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La banca ante el desafío del crecimiento en Europa

La regulación excesiva y la complejidad administrativa limitan a las empresas

Europa afronta un momento decisivo. En un mundo marcado por tensiones geopolíticas, disrupciones tecnológicas y una competencia global cada vez más intensa, la Unión Europea tiene que pasar a la acción y reinventarse para mantener su peso económico y preservar su modelo social. Y en esa transformación, los bancos van a desempeñar un papel esencial como impulsores de la inversión y financiadores del crecimiento.

No es posible la competitividad europea sin un sistema financiero sólido, rentable y capaz de movilizar los recursos necesarios para impulsar la innovación y la productividad. Eso requiere revisitar el concepto de estabilidad financiera. En este sentido, la estrategia para la Unión de Ahorro e Inversiones (SIU, por sus siglas en inglés) constituye una oportunidad histórica para canalizar el ahorro europeo —más de 33 billones de euros— hacia proyectos que fortalezcan las transiciones energética y digital, la seguridad y la defensa, y el crecimiento empresarial.

Sin una banca que pueda actuar como puente entre el ahorro y la inversión, este objetivo es inalcanzable. Para aprovechar plenamente su potencial, Europa debe también avanzar en la simplificación y la armonización de los marcos regulatorios y supervisores. La sobrerregulación, la fragmentación normativa, los procesos administrativos complejos y el exceso de aversión al riesgo limitan la capacidad de las empresas —especialmente las pymes— para acceder a la financiación y ganar dimensión. Una Europa más ágil y menos burocrática aumentaría la competitividad del tejido productivo y permitiría canalizar el capital con mayor eficiencia.

Los bancos actuamos como catalizadores de inversión, capital y dinamismo económico

La solvencia y rentabilidad de los bancos europeos son condiciones imprescindibles para cumplir con su función económica y social, pero también lo es su capacidad para operar con escala, eficiencia y sostenibilidad.

Banco Santander se ha convertido en un referente de cómo transformar un modelo tradicional en una plataforma global, digital y centrada en el cliente. Con su estrategia One Transformation, hemos simplificado procesos, impulsado la digitalización y reforzado nuestro modelo de “banco digital con sucursales”, que combina plataformas globales con proximidad local y lo mejor de la tecnología con el toque humano y la cercanía con el cliente, nuestra ventaja diferencial.

En un momento en que Europa necesita reforzar su autonomía estratégica, los bancos con alcance global y que operan en países fuera de la UE, desempeñan un papel clave como catalizadores de inversión, capital y crecimiento.

Por eso, en materia de regulación y supervisión es imprescindible que haya estándares y reglas reconocidas internacionalmente y una mayor coordinación entre supervisores para competir de tú a tú con otros bancos en cada uno de los países en que operamos. Esto es aplicable a la regulación de solvencia, pero también a la de sostenibilidad, digital o fiscal.

Para competir en igualdad de condiciones con los grandes bloques económicos son clave una regulación y una supervisión más eficientes y más predecibles. Eso implica que en el desarrollo del marco regulatorio, las normas del nivel 2 y nivel 3 no impongan requerimientos de capital adicionales o interpretaciones más conservadoras.

Además, se necesita un marco fiscal equilibrado que promueva el crecimiento económico y evite que las empresas europeas partan con una desventaja competitiva frente a economías como Estados Unidos, China o India.

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