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Tribuna
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El futuro con George Bush

Ha ganado Bush. Era de esperar, dada la consistente superioridad que durante todo un año han mostrado las encuestas, y el escaso carisma que ha tendido el senador Kerry para atraer a su lado a la América profunda. Durante los próximos cuatro años los norteamericanos van a tener más de lo mismo. Especular ahora sobre lo que pudo haber sido y no fue no tiene mucho sentido. Sólo nos queda analizar y tratar de prever lo que van a ser estos cuatro años de George W. Bush como presidente del país más poderoso de la tierra, sus consecuencias para Estados Unidos y para el mundo entero.

Podemos partir del principio de que, si le ha ido bien con las políticas que ha llevado a cabo durante su primer mandato, no tiene por qué cambiar nada. El concepto de la guerra preventiva no gusta en el extranjero, pero la práctica de ella en Irak le ha dado la victoria electoral en su país. ¿Por qué la va a cambiar?

Ha rebajado los impuestos a los ricos, y a algunos pobres, dando la -falsa- impresión de que reducía los impuestos a todos. Eso ha generado un enorme déficit fiscal que amenaza al dólar y a la solvencia de las inversiones en Norteamérica, pero a la mayoría republicana le ha parecido que eso era necesario para reducir el tamaño y el alcance del Gobierno federal y quitar de las espaldas de los ciudadanos a los recaudadores de impuestos. Seguramente continuará reduciendo los impuestos, aunque el déficit se dispare e iguale el 6 % del PIB que logró en 1986 Ronald Reagan. Pero si eso es lo que quieren los electores, qué más da el déficit.

Se opone a los progresos de la ciencia en los prometedores terrenos de la biomedicina en nombre del fundamentalismo religioso, que defiende la vida cuando se está formando y no vacila en destruirla cuando ya está formada. Es seguro que desde el Gobierno continuará alimentando el fanatismo de los nacidos de nuevo.

Se ha negado a firmar el Protocolo de Kioto para la protección solidaria del medio ambiente, bajo el pretexto de defender la industria de la energía, que tantos puestos de trabajo crea (y tantos dólares han contribuido a su campaña electoral). Las empresas petroleras no tendrán nada que temer los próximos cuatro años, porque las protestas de científicos y ecologistas serán sistemáticamente ignoradas, para que ellas continúen tranquilamente su camino hacia el máximo lucro. Lo que diga el mundo no le afecta. ¿No ha profesado la fe en el unilateralismo?

Pero, no sé, quizás la reelección de Bush no sea una tragedia tan grande como muchos españoles piensan. Por lo menos para los ciudadanos de Estados Unidos. Quizá sea el instrumento providencial para convencer a una gran mayoría de estos ciudadanos de que su país va mal, que su gran experimento americano, que iba a ser un ejemplo de justicia y democracia para todo el mundo, está haciendo aguas por muchos lados y que ocho años de presidencia de Bush pueden ser fatales para la nave de la república.

Si dentro de cuatro años, los ciudadanos, que hoy están adormecidos por esa mezcla mortífera de miedo, inseguridad, fundamentalismo religioso, odio al extranjero (pobre), sometimiento a los medios de comunicación y la fe en un redentor terreno, despertados y encolerizados por los abusos y las arbitrariedades de su presidente, deciden echarlo a la calle y elegir en su lugar a algún presidente verdaderamente demócrata y liberal, que se haga cargo de los desperfectos causados por ocho años de Gobierno de Bush, la elección de hoy habrá sido el principio de la recuperación del sueño americano y de la reconstrucción de la ciudad sobre la colina, puesta allí por la providencia como ejemplo para que todos los países del mundo la admiren y la imiten. Del mal de hoy se habrá seguido el resurgir del mañana. Si ese fuera el curso que tomaran los acontecimientos, nadie me criticará por afirmar que 'cuanto peor, mejor'

Naturalmente, siempre que en esta segunda presidencia Bush no siembre la destrucción entre sus enemigos, la división entre sus amigos y aliados y el caos entre terceros inocentes. Porque si continúa con la práctica de las guerras preventivas, la muerte de inocentes, el acoso a pueblos y etnias, y la destrucción del medio ambiente, su elección no podrá ser celebrada ni como un juego caprichoso de la providencia, ni como nada más que una desgracia para la humanidad.

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