Lealtad, 1

Por dónde se puede romper el amor de Trump y los mercados

Los gigantes de la inversión que atesoran 28 billones de bonos estadounidenses han puesto en el foco los planes fiscales y arancelarios del presidente electo, en un entorno financiero mucho más complejo que 2016

Operadores de la Bolsa de Nueva York, con gorras de apoyo a Donald Trump en la sesión del 6 de noviembre de 2024.Andrew Kelly (REUTERS)

El movimiento tectónico registrado por los mercados tras las elecciones estadounidenses reventó varios contadores Geiger, por más que antes de los comicios la letanía estándar era que los programas electorales no se diferenciaban tanto. En un cuarto de siglo pendiente de los dichosos mercados no recuerdo un abismo como el de anteayer entre Bolsa europea y estadounidense; normalmente cotizan a la par y las discrepancias se deben al cambio horario (cuando sucede algo con uno de los dos parqués cerrados).

Los mercados financieros no tienen criterios políticos o éticos; es tan práctico y utilitarista como una motosierra, y lo demuestra a las claras en sesiones como la del miércoles. La previsión de más aranceles y más riesgo geopolítico castigó a los mercados europeos, y los economistas pronostican más debilidad económica en el continente. El euro cayó el 2%. Y también las divisas de la Europa del Este ante la posibilidad de que Estados Unidos abandone o descapitalice la OTAN, dejando el flanco oriental de Europa expuesto al imperialismo de Vladimir Putin.

No todos los activos de la zona cayeron; subieron, de hecho, los bonos y los activos emitidos por Ucrania. Según la lógica de partes del mercado, con Donald Trump es más probable un final de la guerra y que Ucrania pague sus deudas. No sabemos los planes de Trump, aunque tampoco hace falta ser un erudito en historia para saber que los perdedores de una guerra no tienden a ser buenos pagadores. Pero la cuestión no es que el mercado tenga razón (spoiler, no siempre acierta), sino que sus consideraciones suelen reducirse a una previsión de flujos de caja.

El movimiento de más calado de la sesión de anteayer no es el récord de Wall Street, sino la evolución de los tipos a largo plazo. Estados Unidos tiene ahora mismo peores cifras de cuentas públicas que España, con un déficit del 6,3% y una deuda del 118% del PIB. Donald Trump apuesta por una fuerte bajada del impuesto de sociedades (del 21% al 15%) para fomentar el crecimiento económico. Sube mucho la Bolsa (es inyectar dinero directamente en el beneficio de las empresas), pero también es una medida que genera algo de inflación y bastante déficit público.

No sabemos si se aprobará, ni si Donald Trump sabe quién es Liz Truss. Yo sí, y los operadores del mercado de bonos también. Truss (que se tomaba a sí misma en serio) presentó un borrador de presupuesto para transformar el Reino Unido a partir de rebajas masivas de impuestos a las grandes empresas y las rentas altas, a costa de más deuda.

El mercado no compró la idea, independientemente de su calado ideológico. Ve lo que ve: flujos de caja. Y no le cuadraban las cuentas. El durísimo castigo a la deuda pública británica (agravado por los compromisos de las gestoras de planes de pensiones de prestación definida) obligó a intervenir al Banco de Inglaterra. Truss duró un mes en el cargo.

La magia de Trump ha sido convencer a gran parte de las clases medias y bajas de que sus intereses son los mismos que los de las grandes corporaciones que se disparaban en Wall Street anteayer. Una ventaja cuando se trata de asuntos financieros, pero no una carta blanca. Los gigantes financieros que atesoran 28 billones de deuda en circulación son más difíciles de seducir. Los “bond vigilantes”, como calificó, allá por los años 80, el estratega Ed Yardeni a los inversores con músculo suficiente como para presionar al gobierno de EE UU con la amenaza de una venta masiva. “Es un nuevo día en el mercado de bonos”, dijo Yardeni a Bloomberg, “el mercado está correctamente preocupado por la política fiscal”.

En caso de que Trump concrete el control de las cámaras legislativas, UBS espera un aumento de la deuda pública de 4,4 billones de dólares en 10 años. El organismo presupuestario del Congreso de EE UU baraja una cifra aún mayor, de 7,7 billones. “Nos preocupa que los rendimientos de los bonos puedan aumentar hasta que haya disciplina fiscal o una fuerte desaceleración del crecimiento”, afirma el banco suizo. “Los inversores puede volverse más críticos con la deuda de EE UU”, indica Julius Baer. “Podríamos ver episodios de volatilidad si un mandato republicano se traduce en medidas extremas. Trump ha propuesto no solo prorrogar los recortes fiscales de 2017, sino aumentarlos, lo que podría agravar un déficit federal ya abultado. También imponer aranceles de hasta el 60% a las importaciones, lo que podría avivar la inflación y elevar los rendimientos del Tesoro. Y los mercados que podrían resultar perjudicados por las políticas comerciales, como China, podrían debilitarse”, indica Janus Henderson. A principios de 2025 llegará, como tarde, un primer examen, con la aprobación legislativa del techo de deuda.

Las medidas arancelarias, en caso de llevarse a cabo, aportarán más inflación, que también se refleja en un mercado de bonos donde los inversores exigen tipos de interés más altos. Según UBS, “solo un posible arancel del 60% sobre el 75% de las importaciones chinas aumentaría la inflación entre 35 y 40 puntos básicos, antes de considerar el impacto de una menor inmigración o, a más largo plazo, de un posible cambio del presidente Powell en mayo de 2026″.

Trump ha ganado en buena medida por la inflación. La economía de Estados Unidos marcha bien, pero no conozco a nadie que cuando encuentre trabajo le diga a sus amigos “gracias, chicos, ha sido gracias a los estímulos fiscales combinados con una reforma estructural del mercado de trabajo”. Tampoco conozco a nadie que al salir del supermercado piense no en lo que ha pagado, sino en si los precios suben más deprisa o más despacio. Por eso la tasa de supervivencia de los gobiernos en etapas de inflación es escasa.

No se sorprendan si vuelven a escuchar términos como “burbuja de deuda”. El ciclo económico no es el Trump 1.0. “El ciclo es mucho más tardío, los activos de riesgo están mucho más caros, la inflación no es demasiado alta pero tampoco demasiado baja y la posición fiscal es mucho peor”, insiste UBS. Los mercados no serán los guardarraíles que aplaquen los instintos más bajos de Donald Trump, en particular en asuntos de derechos y libertades o geopolítica. Pero tampoco van a sacrificarse por él, y son los inversores en deuda los que pueden torcer el brazo si ven en riesgo su rendimiento a medio plazo. “The game is the game”, como repiten los protagonistas de la serie de televisión The Wire.


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