Bienvenido Mr. Neobanco
Las ‘fintech’ han perdido brillo con el proceso de subida de tipos pero siguen teniendo capacidad para poner patas arriba al sector financiero
Casi todas las religiones y mitologías contienen la idea de que cada evento en la naturaleza genera fuerzas opuestas y relacionadas. Los taoístas tenían su yin y yang, y los griegos sus dioses complementarios, como Apolo y Dionisio. Más que la dualidad entre lo bueno y lo malo, lo interesante es entender que ambos son parte del mismo fenómeno. Así hemos de pensar acerca de lo ocurrido en la economía mundial en el último año y medio. La subida de tipos ha llenado los periódicos de titulares sobre cómo el ...
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Casi todas las religiones y mitologías contienen la idea de que cada evento en la naturaleza genera fuerzas opuestas y relacionadas. Los taoístas tenían su yin y yang, y los griegos sus dioses complementarios, como Apolo y Dionisio. Más que la dualidad entre lo bueno y lo malo, lo interesante es entender que ambos son parte del mismo fenómeno. Así hemos de pensar acerca de lo ocurrido en la economía mundial en el último año y medio. La subida de tipos ha llenado los periódicos de titulares sobre cómo el encarecimiento de las hipotecas asfixia a las familias, pero el mismo fenómeno ha traído a otras familias remuneración por su ahorro a través de depósitos, bonos o cuentas remuneradas. Otro ejemplo de impactos opuestos, mucho menos intuitivo, ha ocurrido en la banca. Los tipos altos han traído beneficios récord a los bancos tradicionales mientras que los neobancos –teóricamente similares– y otras fintech cercanas al sector han perdido entre la mitad y tres cuartas partes de su valor.
¿Por qué? El principal motivo es que, a pesar de ser bancos, carecen del elemento que ha permitido a las entidades tradicionales navegar con éxito este periodo: depósitos de clientes. Por primera vez en una década, este año han sido una fuente de ingresos, ya que se han podido aparcar en el banco central o prestar a tipos elevados. Eso ha compensado los menores ingresos en hipotecas, préstamos a familias y empresas, o comisiones. Sin depósitos, los neobancos se han quedado sin flotador al subir la marea.
Además, tenemos la cuestión de la valoración. Como inversión, bancos y neobancos son dos animales opuestos. La banca tradicional es el epítome de lo que se denomina inversión “en valor”: poca deuda, beneficios estables, pero poco crecimiento. Los nuevos bancos digitales son lo contrario: más deuda, alto crecimiento y potencial de enormes ganancias más a futuro que en el corto plazo. Es un “pájaro en mano contra ciento volando” en el que de repente, al subir los tipos, el pájaro en mano es el rey: suben las tasas de descuento y el futuro pierde valor. Como es normal, el dinero ha dejado de llegar con la prodigalidad de antaño. Las fintech europeas han pasado de recibir 8.000 millones de dinero fresco cada trimestre de 2021 a 2.000 en la primera mitad de 2023.
En resumen, ahora cuesta ver gran parte del valor de estas empresas. En este contexto, la capacidad de generar beneficios inmediatamente –algo que no ha quitado nunca el sueño a ningún inversor en tecnología en periodos de exuberancia– se convierte en un criterio crucial para los inversores de fintech hoy. El problema son los beneficios. De los 400 que monitorea la consultora Simon-Kucher, solo nueve neobancos los obtienen. De ellos solo seis crecen. Casi todos los demás se quedan en el enorme grupo de los que crecen rápido, pero pierden dinero. En términos financieros eso quiere decir que alguien está pagando la fiesta. La duda es cuánto tiempo aguantarán los inversores las pérdidas cuando hoy tienen una alternativa libre de riesgo del 4,2% en el bono americano a 10 años.
Entonces, si los neobancos se enfrentan a este contexto, ¿por qué siguen los inversores interesados? Y, ¿por qué están los bancos tradicionales tan preocupados? Lo cierto es que tanto el interés de unos como la preocupación de otros tiene fundamento porque ahora se dan tres circunstancias que, potencialmente, podrían permitir a algunos de estos nuevos bancos poner el mercado patas arriba.
Primero: la demanda está creciendo con fuerza. Economías maduras como la europea no crecen en población, pero sus usuarios se vuelven más “infieles”. La pandemia obligó a muchos a experimentar con la banca digital y a la mayoría le gustó lo que vio. En 2020, el 65% de clientes operaban con un solo banco. Hoy ha caído al 51%. El cliente medio de banca ha pasado de trabajar con 1,4 bancos a 1,7. Que estos usuarios exploren el mercado en busca de mejor servicio es una muy buena noticia para ellos y para los bancos, que se encuentran una oportunidad nueva y única para reinventarse.
Segundo: algunas de estas nuevas entidades han encontrado la fórmula secreta del éxito. En un giro inesperado de guion, digno de un libro de filosofía de aeropuerto, resulta que el secreto para que un neobanco tenga éxito es… convertirse en un banco tradicional. Según Simon-Kucher, las fintech que están consiguiendo entrar en el mercado se caracterizan por generar una parte importante de sus ingresos por préstamos (al menos un tercio), aumentar el número de productos bancarios que ofrecen a sus clientes (nueve, contra una media de seis en aquellas entidades que no despegan) y ser capaces de obtener mayores ingresos por cliente gracias a la venta cruzada de productos (87 dólares por cliente frente a los 67 en los neobancos menos avanzados).
El tercer factor es que hoy, por primera vez en la historia, existen las herramientas para que cualquier negocio se pueda convertir en un banco. Es decir, si alguien tiene una zapatería y decide convertirla en un banco que tenga cuentas corrientes, dé tarjetas de crédito, conceda hipotecas, con una licencia bancaria europea, hoy es posible, hace una década no. Si un neobanco debe transformarse, nunca ha sido tan fácil.
En términos militares, el proceso que estamos viendo sería algo así: un puñado de bancos tradicionales, en una trinchera bien excavada, ven acercarse a 400 enemigos vociferantes. La mayoría están desarmados, pero un par de decenas tienen la energía, un armamento formidable y la capacidad de llegar hasta la trinchera. La inquietud está justificada.
Francisco Quintana, director de estrategia de inversión de ING
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