El reto de cuidar las autovías
El Ministerio de Fomento ha decidido someter a un estrecho marcaje el cumplimiento de lo que ya se ha convertido en uno de sus planes estrella: la reforma y el mantenimiento de las autovías más antiguas, construidas en la década de los ochenta. El proyecto afectará a un total de 2.096 kilómetros, con una inversión estimada de más de 6.000 millones de euros en un plazo de 20 años.
El objetivo de este plan es que esas vías se adapten a las nuevas exigencias de calidad y seguridad que ya son norma en las autovías más modernas. Y para su explotación, se ha optado por que el grupo ganador de cada tramo se encargue de la gestión del proyecto durante la vida del contrato. A cambio, la Administración, bajo la fórmula de peaje en sombra, paga al consorcio en función de diversos parámetros, que abarcan desde la cantidad de vehículos que circulan por el tramo hasta la calidad del servicio prestado.
La magnitud de las cifras y el esquema de financiación elegido han provocado que el departamento que dirige Magdalena Álvarez haya diseñado un completo y férreo sistema de control, que abarca desde el proceso de licitación al de ejecución y explotación de las obras.
El esquema de salvaguardas comienza desde la composición de los grupos aspirantes, puesto que Fomento ha impuesto que en los consorcios haya constructoras (con un mínimo del 25% del grupo), especialistas en conservación (5%) e ingenierías (5%). Otra novedad consiste en un control más riguroso de las rebajas de precios, reglando de forma más precisa las bajas temerarias, que directamente descalifican a los licitantes. Ello se completa con un seguimiento detallado de la evolución del contrato, para lo cual se crean las figuras del inspector de obra y el de explotación.
Fomento ha emprendido un plan ambicioso y necesario, después de años de desprecio a un asunto vital como el de la conservación de las autovías, que, al menos de partida, cuenta con un modelo sensato de gestión y control administrativo.