Gregorio Marañón: “El reto es consolidar el modelo del Teatro Real, único en Europa”

En la actualidad está considerado uno de los mejores teatros de ópera europeos

Gregorio Marañón, presidente del Patronato del Teatro Real y de la Fundación Ortega-Marañón.Pablo Monge

La trayectoria profesional de Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Madrid, 1942) es tan extensa que se necesitaría buena parte de esta doble página para recogerla. Se puede sintetizar diciendo que es una de las figuras destacadas en el mundo empresarial y cultural de España desde la Transición. Abogado de formación, fue nombrado en 2007 primer presidente independiente del Teatro Real, puesto que aún ocupa.

Pregunta: ¿De qué decisión se siente más orgulloso de entre las que ha tomado desde que está al frente del Teatro Real?

Respuesta: Posiblemente de la primera que tomé, proponiendo al patronato un nuevo proyecto institucional que permitió al Teatro Real salir de la irrelevancia en la que había caído, tras 75 años de cierre y una década de inestabilidad en la que hubo seis presidentes –los seis ministros de Cultura, tres del PP y tres del PSOE– cada uno con su propio equipo gestor. El nuevo modelo comportaba la incorporación de la sociedad civil y una gestión profesional, autónoma y estable. Hoy, el Teatro Real está reconocido como la primera institución de las artes escénicas y musicales de España y uno de los mejores teatros de ópera europeos. También me siento orgulloso de dos fichajes que han sido decisivos, el de Ignacio García-Belenguer, como director general, y el de Joan Matabosch, como director artístico.

P: ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta una institución como el Teatro Real en los próximos cinco años?

R: Respondo desde el pasado. Mi mandato empezó en enero de 2008, y uno de los primeros retos fue de carácter económico. Estábamos en el inicio de una grave crisis que conllevó una bajada del 50% de las subvenciones públicas. El nuevo proyecto institucional del Teatro Real promovió la incorporación de la sociedad civil a una fundación pública, y, por ello, pudimos hacer frente a la pérdida de subvenciones sin recurrir al endeudamiento ni reducir la actividad artística. Actualmente, el 50% del presupuesto del Teatro Real se financia con los ingresos propios, un 25% con las subvenciones públicas y el otro 25% corresponde al patrocinio privado. El principal reto de hoy consiste en consolidar este modelo que es único en Europa, donde los teatros de ópera funcionan con subvenciones públicas que oscilan entre el 50% y el 90% del presupuesto. A esto añado el cumplimiento de los objetivos del plan estratégico como son la sostenibilidad, la transformación tecnológica, digital y audiovisual, la expansión internacional y la atención al público joven.

P: Hablando de los jóvenes, ¿cómo se consigue que se acerquen a la ópera, la danza o la música clásica y no consideren que es algo de personas de más edad?

R: Ante todo, deberían recibir una adecuada formación cultural que incluya también la ópera como un arte musical, lírico y dramatúrgico. Y, luego, tenemos que facilitarles el acceso incentivándoles con la oferta de entradas de precio reducido e invitaciones a algunos ensayos.

P: ¿Hay sobre la ópera un prejuicio elitista que la asocia con una diversión de ricos y la aleja de gran parte de la sociedad española?

R: Ciertamente hay un estereotipo que asocia la ópera a una determinada clase social, y los teatros de ópera tenemos que combatirlo, pues no es cierto. Es más un prejuicio sociológico que una realidad. De hecho, las entradas de partidos de fútbol de clubes relevantes y de muchos conciertos de música pop son más caras que las entradas de ópera, y nadie considera elitistas esos espectáculos. Afortunadamente, esta visión se va diluyendo.

P: ¿Lo más difícil de estar al frente del Teatro Real es lidiar con el carácter de los artistas o es un mito más que se ha extendido sobre este sector?

R: Hoy los artistas de ópera ya no son esos divos legendarios que cantaban mirando al público, sino unos excelentes artistas que al cantar interpretan teatralmente sus correspondientes papeles con una gran profesionalidad. En cuanto al papel del presidente, es parecido al que se ejerce desde la presidencia no ejecutiva de una empresa relevante.

