Volver a ser competitivos
España era el séptimo país del mundo más atractivo para los inversores extranjeros en 2002. El pasado año había bajado al puesto número 13, según un estudio de la consultora internacional A.T. Kearney. Los bajos costes laborales, que tanta ventaja competitivia aportaron a la economía española en el pasado, empiezan a ofrecer menos réditos ahora que pujan con fuerza economías emergentes como China, la India o, sin ir tan lejos, los países del Este de Europa. Países que ofrecen costes de producción mucho más bajos y que están atrayendo inversiones de manera masiva.
Para hacer frente a esta economía global, España debe afrontar una profunda transformación de su tejido productivo. Una metamorfosis que debe impregnar desde el sistema educativo a la política fiscal, pasando por la incorporación de nuevos procesos y tecnologías avanzadas en todo tipo de industrias. Y las administraciones públicas deben jugar un papel clave en este proceso, mejorando su eficacia y generando un entorno que vuelva resultar atractivo a los inversores, nacionales y extranjeros. Un ejemplo de libro sobre cómo puede reinventarse una economía es Irlanda, que ha reorientado constantemente los centros de desarrollo de alta tecnología, logrando grandes progresos en menos de dos décadas.
Para atraer inversiones, uno de los elementos claves es contar con administraciones públicas eficientes, capaces de transmitir confianza y generar un entorno propicio para la actividad económica. Los estudios de AT Kearney indican que la Administración pública española se considera a sí misma como una de las tres mejores y más ágiles del mundo. Y es cierto que en los últimos años se han conseguido avances notables en la mejora de la eficacia en departamentos como la Agencia Tributaria. Pero quizás la percepción de los ciudadanos y de los inversores
Pero quizás la percepción de los ciudadanos y de los inversores sea otra muy distinta.