La influencia de la política en los mercados: el caso de España
La incertidumbre puede provocar que el Ibex 35 tenga un peor comportamiento relativo hasta que se forme Gobierno
Parece claro que, ante la cuestión de en qué medida pueden verse afectados los mercados financieros por temas políticos, la respuesta obvia es que en gran medida. Una vez pasada esta fase evidente, debemos descender al punto esencial de que lo que mueve a los mercados no es tanto la política partidista, aunque tenga su importancia, como la política económica, cuanto más global, más relevante.
En un momento en el que España se debate en un elevado grado de incertidumbre parlamentaria y gubernamental, ...
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Parece claro que, ante la cuestión de en qué medida pueden verse afectados los mercados financieros por temas políticos, la respuesta obvia es que en gran medida. Una vez pasada esta fase evidente, debemos descender al punto esencial de que lo que mueve a los mercados no es tanto la política partidista, aunque tenga su importancia, como la política económica, cuanto más global, más relevante.
En un momento en el que España se debate en un elevado grado de incertidumbre parlamentaria y gubernamental, tras las pasadas elecciones generales, no está de más analizar algunas variables esenciales con respecto a nuestra particular situación política y su influencia sobre Bolsa y bonos.
Lo primero que nos encontramos, aunque no lo primordial para España –como veremos más adelante– es una palabra ya mencionada: incertidumbre. Los mercados llevan muy mal la falta de claridad en cualquier cuestión económica, política o geopolítica. No saber a qué atenerse, no tener una base sólida sobre la que tomar decisiones suele conllevar un sesgo inversor con clara aversión al riesgo, es decir, favorable hacia los activos más seguros –si es que existen tales activos– y menos proclives hacia los de más riesgo implícito, con las Bolsas como paradigma. España no es ajena a esto y, por tanto, mientras se mantenga el actual tono de incertidumbre es previsible que el Ibex registre un comportamiento relativo peor que sus comparables, tanto en las subidas como en las bajadas bursátiles.
En segundo lugar, conviene realizar un ejercicio de humildad y entender que, para los mercados financieros, España es sólo una pieza… y no la más relevante: el crecimiento global, los datos macro en EE UU, los tipos de interés de los bancos centrales, China y la alta geopolítica son los motores que mueven realmente la economía y los mercados mundiales, incluidos los españoles. Nuestro país, como economía abierta y moderna que es, participa activamente de todos estos movimientos, y se ve afectado por los mismos, que podríamos asimilar con las condiciones de la mar.
En tercer lugar, ahora sí, tenemos la gestión económica propia pura y dura. Nuestro barco, siguiendo el ejemplo anterior. Es evidente que, para los mercados no es lo mismo gestionar mejor o peor tu país. Se trata de adaptar las velas de nuestra nave, lo mejor posible, a los vientos que soplan en la economía y mercados mundiales. Dentro de este apartado tenemos tres bloques: por un lado, está la gestión macroeconómica general, es decir, si se favorece más el crecimiento y la inversión frente a una redistribución equitativa, medidas de apoyo a las empresas, impacto de las políticas fiscales, etc. Por otro, están las políticas laborales y de empleo; este tipo de medidas son esenciales para conseguir lo que se conoce como paz social, algo importantísimo en el orden empresarial. Finalmente, tenemos el sesgo político de un gobierno que puede ser determinante para favorecer determinados sectores frente a otros. El ejemplo más inmediato podría ser el sector energético.
Es evidente que la economía, en su propia definición como la ciencia que estudia la gestión de los recursos escasos, impone una serie de restricciones: no hay dinero para todo lo que se querría hacer. Ello exige determinar prioridades, que van a ser diferentes, en función de la coyuntura económica (gobernar en contra de ésta es fracasar de hecho) y de la ideología político-económica del gobierno. Ello deviene en gestionar tus recursos mejor o peor que tus comparables, en un contexto de coyuntura similar para todos. No obstante, en el caso de España, existe una prioridad por encima de cualquier otra cosa. Una prioridad que, de hecho, representa la inmensa ventaja que tiene nuestro país frente a otros muchos. Esta ventaja consiste en pertenecer a un grupo muy selecto. Naturalmente estamos hablando de la Unión Europea.
Y aquí llegamos a la parte primordial a la que hacíamos referencia anteriormente: es absolutamente esencial para nuestro país, para nuestra economía, nuestros mercados y nuestro futuro un alineamiento absoluto, sin fisuras ni ambages, con Europa. Por encima de cualquier coyuntura, por encima de cualquier incertidumbre, por encima de cualquier ideología, España debe ser fiable como socia, cumplidora con las normas y alineada con el conjunto de la Unión. Continuando en términos marinos, se trataría de adaptar nuestra nave y rumbo a la derrota de nuestra armada. Fallar en esto tendría consecuencias sencillamente desastrosas. Y no hablamos de una quiebra del euro. Probablemente ni siquiera de una quiebra del país, dado que es harto difícil que la UE permita llegar al extremo de ver cómo la cuarta economía de la eurozona se desintegra. Pero sí podemos vivir un periodo de extraordinaria tensión económica. Una versión españolizada de la Grecia de Tsipras o la Italia de Salvini.
El canal principal de transmisión es obviamente, la deuda y, para ser más exactos la prima de riesgo: necesitamos que los mercados confíen en España para seguir financiando nuestra economía a precios razonables. En la medida en la que nuestro país sea un socio de la UE cumplidor con las directrices que emanen de Bruselas, en términos de déficit, deuda, parámetros de respeto legal y judicial, etc. podemos inferir que, a las muy malas, con mercados privados muy cerrados, siempre tendremos al BCE como comprador de último recurso de nuestra montaña de bonos –que no podemos sino emitir de manera constante– en eventos como los que hemos visto en el pasado, singularmente la dura crisis de 2008 a 2012 o el impacto del Covid 19 sobre las cuentas públicas. Un enfrentamiento con Europa es inconcebible. La buena noticia es que la sociedad española, en su inmensa mayoría, percibe esta realidad de manera clara, lo que tiene su traslación en el arco parlamentario, de manera mayoritaria. Ése es nuestro seguro, el de nuestra economía y de nuestros mercados y bajo ningún concepto puede ponerse en entredicho. El resto, es gestión… que no es poco.
Pedro del Pozo es director de inversiones de la Mutualidad de la Abogacía
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