Ignacio Díez-Picazo: “Hay que regular los fondos de litigación a la vez que las acciones colectivas”
El presidente del Club Español de Litigación de los Negocios adelanta los temas más candentes del primer congreso de la asociación, que tendrá lugar el próximo 10 de octubre en Madrid
Ignacio Díez-Picazo es un jurista de raza. Su padre, Luis Díez-Picazo y Ponce de León, una eminencia del derecho civil, fundó el despacho que ahora dirige. Catedrático de derecho procesal de la Universidad Complutense de Madrid, miembro excedente del cuerpo de letrados del Tribunal Constitucional, Díez-Picazo es uno de los abogados más reconocidos en litigios civiles y mercantiles. Hace un año, recogió el guante de presidir el primer club de litigadores en España.
Para celebrar su aniversario, el Club Español de Litigación de los Negocios (CEL) ha organizado su primer congreso, que tendrá lugar en Madrid el próximo 10 de octubre. Bajo el lema Presente y futuro de la litigación de los negocios, cerca de 300 profesionales debatirán sobre los grandes retos de la justicia civil y penal. Entre los ponentes figuras como José María Alonso, presidente de CIAM-CIAR (Centro Internacional de Arbitraje de Madrid - Centro iberoamericano de Arbitraje), o el magistrado del Tribunal Constitucional José María Macías Castaño.
La temática del congreso es amplia, pero entre las grandes cuestiones candentes “seguro que estará la regulación de las acciones de representación”, adelanta Díez-Picazo en esta entrevista a CincoDías. Este es el término que usa el anteproyecto de ley para vehiculizar los conocidos como pleitos masa después de que centenares de miles de asuntos de consumo de pequeña cuantía hayan llegado a desestabilizar el sistema. “Hay que buscar soluciones”, urge, “estas acciones deberían estar siendo tramitadas de manera colectiva o cuanto menos acumulada”, expone. “No se trata de dejar tranquilas a las empresas”, subraya, sino de buscar una vía adecuada para las reclamaciones.
Pleitos masa
El abogado lamenta que no se haya planteado la regulación paralela de la financiación de litigios, otro de los grandes retos del país. Díez-Picazo advierte del peligro de que, una vez en marcha las acciones de representación, los fondos se muevan en un mercado no regulado. “Los fondos de litigación han despegado en Inglaterra porque se daban todas las condiciones institucionales; ahí tienes fondos de todos los colores, para grandes temas de cárteles o para financiar a la gente de clase media, por lo que también cumplen una función social”, expone.
En España hay que trasponer la directiva sobre financiación, recuerda, y pensar el modelo. “Si no lo hacemos bien, probablemente los asuntos más importantes se vayan a otros lugares. Esto está pasando ya: hay un mercado de sistemas de justicia”. Díez-Picazo apunta que deben regularse aspectos como la información, los conflictos y la transparencia, “pero no tiene sentido ponerle límite a la rentabilidad”, defiende. Una línea roja es que el abogado debe ser independiente. “No es el abogado del fondo”, subraya.
Diversidad
El origen del Club Español de Litigación de los Negocios fue crear una comunidad para conocerse, compartir inquietudes y ser un “lobby de trinchera”. Los primeros pasos los han dado “muchos abogados con gran esfuerzo, en particular, de los integrantes de sus órganos de dirección”. El club “nació de abogados jóvenes en contacto con grandes despachos”, cuenta Díez-Picazo. Además de departir en distintos encuentros con figuras como Manuel Marchena, Eduardo Torres-Dulce y Fernando Panteleón, nada mejor para hacer piña que la “cena a ciegas” de litigadores celebrada en julio. Actualmente, los menores de 35 años representan el 40% de los 515 miembros del club y tienen su propia sección. La diversidad ha sido una premisa desde el inicio, así que la junta directiva cumple con la ley de paridad. “Tenemos una directora del club”, apunta.
El techo de cristal en la abogacía es una realidad que incomoda. “Espero que en diez o quince años se acorte la distancia que hay entre el mundo público y el privado”. En las universidades, apunta, ya no es un problema. Díez-Picazo lo tiene claro: “tan bueno es un litigador masculino como femenino”, enfatiza. El letrado desmonta el tópico de que los abogados se llevan su rivalidad fuera de las paredes de los juzgados. “La gente tiene muy claro que los clientes pasan, los compañeros permanecen”. En el club, dice, hay ganas de compartir, de poner en común y de tratarse como colegas.
La experiencia es un grado, y Díez-Picazo cuenta con un bagaje que le permite tener una visión global del mundo de la justicia, también de futuro. Como catedrático en contacto continuo con la nueva generación de futuros letrados, cree que uno de los principales retos de los despachos es reclutar talento. Cada vez hay menos aspirantes. Otro de los grandes desafíos es la transformación que sufrirán los bufetes con la integración de la inteligencia artificial como nuevo factor de competitividad. “Va a haber un cambio absoluto”, vaticina. La estandarización de ciertas tareas hará que los despachos se replanteen “dónde está el valor añadido del asesoramiento”. El acceso a la información ahora es automático, señala, por lo que “como elemento de elitismo ha muerto”.
No obstante, defiende, “sigue siendo muy importante adquirir una sabiduría jurídica sobre la base del ordenamiento”. Y es que para ser un buen litigador, opina, el abogado debe tener “una base jurídica muy considerable, además de capacidad de análisis, síntesis y concisión”. En frente siempre hay una gran empresa, un cliente muy sofisticado. La aptitud negociadora, por tanto, también es clave. Díez-Picazo es de los que cree en el dicho “más vale un mal acuerdo que un buen juicio”.
Retos de la justicia
Ignacio Díez-Picazo proviene de una saga de grandes juristas. Su hermano, Luis María, es magistrado en el Tribunal Supremo. La escuela del hogar le ha dotado de valores “férreos y sin aristas” y de “cultura jurídica”. “Al final es un agregado de conversaciones, charlas, análisis y todo ese tipo de cosas…”. En su carrera, cuenta, siempre ha puesto cara y corazón a las empresas a las que ha defendido. “Hay que pensar que, si ayudas a que se lleve diez millones a la cuenta de resultados, ahí puede estar el fondo de pensiones”.
Si se le pregunta sobre si la ratio de litigiosidad en España es un factor clave en la lentitud de la justicia, Díez-Picazo muestra cautela. Y es que, cree que, además de que faltan jueces, a la justicia “hay que medirla en términos de acceso, coste, duración y calidad”. Partidario del debate, piensa que hay teclas que se pueden tocar para conseguir respuestas más satisfactorias. “Tenemos juristas de primera división”, reivindica, “podríamos estar en la Champions”.
En todo caso, remata, “la justicia no está para repartir tartas entre los abogados, sino para resolver las reclamaciones de ciudadanos y empresas”.