El 75% de la población sufre ansiedad al hablar ante un auditorio

Aprender a debatir, una asignatura pendiente

Instruirse en la escucha y la oratoria marca la diferencia en el mercado laboral

Thinkstock

los partidos republicano y demócrata dan los primeros pasos, y con ellas, los debates entre los aspirantes. Discusiones a dos, a cuatro, o a seis, en diferentes televisiones y escenarios. Una cultura que está asentada desde la formación escolar, tanto en EE UU como en el conjunto del mundo anglosajón, y que en España ha brillado por su ausencia. Algo evidente no solo por la habilidad y la poca predisposición de sus políticos para participar en ellos, sino por la escasa capacidad de trabajadores y ejecutivos para expresarse en público.

¿Se puede aprender viendo un debate de Donald Trump?

Cuando terminen las primarias de los dos grandes partidos estadounidenses, sus respectivos candidatos habrán tenido que hacer frente a una veintena de debates: doce en el lado republicano, desde el primero celebrado en agosto, y ocho en el demócrata. Ya después del verano, de cara a las elecciones presidenciales, están programados otros cuatro enfrentamientos entre aspirantes.

“En Estados Unidos, desde pequeños se les expone a la escena pública, a enfrentarse a un auditorio”, afirma Joan Francesc Cánovas, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En su opinión, se puede aprender de los debates estadounidenses, y de cualquier otro, “siempre que se tenga voluntad. Lo llamamos humildad estratégica, ser lo suficientemente humilde para aprender de todo lo que te rodea”. En estos casos, tomar nota de cómo se interpelan los candidatos, qué tipo de movimientos realizan... Pero también desechar lo negativo, porque, como dice Cánovas, “tampoco ellos son perfectos”. “Allí hay una mayor cultura de escuchar, intentar rebatir, poner las ideas encima de la mesa e intentar convencer al contrario. Y hay más libertad, no tantas reglas. Aquí lo que hacen los candidatos son monólogos”.

Para Mónica Pérez de las Heras, directora de la Escuela Europea de Oratoria, la principal diferencia entre los debates de Estados Unidos y los de España es la preparación: “En el mundo anglosajón es incomprensible que un candidato a la presidencia no sepa hablar en público”. Cánovas recuerda el caso de Albert Rivera, que fue campeón de España de la Liga de Debate Universitario, como uno de los pocos asimilables.

El arma central para comunicar es saber escuchar, y el debate parte de esa premisa”, afirma Joan Francesc Cánovas, especialista en comunicación de crisis y formación de portavoces y profesor asociado de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Las sociedades de debate, así como los torneos, son un tipo de formación habitual en la educación de los alumnos estadounidenses desde su infancia. En España, este tipo de formatos suelen darse ya en la formación universitaria, muchas veces impulsados por los propios alumnos; y en la edad escolar, en casos muy contados de colegios del ámbito privado. “No nos preparan desde pequeños a desenvolvernos en público. Esto crea un miedo que se extiende hasta ya avanzada la edad adulta”, opina Mónica Pérez de las Heras, directora de la Escuela Europea de Oratoria, quien estima que, a partir de una edad de siete años, los pequeños ya pueden aprender a defender con argumentos un tema, a rebatir...

“Todo eso se traduce en aumentar la autoestima, quitarse ataduras, no pensar en el qué dirán, algo que en nuestro país es muy habitual. En definitiva, a ganar en naturalidad desde niños”. Pérez de las Heras explica que muy pocos colegios apuestan por programas para hablar en público incluso entre sus actividades extraescolares. “Existe una cultura histórica en España de darle muy poca importancia a la comunicación. No es algo que a las escuelas le parezca interesante”, apunta Cánovas.

Un estudio de Adecco Profesional indica que el 75% de la población en España sufre glosofobia (ansiedad y nerviosismo al hablar en público). “Me he encontrado con alumnos brillantes con evidentes problemas para expresarse en público, y eso es un freno”, prosigue Cánovas. Algo que choca con el hecho de que, como indica Pérez de las Heras, alrededor del 90% de los profesionales necesita esta habilidad en su día a día laboral: desde profesores a abogados, pasando por ingenieros, periodistas o los propios ejecutivos de las compañías.

Por ello, cada vez más, formarse en hablar en público, a través de un formato como puede ser el del debate, supone un punto diferenciación decisivo respecto a otros trabajadores. “Hoy en día, donde no abunda el trabajo, saber hablar en público marca la diferencia entre dos personas como el mismo currículo formativo y profesional. Puede suponer la línea entre encontrar trabajo o no”, cree el profesor Cánovas.

Y en las altas esferas de las empresas tampoco hay espacio para la relajación. El ejecutivo ha adoptado con más frecuencia la responsabilidad de ser imagen pública de la compañía, y realizar las presentaciones ante la junta con cierta estructura y habilidad es un punto a favor. “Hay consejeros delegados de multinacionales que no saben hablar en público”, sostiene Mónica Pérez de las Heras. Para Joan Francesc Cánovas, las principales carencias de los directivos en este campo se resumen en tres puntos: “La incapacidad para estructurar el mensaje; una evidente dificultad para captar la atención, y una falta de capacidad de escucha, lo que llamamos la escucha activa”. En su experiencia, cada vez son más los ejecutivos de primer nivel preocupados por este aspecto: “Pagan por esto, saben que es una habilidad clave. Alguien que quiera aumentar su nivel tiene que darle importancia”.

Además, Pérez de las Heras establece tres claves básicas para empezar a desenvolverse mejor ante el público: “La naturalidad: un orador no es un actor, no tiene que tratar de ser alguien diferente; la humildad, no creerse mejor que nadie, tampoco de la audiencia que está escuchando, y hablar con el corazón, con sinceridad”.

Sobre la firma

Archivado En