La tormenta perfecta que se cierne sobre la inversión en centros de datos
Ante la expansión imparable de este tipo de infraestructuras, España juega un papel capital por su situación geográfica y la autosuficiencia energética
Cuando diferentes factores de riesgo que por separado no generarían un gran impacto se combinan entre sí de una determinada manera pueden dar lugar a una catástrofe. Una tormenta perfecta. En el caso de la inversión de moda, los centros de datos, los factores de riesgo se combinan y recombinan. Hay señales de peligro... El informe “2022 Global Investor Outlook Report” de la compañía de inversión en bienes inmobili...
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Cuando diferentes factores de riesgo que por separado no generarían un gran impacto se combinan entre sí de una determinada manera pueden dar lugar a una catástrofe. Una tormenta perfecta. En el caso de la inversión de moda, los centros de datos, los factores de riesgo se combinan y recombinan. Hay señales de peligro... El informe “2022 Global Investor Outlook Report” de la compañía de inversión en bienes inmobiliarios Colliers, apunta a que los centros de datos se encuentran entre los segmentos alternativos que atraen más atención —léase dinero— en Europa, junto con ciencias de la vida y viviendas para estudiantes. Biotecnología, colegios mayores e Internet.
La combinación de demanda energética disparada —y subestimada—, redes eléctricas insuficientes, especulación inmobiliaria, presión de los fondos y expectativas de los grandes grupos energéticos dibujan un horizonte de especulación y de riesgo. Según resume Morgan Stanley, “el mercado subestima significativamente el tamaño y el alcance del crecimiento de los centros de datos en Europa”. BNP Paribas, en sus informes sobre el sector, recoge que la Agencia Internacional de la Energía calcula que en 2026 la demanda eléctrica de los centros de datos subirá un 30% respecto a 2023, hasta representar el 3% de la demanda de electricidad total de la UE.
Los centros son fundamentales para el tratamiento, el almacenamiento y el buen funcionamiento de la Inteligencia Artificial, el machine learning o el Internet de las cosas. El futuro, en suma. Necesitan terrenos donde ubicarse y energía —mucha energía— para refrigerar los racks, las estructuras que cumplen con la función de guardar y conservar los datos del gran almacén. Quien disponga de terrenos adecuados, energía renovable a buen precio y dinero para financiar proyectos está en el punto de encuentro de las grandes oportunidades.
Y España está en el centro de ese escenario. Gigantes como Amazon han anunciado inversiones de vértigo —15.700 millones hasta 2033— en centros de datos en Aragón y sociedades de inversión inmobiliaria, caso de Merlin Properties, captan fondos mediante ampliaciones de capital para financiar la expansión en el negocio. Todo tiene su porqué. Hacia España —y Portugal— se dirigen a corto plazo tres nuevas autopistas de datos; nuevos cables submarinos. Medusa (8.700 kilómetros), Anjana (desde Santander hasta Myrtle Beach, en Carolina del Sur, 7.121 kilómetros) y Olisipo —110 kilómetros— que unirá el Norte y el Sur de Portugal. Con las nuevas infraestructuras, el 70% de los datos que lleguen a Europa lo harán a través de España.
El CEO de Merlin Properties, Ismael Clemente, lo vio claro hace dos años: “[Los centros de datos] Es un mercado en claro auge, donde hay escasez de producto y además hay un catalizador temporal, que es el timing de entrada; porque está llegando un importante número de cables submarinos a la Península. Cuando se produzca, aumentará el tráfico de datos”.
Cosas de la técnica y de la geografía. Las aplicaciones estándar de latencia máxima permitida —lo que tarda en llegar el dato desde el servidor a los equipos— se sitúan en 65 milisegundos, lo cual implica que pueden operar en una distancia media de unos 5.500 kilómetros. Si se traza una circunferencia con ese radio tomando como centro la península ibérica, en su interior se incluyen partes importantes de América del Norte, América del Sur, el norte de África y la práctica totalidad de Europa. La península convertida en plaza mayor del gran negocio.
Las consultoras y los bancos de negocios han radiografiado el estado de la cuestión. Morgan Stanley cree que los centros de datos se van a quintuplicar en Europa en los próximos diez años. En los próximos cinco, el crecimiento anual será del 18%. Según la multinacional estadounidense, el 60% del crecimiento vendrá de la nube, el 25% de la IA y el 15% de las distintas facetas relacionadas con la protección, el cifrado, la transmisión y el almacenamiento de datos.
La carrera es cosa de un puñado de empresas. El mercado europeo de centros de datos está dominado por Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure (MSFT Azure), Google Cloud, Equinix, Digital Realty, Vantage, CyrusOne, OVH, IBM, y, en menor medida, por el private equity (Blackstone o Brookfield). Las empresas de telecomunicaciones también desempeñan un papel clave, como Iliad, DT, Altice y Orange. Los centros de datos europeos se concentran en cinco ciudades (Fráncfort, Londres, Ámsterdam, París y Dublín, pero hay mercados emergentes en Escandinavia, Varsovia, Berlín, Milán, Madrid, Zurich, e Islandia). En todos ellos ha habido cambios en la regulación y acceso abundante a la energía renovable a coste competitivo.
El factor energía es clave. BNP Paribas, en su informe sobre el mercado, apunta al pelotón de seguros ganadores en la carrera europea: los grupos energéticos EDPR, Acciona Energía, Fortum, E.ON, Iberdrola y Enel. Ganadores en un doble plano. Como productores de electricidad —especialmente si es de origen renovable— y en el caso de compañías como Enel-Endesa o Iberdrola, como grandes propietarios de redes de distribución. Ambas, sumadas, copan en torno al 80% de las redes de distribución. Como tales, reciben cada año una retribución segura y fija que sale de los peajes que pagan los usuarios en el recibo de la luz. Más redes, más negocio y más retribución segura y fija. Están en juego en torno a 5.200 millones de retribución anual (FEDEA). Hay una consulta pública en marcha para establecer el marco del próximo periodo de retribuciones para seis años —el vigente acaba en 2026— y, cómo no, hay polémica.
Las empresas energéticas quieren asegurar sus posiciones, contentar a sus accionistas —muchos de ellos fondos atraídos por el beneficio seguro de las redes— y asegurar que la electricidad que producen llega a sus clientes y, especialmente, a los gigantes de los centros de datos. Se apoyan en recomendaciones de la AIE instando a duplicar las inversiones en redes eléctricas de aquí a 2030, con 0,7 euros en redes por cada euro que se invierta en renovables. A partir de 2030 recomienda invertir 1 euro en redes por cada euro invertido en renovables. Para abrir boca, las grandes eléctricas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) junto con las asociaciones Aelec (donde está integrada también EDP) y CIDE —asociación de distribuidoras— solicitan a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) una subida de la tasa de retribución financiera para las actividades de distribución y transporte de electricidad del 5,58% al 7% a partir de enero de 2026. Un interesante plazo fijo a resguardo de las tormentas.
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