Herencias: ¿cómo empiezo a planificar mi sucesión?
Controlar nuestras emociones, pensar a largo plazo y tener un plan global es fundamental
¿Pensamos suficiente en el día de mañana? Y, si lo hacemos, ¿estamos pensando en qué puede pasar en el futuro cuando ya no estemos de una forma realista y honesta?
En cuestiones que no afectan a nuestro día a día y en las que hay una gran carga emocional, no solemos ser muy racionales y, además, tendemos a procrastinar todas esas decisiones por varios motivos. Uno de ellos tiene que ver con lo que implica pensar en el momento en el que faltemos: es una realidad a la que no nos queremos enfrentar. ¿Cómo cambiamos eso?
La teoría puede que la tengamos clara. Actuamos así porque tenemos estructuras cerebrales de millones de años que están diseñadas para que pensemos siempre en el corto plazo, lo que nos hace visualizar el presente en primera en persona y el futuro, en tercera. Pero, puede que no tengamos en cuenta cómo funciona nuestro cerebro a la hora de tomar decisiones importantes sobre el futuro y, sobre todo, puede que no sepamos cómo podemos cambiar nuestra forma de actuar y qué es lo que hace que no tomemos las riendas de nuestro futuro.
El elefante y el jinete: cómo controlar nuestro cerebro
El psicólogo norteamericano Jonathan Haidt, en su libro “La hipótesis de la felicidad” habla de las dos partes que tiene nuestro cerebro y las describe así: el elefante representa nuestra parte emocional y el jinete es nuestro cerebro más racional. El elefante es nuestro lado más impulsivo, es la parte responsable de que no cumplamos nuestras metas y de que lo dejemos todo para ‘más adelante’. El jinete es el responsable de nuestras decisiones racionales y de las más largoplacistas.
Controlar estas dos partes es fundamental para ser conscientes de que las decisiones que tomamos en el presente afectan -y afectarán- a nuestro futuro. En este sentido, Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante, destaca que lo que necesitamos hacer para tomar buenas decisiones es trabajar con las dos partes: “Debemos darle al elefante motivos para actuar- en el caso del que hablamos, para planificar nuestra herencia y nuestra sucesión- y al jinete debemos dotarles de las herramientas y los conocimientos necesarios para poder hacerlo con éxito”.
¿Cómo le damos los motivos al elefante? Siendo conscientes de las implicaciones de no actuar. En el caso de la sucesión, debemos pensar, primero, qué queremos para nosotros mismos y, después qué queremos para nuestra familia y nuestros seres queridos. ¿Nos hemos planteado, por ejemplo, qué puede pasar con nuestros hijos? ¿Necesitan todos nuestros hijos lo mismo? ¿Y sin son menores, quién se encargará de ellos? ¿Cómo se quedará nuestro cónyuge si fallecemos antes? Pensar en la sucesión va mucho más allá de traspasar nuestro patrimonio a la siguiente generación. Hay muchas más implicaciones y decisiones que trascienden la parte económica, tienen mucho más que ver con la parte personal y familiar.
Cuando hemos pensado y respondido a las anteriores cuestiones -que en cada caso personal variarán dependiendo de las circunstancias- ha llegado el momento de pensar en las diferentes opciones que tenemos y los diferentes escenarios: del testamento, a cómo distribuyo mi patrimonio, si necesito un seguro o no, si quiero dejar en herencia mi plan de pensiones, si tengo una empresa familiar, si me conviene hacer una donación en vida, etc. Trabajar con un experto que nos escuche, entienda y analice nuestra situación particular será fundamental para que podamos tomar las mejores decisiones y estemos tranquilos para el día de mañana.