounidense. Se espera que las políticas propuestas por Trump amplíen los déficits gemelos [comercial y fiscal], socavando el atractivo del dólar a largo plazo”, remacha la entidad.

Más allá de estas consideraciones, si el mercado ya ha asumido la idea del dólar fuerte, las noticias que contradigan esta consideración (como el tímido repunte de Harris) tienen el potencial de provocar una macha atrás de la tendencia. Cuando el Trump trade lo permita, probablemente el mercado volverá a guiarse por los datos macro, y la paridad estará igual de lejos, pero parecerá más difícil de alcanzar.


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