La Bolsa británica ya está anestesiada a los avatares de la economía de Reino Unido
El índice Footsie 100 ha sido uno de los mejores en los últimos trimestres a pesar de que Londres está al filo de la recesión
El Brexit ha sacudido los cimientos de las instituciones británicas: cuatro primeros ministros desde 2018, crisis económica, descontento social, intervenciones de emergencia del banco central... Y, sin embargo, la Bolsa de Reino Unido ha aprendido a convivir con estos sobresaltos. El año pasado fue uno de los pocos mercados bursátiles europeos que consiguió acabar en positivo.
El último episodio, el acuerdo entre la Unión Europea y Londres a cuenta de la frontera de Irlanda del Norte, ha sido acogido con displicencia por el mercado inglés. En lo que va de año, el índice bursátil de referencia, el Footsie 100, ha subido casi un 5%.
El FTSE 100 está en máximos históricos a pesar de que la economía británica camina al filo de la recesión. Los últimos datos de crecimiento del sector servicios llaman a la esperanza, pero la crisis energética ha afectado mucho al país, con una inflación desbocada y un sector manufacturero con graves problemas. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional apuntan a una caída del PIB británico del 0,6% en 2023.
La principal explicación para este aparente divorcio entre la economía de Reino Unido y de sus empresas cotizadas es el tipo de compañías. En el FTSE 100 tienen un peso muy importante compañías petroleras, como Shell o BP, que se han beneficiado de las fuertes subidas de los precios del gas y el petróleo. Las acciones de Shell han subido más del 60% desde comienzos de 2022 y las de BP casi un 70%. Ambas han tenido resultados récord.
No son solo las empresas energéticas. En la Bolsa de Londres también tienen una gran presencia las empresas mineras, como BHP, Rio Tinto, Glencore o Anglo American, que tuvieron un excelente ejercicio gracias a las subidas generalizadas de precios de las materias primas.
Alberto Allegrucci, jefe de investigación de FTSE Russell, recuerda que “alrededor del 80% de los ingresos de las compañías que componen el FTSE 100 proceden de fuera del Reino Unido”. Este peso de la economía nacional en las firmas británicas es uno de los menores de Europa, y explica esa aparente divergencia entre ambas variables.
La evolución del gigante bancario HSBC (la tercera empresa más valiosa del índice, con un valor de 122.000 millones de libras) o Unilever (la cuarta, con 107.000 millones de libras) dependen fundamentalmente de la evolución de la economía mundial, no sólo del Reino Unido.
Las esperanzas en la recuperación mundial han aumentado este año, gracias sobre todo a la moderación de los precios al por mayor de la energía. La inflación en las principales economías, incluida la estadounidense, podría haber tocado techo, lo que sugiere que los bancos centrales podrían empezar a suavizar el ritmo de las rápidas subidas de tipos.
Otro factor que ha beneficiado en los últimos trimestre a la renta variable de Reino Unido es que la escasez de compañías tecnológicas. Este tipo de firmas vivieron una década prodigiosa entre 2010 y 2019. También subieron con fuerza cuando el Covid obligó a acelerar la digitalización en todo el mundo. Sin embargo, la inflación y las subidas de tipos no les han sentado bien. Londres, al carecer de este tipo de empresas (como Amazon, Spotify o Tesla) lo ha hecho mejor que los índices comprables.
Además, los inversores han aprendido a convivir con las anomalías cada vez más frecuentes que provienen de Downing Street. Desde el histronismo de Johnson a los planes fiscales disparatados de Liz Truss. La penúltima primera ministra británica trató de colar como sensato unas medidas que implicaban fuertes recortes de impuestos para las grandes fortunas y bajadas impositivas para empresas y familias. Con unas cuentas públicas más que dudosas, los mercados se lo hicieron pagar, provocando un fuerte desplome de la libra esterlina, que acabó de propiciar la caída de Truss y la llegada de Rishi Sunak a Downing Street.
En esa ocasión, las turbulencias también golpearon al mercado de deuda soberana, y el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir hasta en tres ocasiones para que los problemas no acabaran llevándose por delante a varios fondos de pensiones británicos.
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