La fiebre por las ‘stablecoins’ enciende las alarmas de las máximas autoridades monetarias
Aluvión de alertas sobre el impacto de estos activos en la estabilidad de los depósitos, del mercado de bonos y del sistema monetario
El futuro del dinero, la revolución de los pagos, un puente entre las finanzas tradicionales y el universo de los activos digitales... En los últimos tiempos las stablecoins, monedas digitales privadas respaldadas por una divisa real (dólares, principalmente, o euros) cuyo valor replican se han convertido en omnipresentes en el mundo financiero. Monopolizan las conversaciones en la industria cripto y también el debate tecnológico en los bancos, muchos de los cuales tienen ya proyectos (conjuntos o en solitario) para lanzar estos tokens. Esta interconexión entre estos dos mundos preocupa cada vez más a las máximas autoridades monetarias y a los reguladores, que en las últimas semanas han emitido una cascada de advertencias destacando el riesgo de estos activos para la estabilidad financiera, la solidez del sector bancario y la eficacia de la política monetaria de los bancos centrales.
El crecimiento del mercado ha sido exponencial. Pasó de unos 2.500 millones de euros en 2019 a superar los 250.000 millones, impulsado principalmente por USDT, emitida por Tether, y USDC, de Circle, ambas vinculadas al dólar, como el 99% de estos activos. Con la nueva regulación sobre monedas estables aprobada en EE UU se espera una avalancha: el comité Asesor del Tesoro de EE UU estima de aquí a 2028 un aumento de ocho veces en la capitalización de este mercado, hasta los 1,7 billones de euros, un incremento de unos 430.000 millones anuales.
Un peso que las autoridades ya no pueden ignorar. En el último informe de estabilidad financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado la pasada semana, el organismo dedica un apartado específico a todos los riesgos que conllevan. Entre ellos, la dolarización de las economías que adoptan estos activos. “El fácil acceso a stablecoins denominadas en dólares genera preocupaciones sobre sustitución de moneda”, advierten. Una eventualidad de la que ya ha alertado también el Banco Central Europeo, alegando que en una situación de estrés financiero los usuarios podrían mover sus ahorros de los depósitos a las monedas estables, denominadas en dólares, provocando una sustitución de la divisa. Un riesgo bajo en la eurozona, según los expertos consultados, pero más urgente en economías más débiles.
Este escenario encadenaría peligros aún mayores: al perder parte del control sobre la base monetaria, los bancos centrales temen perder su capacidad de fijar la política monetaria, especialmente en jurisdicciones con fundamentos macroeconómicos débiles. “Si empresas y hogares mueven saldos relevantes hacia stablecoins (sobre todo en dólares) podrían caer los depósitos en moneda local y, a su vez, se podría dar una menor financiación bancaria. Por ende, los tipos oficiales tendrían menor transmisión hacia depósitos, préstamos y al mercado monetario en moneda local. Y la eficacia de las operaciones de liquidez podría verse mermada si la demanda de liquidez se desplaza fuera del sistema bancario”, avisa David Tercero Lucas, profesor de Economía en la Universidad Pontificia de Comillas - ICADE.
Su influencia también pesa en el mercado de deuda. En EE UU, por ejemplo, el Genius Act prevé que las reservas que respaldan estas criptomonedas sean activos de alta calidad, como letras del Tesoro, depósitos y fondos del mercado monetario del gobierno. Así, los emisores se han convertido en los mayores compradores de deuda del país, con implicaciones en caso de estrés del mercado, cuando podrían verse obligados a liquidar rápidamente bonos del Tesoro para atender posibles reembolsos, provocando tensiones de liquidez y agravando la volatilidad del mercado. Efectos que se trasladarían a las finanzas tradicionales.
“Si las monedas estables desplazan los depósitos bancarios, que financian bonos y préstamos a largo plazo, la demanda podría moverse hacia las letras del Tesoro“, generando preocupaciones sobre la desintermediación crediticia, insiste el FMI. Una preocupación que acecha al regulador británico —que espera tener lista su normativa sobre stablecoins a finales de 2026— y que ha llevado al Banco de Inglaterra a evaluar la posibilidad de introducir límites a las tenencias de stablecoins, al tamaño de transacciones y al valor total de las monedas emitidas. Una medida que sería temporal y reversible, según la entidad.
El FMI ha sido solo el último organismo de una larga lista en defender su postura sobre estos activos. El Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) se pronunció dos veces en una semana para alertar de que, ante el crecimiento de este mercado, sus vulnerabilidades podrían salpicar al sistema financiero tradicional. La brecha en la gestión de riesgos, la falta de marcos regulatorios en algunos países y la implementación desigual entre jurisdicciones “crea oportunidades de arbitraje regulatorio y dificulta la supervisión de un mercado que está interconectado”, avisó la entidad, que insta a desarrollar una regulación específica sobre estos activos.
Las tres autoridades europeas de supervisión emitieron hace dos semanas otro comunicado, recordando los riesgos intrínsecos de este mercado que, aunque esté regulado por MiCA, no aporta la misma seguridad a los inversores que la normativa sobre productos financieros tradicionales. Lo publicaron pocas horas antes de que el BBVA comunicara que lanzará su propia stablecoin en 2026. Un anuncio que se suma al de CaixaBank, que junto a otros ocho bancos sacará al mercado una moneda estable el próximo año, y a Santander, que explora desarrollar una stablecoin junto a nueve grandes entidades internacionales. Otras entidades europeas ya lo hicieron: Société Générale ya ha emitido dos stablecoins, una ligada al dólar y otra al euro, mientras del otro lado del Atlántico decenas de entidades trabajan para sacar su propio activo.
La carrera de la banca solo acaba de empezar, pero ha sido la chispa que ha hecho saltar todas las alertas. Para Miguel Otero, profesor asociado en Economía Política International en la IE, el mayor temor es que estos activos se vendan como algo estable y que no cuenten con la supervisión necesaria. “El problema es si se expanden a una inversión considerada más segura y estable, conservadora, como los fondos de pensiones, incluso por la intermediación de los bancos, y que los inversores tengan mayor exposición a estos productos, pese al elevado riesgo”, asevera.
Jordi Perramon, profesor de la UPF Barcelona School of Management, coincide con esta lectura. “En última instancia, mezclan la promesa de dinero estable con una gestión más privada y global”, incide. Un activo aparentemente estable pero que esconde un riesgo de contraparte real y donde la custodia de reservas y transparencia están en entredicho. “En el hipotético caso que se generalicen de forma descentralizada y sin supervisión, podrían crear un sistema monetario que compita con el público”, reconoce, porque, al fin y al cabo, no se habla solo de monedas digitales, sino de una competencia entre arquitecturas financieras: una centralizada y garantizada por el Estado, y otra descentralizada y sin intermediarios.