¿Por qué me tiene que importar a mí la prima de riesgo?
Por primera vez desde 2007, el mercado pone a Francia a la misma altura que España en términos financieros, una mala noticia para París y una señal positiva sobre la economía doméstica
El ciudadano español medio aprendió lo que era la prima de riesgo como se suelen aprender esos conceptos: a golpes. Allá por 2010 una variable que raramente salía de las páginas salmón pasó a ser conversación de café en la oficina, y después obsesión colectiva. Un miércoles de mayo, con los aviones de toda Europa en tierra a causa de un impronunciable volcán islandés, José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba un severo plan de choque forzado por la presión doble, financiera y política. La prima de riesgo rebajó los sueldos públicos, congeló las pensiones y recortó las ayudas a personas dependientes. Nadie lo sabía aún, pero sería el primero de muchos y la salida de más dos años de travesía del desierto. No son precisas las catástrofes financieras para que la prima de riesgo importe; para economías emergentes el concepto de riesgo país es tan popular como en la eurozona los son los tipos de interés, pues sus efectos son similares, pues es termina marcando el día a día.
Si el tipo de interés del BCE es la referencia del precio del dinero, la prima de un activo de deuda (calculada como el diferencial entre dos tipos de interés) es el rendimiento medio que le exigen a España los inversores para comprar sus bonos más arriesgados; una suerte del tipo de interés adicional. Ahora está en 78 puntos básicos (el bono alemán cotiza al 2,17%, el español al 2,963). En el peor momento de la crisis financiera llegó a 600. Entonces, la prima de riesgo reflejaba la reticencia de los inversores a comprar deuda española, un rechazo que acabó contagiando a toda la economía.
Porque este diferencial acaba repercutiendo en casi todo. Una emisión de una empresa española tiene como referencia la prima de riesgo (en particular si es una empresa pequeña; las grandes operan, casi siembre, en otra división). Si la prima de riesgo es elevada las empresas, directamente, se encuentran con el mercado cerrado. También incide en la financiación de los bancos (tanto si viene del mercado interbancario como de los depósitos, que compiten en interés con las letras) y, por tanto, repercute en el crédito. Además, existe el riesgo de una espiral de desconfianza, como ocurrió en aquellos años y como ocurre con las personas o empresas que se enredan en una espiral de deuda: los elevados intereses elevan la deuda, por lo que cada vez hay que pagar más para que te presten dinero. Y, en el caso de un país, induce una depresión económica que, obviamente, complica más pagar las deudas.
Que España tenga la misma prima de riesgo que Francia es más mala noticia para nuestros queridos vecinos que buena para España. Una prima de riesgo baja no es llamativo, diferente ni, en general, noticia. Como arranca Ana Karenina, todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. El movimiento de la deuda francesa obedece más a las renovadas dudas sobre la capacidad del débil gobierno francés para embridar el déficit público. España, al contrario que Francia, no está sujeta al protocolo de déficit excesivo, y crece más que la zona euro, por lo que preocupa poco al mercado. Y Francia, por su parte, inquieta lo justo; de hecho la deuda italiana (también en protocolo de déficit excesivo) cotiza con una prima de riesgo de 134 puntos sobre la alemana (hace un año estaba en 200). Aun así, Italia ha seguido, a su manera, funcionando.
El mercado de deuda no es algo que haya que perder alegremente de vista, y castiga particularmente los errores no forzados. Ocurrió con España y el Sur de Europa entre 2010 y 2012, cuando una respuesta fallida de las autoridades europeas convirtió una crisis en una depresión. En Reino Unido el Gobierno de Liz Truss cavó su tumba con un plan económico inexplicable. Por suerte, Truss dimitió y, aunque perdió su particular carrera contra la lechuga, los mercados volvieron a la calma. No sabemos qué pasará con Francia; los mercados se cobran su peaje por la inestabilidad política y los desequilbrios financieros. Pero, cuando se dan los dos factores a la vez, la prima de riesgo pasa de ser un precio a una amenaza,