P: ¿Hace falta en España una mayor cultura del mecenazgo y la filantropía? ¿Por qué cree que los mecenas y filántropos en muchos casos apenas dan a conocer sus obras?

R: La cultura del mecenazgo implica una tradición que en España es relativamente moderna, y se asocia con un país desarrollado. Se requieren unos incentivos fiscales, que en España aún no existen como en otros países, pues la Ley de Mecenazgo sigue sin aprobarse [se aprobó en el Congreso, pero no en el Senado al disolverse las Cámaras por la convocatoria electoral]. Con todo, el Teatro Real tiene un modelo único como ópera pública. Contamos con el apoyo de más de 100 empresas, una fundación de amigos, un consejo internacional de patrocinadores, y otro consejo que reúne a los patrocinadores personales nacionales. Todos ellos no solo contribuyen con sus aportaciones económicas, sino también con su conocimiento y experiencia.

P: Cuando se celebró en Madrid la cumbre de la OTAN, los dirigentes mundiales quedaron maravillados con el Museo del Prado y sus parejas visitaron el Teatro Real, entre otros lugares. ¿Tiene que potenciar más España el patrimonio cultural que tiene?

R: La actividad cultural en España contribuye al PIB nacional con más del 3%, y su patrimonio –museos, ciudades y paisajes– se conoce cada vez mejor, nacional e internacionalmente. Aquí es de destacar la reciente inauguración de la Galería de las Colecciones Reales, de Patrimonio Nacional, que será uno de los principales museos de Madrid. En cuanto al Teatro Real, comento un dato relevante: la actividad del Teatro Real reporta ingresos a la Administración pública superiores a las subvenciones que recibe.

P: ¿Qué planes tiene para la Fundación Ortega-Marañón?

R: La fundación cuenta con el primer instituto universitario que se aprobó en nuestro país, en el que hoy cursan sus estudios de posgrado más de 500 alumnos. A ello se añade el carácter que tiene la fundación como centro cultural. Acabamos de finalizar la rehabilitación de nuestra sede, y ahí vamos a promover un espacio cultural que sea un lugar de encuentro, de diálogo y de entendimiento, valores tan necesarios en la sociedad de hoy. Como un ejemplo, cito el Seminario sobre Polarización, que dirige Fernando Vallespín. Y, por supuesto, continuaremos acercando el pensamiento y a la obra de nuestros dos titulares a las nuevas generaciones.

P: Usted tiene un amplio bagaje y conocimiento del mundo empresarial. Ahora preside Logista, compañía puntera en uno de los sectores estratégicos en estos momentos. ¿Hacia dónde va Logista? ¿Qué otras actividades económicas cree que pueden despegar en los próximos años?

R: Logista, desde su origen, tiene un extraordinario posicionamiento como compañía de distribución en España, Italia, Francia y Portugal, y está expandiéndose por otros países europeos. Su actividad principal está vinculada históricamente a la distribución del tabaco, pero su objetivo estratégico es incorporar otros sectores que vayan disminuyendo el peso del tabaco en su actividad. De hecho, hoy, el segundo negocio de Logista proviene del sector farmacéutico, y también tiene una creciente actividad su paquetería y mensajería. Mediante una política de adquisiciones, está incorporando además otros negocios de distribución.

P: Dentro de pocos días se van a celebrar elecciones generales. ¿Qué puede aportar la sociedad civil al actual debate político en España?

R: Desde la sociedad civil debemos reclamar, una y otra vez, a los principales partidos el consenso necesario para abordar las cuestiones de Estado que lo precisan, como son las reformas de la justicia, la sanidad pública y la educación. No es posible que nuestras leyes educativas se modifiquen cada cuatro años en función de los cambios de Gobierno. Tampoco, en el ámbito de la sanidad pública, son aceptables las listas de espera existentes, y la lentitud de la justicia constituye una profunda injusticia por sí misma. Y a ello habría que añadir todo lo referente a la vertebración territorial de nuestro Estado, y la gestión de la crisis económica.

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