Se buscan asesores en reestructuraciones… (y personas que expliquen lo que significa)
Los empresarios no visualizan esta oportunidad legal hasta que es tan tarde que solo queda lamentarse por no haberla conocido antes
Las pymes y microempresas se encuentran ante un gran vacío: la ley concursal ofrece opciones para reestructurarse, pero ¿cómo pueden salvar su negocio si ni siquiera saben qué es una reestructuración? La mayoría de estas empresas desconoce que existen alternativas entre “me va bien” y “tengo que cerrar”. Mientras las grandes empresas cuentan con asesoría de primer nivel, las más pequeñas ni siquiera saben que pueden acceder a ella. No solo lo digo yo; magistrados del Tribunal Supremo como Ignacio Sancho Gargallo lo han reiterado en múltiples ocasiones . Es como tener un producto excelente que, por falta de marketing, no llega al público que lo necesita. Una vez conocido, uno se pregunta cómo era posible vivir sin él.
La formación en reestructuración es un proceso bidireccional que va del profesional al cliente y del cliente al profesional. Los empresarios no visualizan esta oportunidad legal hasta que es tan tarde que solo queda lamentarse por no haberla conocido antes. Por otro lado, muchos profesionales desean ampliar su cartera de clientes pero sin salir de su zona de confort. Existe además un estigma asociado al concurso y a la insolvencia que disuade a muchos empresarios de considerar estas herramientas. No se están poniendo en valor, de forma comprensible, los beneficios que una reestructuración bien planteada puede ofrecer, no solo para el empresario, sino también para el empleo y la economía local.
Desde las organizaciones empresariales, los sindicatos y la propia Administración, no se promocionan las ventajas prácticas de la reestructuración. No se trata de planteamientos teóricos, sino de soluciones concretas que pueden hacer atractivas estas herramientas tanto para los empresarios, sus principales destinatarios, como para los profesionales que deben implementarlas y desarrollarlas dándoles visibilidad. Porque aquello que está en la oscuridad no se conoce y, por tanto, no se utiliza.
No se canalizan recursos rápidos y sencillos para que pymes o medianas empresas sepan a dónde y a quién acudir, abandonando a las empresas a su suerte, teniendo que recurrir al boca a boca para encontrar a alguien que las oriente y ayude en sus problemas de reestructuración.
Los planes de reestructuración funcionan: permiten a las empresas continuar su actividad evaluando cuánto pueden pagar y estableciendo un calendario de pagos. La deuda no sostenible suele recibir varios tratamientos entre ellos la quita. Lo ideal es que acreedores y deudores estén en sintonía, alcanzando acuerdos beneficiosos para ambas partes. Sin embargo, la falta de formación también afecta a los profesionales, que, carentes de conocimientos o con una visión limitada al proceso judicial, someten a los clientes a sistemas de ensayo y error. No perciben que el fin de la reestructuración es que todos ganen, ya que una deuda impagada o en litigio no es el objetivo de los acreedores, quienes prefieren recuperar parte de su inversión antes que nada.
Esta visión reduccionista lleva a ver la reestructuración como un proceso con un “ganador” y un “perdedor”, cuando en realidad es una fase más en el desarrollo de la empresa donde quizá haya actores que resulten más perjudicados, pero no todos. Al fin y al cabo, la reestructuración es la antesala de la solidaridad en momentos de pérdida.
Para muchos empresarios de pymes, todo esto puede sonar incomprensible. Aquí radica uno de los principales problemas: la falta de formación y divulgación. Es esencial que las plataformas empresariales, las gestorías y quienes llevan las cuentas de estas miles de empresas conozcan y difundan la existencia de estos mecanismos. La formación y divulgación deben ser una prioridad tanto para empresarios como para profesionales.
No estoy diciendo que todas las empresas deban reestructurarse; algunas no son viables y deben acudir a concurso u otros mecanismos. Sin embargo, muchas veces no saben cómo actuar hasta que es demasiado tarde. Además, existe el miedo a dar el paso y enfrentar una situación difícil. Aquí es donde los formadores deben desempeñar una labor casi terapéutica, mostrando que es mejor actuar ahora si prevén problemas en dos años, que esperar hasta el último día, cuando la única opción es la liquidación.
Con una pequeña inversión en formación, miles de empresas podrían reflotar. En casos más complejos, será inevitable acudir a asesoramientos especializados, pero con ello se logrará salvar una parte importante del tejido empresarial del país: nuestras pymes y microempresas.
Formar y asesorar no debería ser un lujo, sino una necesidad al alcance de todas nuestras empresas para darles el futuro que merecen.