Expertos o adivinos, ¿a quién acudir?
La situación que viven últimamente los mercados se define con la frase "volatilidades de infarto" y, sin embargo, situaciones similares se repiten con demasiada frecuencia y empiezan a ser algo habitual. Toda propuesta de inversión debería incorporar, por tanto, dicho escenario. Pero esto se olvida con demasiada rapidez y las propuestas, dominadas por el sentimiento de mercado, pecan de excesiva miopía y muchas veces van "por detrás de la curva", a remolque.
Se trataría, por tanto, de incorporar a toda propuesta de inversión un análisis o idea de sensibilidad, de comportamiento: acotando su horizonte temporal y los escenarios contemplados; e incorporando información sobre los antecedentes que la inspiran, incluidos el sentimiento dominante y el contexto de mercado. En definitiva, añadiendo un análisis de riesgo.
La cosa se complica, no obstante, para el inversor o destinatario de la propuesta. Ya que, el riesgo no es algo únicamente intrínseco al producto financiero en cuestión, sino que depende de toda la cartera en su conjunto y de la situación personal de cada inversor. Como si de una receta de cocina se tratase, sería bueno incorporar a las propuestas de inversión: idea de las proporciones, los pesos, el resto de ingredientes que combinan bien con esos valores recomendados y para qué tipo de inversores se recomienda.
Para complicar todavía más la vida a los analistas, a los gestores: más que riesgo -algo cuantificable- los mercados padecen hoy de muchísima incertidumbre, con unas economías fuertemente intervenidas y lejos de un equilibrio estable. Se trataría de asumir esa incertidumbre y, en un acto de humildad intelectual, incorporar toda clase de paracaídas a las propuestas financieras en forma de coberturas y de activos refugio.
Fernando González Cantero. Director de PBI Gestión