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En colaboración conLa Ley
Oficio y vocación

Abogados que aún sueñan con ser estrellas del rock

Seis letrados cuentan cómo el arte cambió sus vidas y su forma de ejercer la abogacía

Getty Images

Es común escuchar que la abogacía es un oficio que requiere entrega en cuerpo y alma. Ciertamente, las altas dosis de trabajo, la eterna disponibilidad para el cliente y los desgastadores niveles de estrés obligan a muchos letrados a dejar en el cajón sueños como ser actor, tener un grupo de rock o llegar a publicar un libro algún día. Sobre cómo casar la vocación de ser abogado con algo tan lejano –en apariencia– como el arte hablan Ana Gómez, exbailarina, socia de laboral de Ceca Magán y presidenta de Asnala (Asociación Nacional de Abogados Laboralistas); Borja López, fotógrafo y socio en Ambar; Violeta Arnaiz, escritora y directora del área de TMT, Propiedad Intelectual y Software en Pons IP; Montserrat Cayuela, pintora y abogada en Auren; María José Gómez (María Göher), directora del grupo de teatro Telón de Oficio del ICAM y letrada de oficio, y Alejandro Ruiz de Pedro, músico y abogado.

Muchos de ellos han logrado seguir la estela de su musa para compaginar arte y oficio. Y es que la toga, cuenta Borja, le aporta una estabilidad económica que le permite aupar sus proyectos fotográficos con libertad y “sin pensar en la salida comercial”. Montserrat considera que pintar le aporta un equilibrio especial: “En la abogacía utilizo el lado izquierdo del cerebro –el racional, el lógico– y con la pintura activo la parte derecha –la creativa, la artista–”.

Las artes escénicas son una buena base para un letrado, opinan tanto Alejandro como María José. Ella tiene claro que la oratoria y la interpretación comparten las mismas técnicas. “No hay que olvidar que una sala de vistas es un escenario donde todos interpretamos un rol y debemos defender nuestra postura como se defiende un personaje”, cuenta. Alejandro está “muy agradecido” a su formación en música y en teatro o musicales. “Dan unas tablas que luego podemos usar en la oratoria jurídica o, como fue en mi caso, también en la política”, subraya.

Sin embargo, combinar disciplinas no siempre es posible. A los 18 años, Ana aparcó años de ballet para ser abogada. Aunque ser artista ha definido la profesional que hoy es. “Me ha aportado serenidad, gran concentración y una disciplina férrea”.

Antiestrés

Dedicar tiempo a cualquier expresión artística conlleva horas de esfuerzo, concentración y diálogo interior. Un tiempo que, casi siempre, merece la pena. Sobre todo, cuando culmina el proceso creativo. La abogacía es también una profesión muy sacrificada, pero los letrados entrevistados sienten que el arte les ayuda a mantener la mente despejada y fuera del estrés de plazos y demandas. Oxígeno puro. Así lo define Violeta: “Cuando tienes una mente creativa, pero trabajas en algo técnico, cualquier vía de escape de esa realidad es oxígeno puro”. Y es que, señala María José, una “actividad placentera siempre ayuda a mantener el equilibrio en cualquier profesión”. Pese a que a veces sea difícil compaginarlo todo, al final “es cuestión de organización”.

Es una necesidad, expresa Borja. El letrado tiene claro que la fotografía le aporta una “vía de escape para poder estar siempre con las pilas cargadas”. Pese haber dejado el ballet, Ana agrega que la danza clásica "como ejercicio físico y mental de alta exigencia es, sin duda, el mejor antídoto para el estrés natural que genera de por sí la abogacía".

Por su parte, Montserrat reconoce que “pintar no suele causar el relax que la gente se imagina”, aunque “es verdad que, una vez finalizada la obra, me quedo en paz”.

“El ballet me enseñó realmente la disciplina, la tenacidad y el coraje”

“Me hubiera gustado bailar en el Royal Ballet de Londres junto a Tamara Rojo”. Hasta hace poco los compañeros de Ana Gómez, socia de laboral en Ceca Magán Abogados, desconocían que estudió ballet clásico, especialidad de la que sigue enamorada. “Me enseñó realmente la disciplina, la tenacidad y el coraje”. Empezó a los seis años en la academia de la famosa Valentina Kashuba. “Mis recuerdos de esa etapa vital son fogonazos de las clases y los ensayos para poder sacar los exámenes del conservatorio”. Era feliz en esa “gran familia”, con Ricardo, su profesor, y el grupo de compañeras con las que creció bailando. Tuvo que dejarlo a los 18. Fue algo doloroso, pero “era consciente de que la profesión de bailarina era demasiado sacrificada”. La danza solo le ha aportado ventajas, “serenidad y una gran concentración”. “Ahora, con perspectiva, no me arrepiento, porque me he sentido realizada con la abogacía igualmente”.

