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La vía de reducción del daño, clave en la lucha contra el tabaquismo en España

Las cifras sobre consumo de tabaco en nuestro país no dejan de bajar. Una tercera fórmula para aminorar su impacto, la reducción del daño, basada en productos alternativos con nicotina pero sin humo, se debe abrir paso, según los expertos. Su uso se sumaría a las políticas actuales de prevención y cesación

La batalla que las autoridades sanitarias españolas libran contra el tabaquismo atraviesa un momento delicado. Las cifras dibujan un panorama de estancamiento en el que no se lograr bajar de ese 30% de consumidores diarios de cigarrillos en torno al cual se mueven desde 2015.

Los números oficiales están ahí para atestiguarlo. La última Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (Edades), elaborada por el Ministerio de Sanidad y que cubre el periodo 2019-20, dice que el 32,3% de los españoles consumen diariamente tabaco. En 2017 eran un 34%. En 2015 se situó en el 30,8%.

Hay más datos que no animan precisamente a sentirse satisfechos con estos resultados. Por ejemplo, ha crecido el porcentaje de personas que aseguran no plantearse abandonar el vicio de fumar en comparación con la anterior encuesta, tanto en hombres como en mujeres. Así, en 2017 un 31,1% de ellas y un 35,2% de ellos no querían. Ahora son un 36,8% en el primer caso y un 40,5% en el segundo.

Un dato más. Algo más de un 30% de las personas que se deciden a enfrentarse con este problema logran triunfar. Lo que significa que el 70% restante no lo consigue. Son fumadores que ha iniciado un tratamiento con medicamentos. Un procedimiento que desde hace un año paga Sanidad.

EE UU, Suecia y Reino Unido lo han hecho. Los tres con cifras por debajo del 20%

Con este panorama, algunos médicos y especialistas se muestran partidarios de potenciar en el arsenal contra el tabaco una tercera vía, la denominada “reducción del daño”. Son productos alternativos que contienen nicotina pero no humo, ya que el tabaco no se quema.

Su uso vendría a sumarse a las ya conocidas fórmulas de prevención y cesación. El público al que se dirige está formado por adultos que fuman cigarrillos convencionales y que, o bien no quieren dejarlo, o bien no pueden.

La dificultad estriba en que, hasta ahora, el Ministerio de Sanidad de España rechaza su utilización. Y, es más, incluye estos nuevos productos en el mismo saco que los cigarrillos tradicionales, una postura que mantiene la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta es la situación que se ha analizado en el encuentro ¿Ha perdido efectividad la lucha contra el tabaquismo? Límites, realidad y alternativas del modelo, organizado por CincoDías en colaboración con Philip Morris España.

El porcentaje de fumadores no baja del 30%. Suben,
en cambio, los que no quieren dejarlo

De entrada, ha habido un acuerdo generalizado y bastante negativo acerca del momento en el que se halla la lucha contra el tabaquismo. Desde el “estamos fracasando”, según José María García, especialista en Medicina Interna y Drogodependencias y exjefe de la Unidad de Desintoxicación del Hospital Reina Sofía de Murcia, hasta el “estamos estancados, cuando no vamos a peor”, del catedrático de Química Analítica en la Universidad de Valencia Miguel de la Guardia; pasando por “se necesitan implementar cosas nuevas”, del médico y especialista en Estomatología y director del centro clínico i2 Implantología, Luis Cuadrado, y terminando por el rotundo “la lucha está paralizada y da imagen de derrota por parte de las respuestas sanitarias”, en palabras de Antonio Sierra, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública.

Hay otros caminos

Para romper esta inercia, De la Guardia propone un punto de partida para explicar este tipo de productos: “Hay un consenso en torno a que es la nicotina lo que crea adicción. Pero lo que mata es el humo. Eso sí que está bien documentado”, expone.

El cigarrillo tradicional se quema a temperaturas superiores a los 800 grados centígrados. Como consecuencia de ese proceso se altera la composición química del tabaco y se liberan mediante el humo sustancias tóxicas. En el tabaco calentado no se produce esta combustión, las temperaturas no superan los 350 grados. Por tanto, no hay combustión y según los expertos disminuyen las sustancias dañinas para la salud del fumador.

Algunos estudios las calculan en un 95% de media menos si lo comparamos con un cigarrillo tradicional. Esta diferencia es lo que destaca De la Guardia: “No podemos meterlo todo en el mismo cajón. No hay que ser maximalistas. Intentamos hablar de ciencia y no de moral”.

Sanidad considera otras alternativas igual de dañinas que los cigarrillos tradicionales

Con datos defiende su postura García. Son de países afectados también por el tabaquismo y que desarrollan otras políticas. Es el caso de Suecia, “con menos de un 20% de fumadores que usan un tipo de tabaco, el snus”, que no es de combustión y se administra de forma oral. O Reino Unido, “con el vapeo, que puede reducir las muertes hasta en 20.000 personas. ¿Por qué aquí no”, se pregunta. “Tenemos que hacer algo más. Y eso es usar otras alternativas que son eficaces”, dice.

“Sigo echando de menos esa diferenciación con los productos de riesgo modificado, cuando ya hay bibliografía y aceptación de la FDA. Cuando se demuestra que tenemos menos riesgo sin tener riesgo cero”, argumenta Cuadrado, director de i2 Implantología. El doctor se refiere a la decisión que tomó en julio del año pasado la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), cuando autorizó la comercialización de uno de estos productos alternativos de tabaco calentado como producto de riesgo modificado; “sin tener riesgo cero, tenemos menos riesgo”.

