La deuda arrastra a Grifols en los últimos años
La multinacional confía en la recuperación de márgenes
A semejanza del lema de Bill Clinton de la campaña electoral de 1992 de “es la economía, estúpido”, en el caso de Grifols, podría decirse que “es la deuda, estúpido” la fuente de todos los problemas en los que se ha visto arrastrada la multinacional en los últimos años.
La compra de la alemana Biotest elevó en 2022 a niveles récord la deuda financiera, actualmente situada en 9.421,5 millones. Además, en abril de ese año, la compañía sufrió un revés de su auditor –KPMG–, que obligó a Grifols a apuntarse como ...
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A semejanza del lema de Bill Clinton de la campaña electoral de 1992 de “es la economía, estúpido”, en el caso de Grifols, podría decirse que “es la deuda, estúpido” la fuente de todos los problemas en los que se ha visto arrastrada la multinacional en los últimos años.
La compra de la alemana Biotest elevó en 2022 a niveles récord la deuda financiera, actualmente situada en 9.421,5 millones. Además, en abril de ese año, la compañía sufrió un revés de su auditor –KPMG–, que obligó a Grifols a apuntarse como deuda 990 millones de dólares que había inyectado como capital del fondo soberano de Singapur (GIC) en su filial Biomat, ya que debe pagar a GIC 79,2 millones de forma obligatoria anualmente.
El problema del apalancamiento se recrudeció, además, por la reducción de sus márgenes tras la pandemia de Covid-19, que disparó la ratio de endeudamiento respecto al ebitda por la caída del beneficio. La farmacéutica se ha comprometido a rebajar esa ratio a cuatro veces deuda/ebitda. Por ello, aprobó el pasado año un plan de ajuste y en los últimos días de 2023 vendió un 20% de su participación en su filial china Shanghai RAAS, de la que mantiene un 6%, por 1.600 millones, que irán destinados a reducir el pasivo.
Por eso, el informe de Gotham sobre Grifols –en el que acusa de consolidarse los resultados de unas empresas que revendió a su accionista Scranton– agudiza ese problema, ya que sitúa la ratio entre 10 y 13 veces de pasivo sobre ebitda.
Desde la reducción de márgenes por la pandemia, la acción de Grifols ha estado fuertemente castigada, con valor cuatro veces menos en octubre de 2022 respecto a los máximos prepandemia. Un golpe bursátil que ayer se volvió a producir. Para corregirlo, junto con la venta de la mayor parte del negocio chino y el plan de ahorro implantado, la compañía ha abordado el cambio en su dirección.
A finales de 2022, el fabricante eligió a Steven F. Mayer como presidente en sustitución de Víctor Grifols Roura, pero renunció meses después. Fue sustituido por Thomas Glanzmann, que desde mayo es el primer ejecutivo externo a la familia con el cargo de presidente y CEO (sustituyendo a Raimon Grifols y Víctor Grifols Deu, que ejercía como co-consejeros delegados).
Y es que hay que recordar que, aunque sea una empresa cotizada, la familia Grifols ha mantenido un relevante control de la multinacional en la dirección. A nivel accionarial, las diferentes ramas familiares disponen, al menos, de un 24% a través de tres sociedades según los registros de la CNMV: Deria (9,2% del capital), Ralledor (6,1%) y Scranton (8,7%).
En Scranton –en la lupa del informe de Gotham– son accionistas varios miembros de la familia como Víctor y Raimon Grifols Roura, además de veteranos directivos y el consejero Tomás Dagá.
Tras la venta del 20% de Shanghai RAAS y la reducción de deuda –si la tormenta provocada por Gotham se despeja–, la farmacéutica confía en rebajar su apalancamiento gracias a la progresiva recuperación de márgenes. El laboratorio batió en 2022 sus ingresos, de 6.064 millones, y ganó 208 millones, una cifra que espera haber mejorado en 2023.
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