“La abogacía me permite ser el fotógrafo que quiero ser”

En la cabeza de Borja López algo hizo clic. Fue un día en la oficina. “Miré hacia atrás y hacia mi futuro y pensé: ¿qué quiero hacer con mi vida? Estaba muy contento como abogado, pero me di cuenta de que le estaba robando mi tiempo a cosas que me hacían verdaderamente feliz”. Desde entonces la fotografía entró como un ciclón en su rutina y ahora es “imprescindible”. La abogacía, dice, le permite ser el fotógrafo que siempre quiso ser. En Ambar nunca tuvo problemas por poner cuerpo y alma en su verdadera pasión cuando no lleva la toga, pero en otros sitios no ha sido así. “Apoyan y respetan mi faceta de fotógrafo sin que entiendan, como he visto alguna vez, que pueda impedir ejercer la abogacía al más alto nivel de compromiso y dedicación”. Su nombre artístico es Juergen Lawyer, porque en “una época me gustó mucho el trabajo de un fotógrafo que se llama Juergen Teller”.

“De pequeña ya inventaba cuentos para leérselos a mis padres”

Violeta Arnaiz es abogada y escritora. Comenzó publicando historietas en revistas locales. Su madre fue el referente que la llevó a entregarse al placer de la letra: “Ha escrito toda la vida y tiene varios libros publicados, lo que quizá influyó en que lo viera como algo tan natural”. De pequeña inventaba cuentos para leérselos a sus padres y hoy compagina su carrera como experta en propiedad intelectual con la publicación de su primer libro para niños, una obra inspirada en historias que inventa su hija. Publicar este libro la ha ayudado a derribar prejuicios. “En el mundo jurídico este tipo de habilidades creativas no son especialmente premiadas”, puede que por temor “a ser visto como una debilidad”. “Ha sido sorprendente descubrir que quizá esos miedos, estaban más en mi cabeza que en la realidad; de mis compañeros no he recibido más que apoyo”.

Isabel Lucendo

“Pintar es una forma de poner voz a estados emocionales y vivencias”

Montse Cayuela agarró los pinceles hace 24 años y desde entonces no los ha soltado. Aunque expresar cosas con dibujos siempre fue un pasatiempo. “De niña me gustaba dibujar mundos imaginarios llenos de color”. De adulta, una necesidad interior le hizo refugiarse en el lienzo para plasmar ciertos estados que entonces atravesaba. Fruto de esta reordenación interior nació su primera exposición. “Fue una auténtica fiesta en el inicio de una etapa de mi vida”. En su blog, Cayuela enseña sus óleos, sus acrílicos y sus acuarelas (también algo de poesía). En su creación predominan los relieves, los colores vivos, los soles, las lunas... “Hasta ahora mi obra me define. Es una forma de poner voz a estados emocionales y vivenciales con mucho color. Soy una persona sensible y profunda, con un mundo interior muy extenso”.

Las suplicantes, de Esquilo. Corral de las comedias de Alcalá de Henares.
Las suplicantes, de Esquilo. Corral de las comedias de Alcalá de Henares.Ricardo Espinosa Abeas

“El teatro debería ser materia obligatoria en los planes de estudio”

María José Gómez es abogada de oficio y, desde 2019, directora del grupo de teatro del Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM). Un puesto para el que fue elegida por su experiencia profesional en el mundo de las artes escénicas. Fue tocada por las musas de la actuación de niña: “Bailar, cantar y realizar pequeñas piezas o performance en familia era habitual”. De las funciones del colegio al grupo del instituto, donde descubrió un “proyecto colaborativo en el que cada uno aporta todo lo que tiene; me quedé enganchada”. Quizá por sentir su vocación como “orgánica” nunca se planteó vivir de la escena. Sin referentes familiares, “la inercia me llevó a buscar en la universidad y en el emprendimiento un futuro”. Hoy compagina interpretación y clientes. María Göher, su nombre artístico, admira a Nuria Esper, Lola Herrera, José Sacristán, Juan Diego, Blanca Portillo o Israel Errejalde: "son dioses del Olimpo". No todo son luces y alfombras rojas. Detrás de cada interpretación, hay mucho trabajo y sacrificio, pero María no cambia su vocación por nada del mundo. El teatro permite “buscar una forma de estar en el mundo; debería ser materia obligatoria en los planes de estudio”.

“La música aporta tablas que son fundamentales para la abogacía”

Alejandro Ruiz de Pedro es un abogado que canta, o un músico que ejerce la abogacía. Tuvo que elegir. “Con mis queridos Jon y Raúl montamos Con Los Ojos Cerrados. Un productor nos quiso lanzar un disco, pero había que irse a Buenos Aires unos años. Nunca hemos hablado si nos arrepentimos o no, pero los tres somos moderadamente felices”. Empezó a cantar y a tocar la guitarra en los salesianos de Guadalajara y se formó en el conservatorio provincial. “Es lo mejor para conseguir técnica, pero luego, lo que más enseña es la calle, los bolos, la BBC, componer, equivocarte, los compañeros…”. La música “aporta tablas que son fundamentales para el ejercicio de la abogacía”. Tras su paso por la política (fue presidente del grupo de Ciudadanos en las Cortes de Castilla-La Mancha), “es lo que más echo de menos, pero tengo alguna cosilla en mente”.

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