Cigarrillos y ciencia

Antonio Sierra lo tiene claro: “Lo primero y objetivo es ir contra el cigarrillo de combustión. Las medidas puramente farmacológicas no valen para deshabituar. Los efectos a largo plazo de las alternativas los desconocemos. Pero serán infinitamente inferiores que lo que produce este”.

Los estudios que se han hecho no son del todo determinantes porque les falta, como afirma De la Guardia, “una evaluación en el tiempo, al menos de diez años, que demuestre que el riesgo de padecer enfermedades baja con estas alternativas”. Hacen falta pues más estudios. Como el que va a realizar él mismo con fondos de España Salud. “Hay que pintar con pincel y no con brocha gorda. No podemos meterlo todo en el mismo saco”.

Sin ser concluyentes ni tener en cuenta esos efectos a largo plazo, los análisis que se viene haciendo sí que arrojan resultados que sustentan los beneficios de estas terapias alternativas con cigarrillos electrónicos o tabaco calentado.

Los estudios no son concluyentes. Faltan por conocer aún los efectos
a largo plazo

Uno de ellos, publicado en 2018 por Archives of Toxicology, concluyó que los dispositivos de calentamiento de tabaco sin combustión contienen niveles más bajos de componentes nocivos y potencialmente nocivos comparados con los cigarrillos convencio­nales. En concreto, los niveles de aldehídos entre un 80%-95% y los compuestos orgánicos volátiles disminuyen entre un 97%-99% .

Uno más reciente, publicado en marzo de este año por la revista Internal and Emergency Medicine, analizó durante tres años los parámetros respiratorios de pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, EPOC. La comparación se realizó entre pacientes con EPOC que se cambiaron a tabaco calentado frente a pacientes fumadores de cigarrillo convencional con EPOC. Al cabo de tres años, los pacientes que se habían cambiado a tabaco calentado habían mejorado diversos parámetros respiratorios.

Sierra advierte que falta discusión científica, y hace referencia a otros donde “los resultados de composición de los vapores del cigarrillo electrónico o del de calentamiento tienen una reducción del 90% al 95% de los niveles”.

Esa conclusión convierte para Cuadrado al tabaco sin humo “en un salvavidas, en un arma más para estos pacientes que tienen una adicción tremenda y recomendarles una vía diferente a la del castigo”.

García recuerda que “trabajamos con enfermos que padecen una de las dolencias más graves que hay”. No en vano mata a más de 50.000 personas al año en España y a más de ocho millones en todo el mundo. “Por eso hay que darles respuestas”. A todos. A los que se plantean dejar de fumar y lo consiguen, pero también a esos otros numerosos que no lo logran. O a determinados grupos de fumadores, como los enfermos mentales, con una esperanza de vida 15 años menor que la media de la población. O a ese 34% de pacientes con enfermedad coronaria que no lo consiguen, según un estudio presentado en el Congreso Europeo de Enfermedad Cardiovascular.

A pesar de que estos dispositivos de tabaco sin combustión “generen inseguridad en parte de la población porque los ofertan en su gran mayoría la industria tabaquera”, el experto en drogodependencias defiende que “presentan menos riesgos que otras alternativas”.

Algo que no comparten desde el ministerio. El lema de la campaña de 2019 deja bien clara su postura: “El tabaco ata y te mata en todas sus formas”. Por esta razón, García pide unidad para “trabajar todos juntos contra el enemigo común que es el tabaco”. “No entiendo por qué Reino Unido ha decidido adoptar estas medidas alternativas y en cambio en nuestro país se ha optado por satanizarlas”, se sorprende Sierra, quien también critica la falta de información sobre estos temas que tienen la población y los mismos médicos.

Hay otros países que como Reino unido han adoptado la reducción del daño dentro de su regulación. Entre ellos destacan Estados Unidos y Grecia. En el primero y el segundo las cifras de fumadores hablan del éxito que están teniendo estas políticas, un 16% y un 14%, respectivamente, de fumadores. Los griegos, con casi un 40% de fumadores, están aún lejos. Motivos por los que García pide “incorporarnos al mundo avanzado”.

Lo importante para Cuadrado es “que prime el beneficio del paciente. Si hay una terapia o hay un producto de menor riesgo, este debería ser incorporado cuanto antes en beneficio del paciente”. Por eso solicita “clarificación, definición de estrategias y consenso”.

Para el catedrático de Química Analítica De la Guardia “estamos hablando de eliminar el humo de la vida diaria del fumador y ver hasta qué punto mejora su calidad de vida. Tomar decisiones y confrontar los datos de éxito de las distintas terapias. Pero sin renunciar a nada, sin satanizar nada y sin abandonar al fumador”, concluye.

Hace falta un debate para confrontar las dos posturas

División. Hay una importante fractura entre la clase médica de España entre los detractores y los defensores de la reducción del daño como herramienta en la lucha contra el tabaquismo.

En contra. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Separ, y el Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, CNPT, son las principales voces que rechazan el uso de las nuevas alternativas que hay frente al cigarrillo convencional.

A favor. La Plataforma por la Reducción del Daño aglutina desde 2019 a médicos y especialistas en tabaquismo partidarios de usar estas nuevas alternativas como una tercera vía para aquellos fumadores que no pueden o no quieren dejar de fumar.

Consenso. Los participantes en el encuentro se mostraron convencidos de la importancia de que todas las partes debatan y busquen un punto de encuentro para beneficio de los pacientes.

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