Industria pesada: en busca de beneficios entre una crisis y otra

La inflación de la energía y de las materias primas penaliza la rentabilidad

Horno de arco eléctrico de Sidenor en Basauri (Bizkaia).david herranz

La industria vive ­desde 2020, con el estallido de la pandemia en Europa tras su propagación desde China, en un escenario de incertidumbres que parece no tener fin. El parón ocasionado por el Covid-19 hace tres años provocó una serie de ajustes en la capacidad instalada de la Unión Europea, que luego ha querido revitalizar su tejido fabril con parte de los fondos Next Generation, de los cuales 140.000 millones de euros le han correspondido a España.

En 2021 llegó una reactivación brutal, de cero a cien, que pilló a los sectores fabriles con un exceso de demanda y sin stock de materiales para hacer frente a los pedidos. El bloqueo logístico que se extendió durante ese ejercicio, con sucesos tan surrealistas como el del buque que bloqueó el canal de Suez, empeoró el ritmo de los suministros. Todo llegaba tarde y más caro. Y si llegaba, porque la falta de semiconductores paralizó las fábricas, sobre todo las de automoción.

La evolución de la economía de Alemania, el principal cliente del sector fabril, es clave

Si 2022 estaba llamado a ser el ejercicio de la recuperación, la invasión de Ucrania por Rusia el 24 de febrero volvió a oscurecer todos los escenarios. La inflación de materias primas y de la energía volvió a trastocar las hojas de costes de la industria, que también vivió protestas por la subida de los salarios para hacer frente a unos precios al alza que ahogaban las economías domésticas.

En 2023 parece que se han atemperado los costes energéticos y logísticos, pero la inflación sigue alta y economías que traccionan la evolución de Europa, como la de Alemania, conviven con un escenario de recesión. En esta línea negativa, el incremento de los tipos de interés encarece las inversiones, lo que conduce a las corporaciones a ralentizar los proyectos.

Así que toca otro ejercicio más en defensa de los márgenes de rentabilidad. Todos miran el ejemplo de Siemens Gamesa (SG). El grupo eólico suma una cartera de pedidos de 33.700 millo­nes de euros, pero las inflaciones citadas y los precios pactados hace cuatro años, antes de la espiral negativa causada por la pandemia, le han llevado a acumular unas pérdidas de 3.300 millones. Es por ello que SG ha establecido un blindaje para los nuevos contratos de aerogeneradores. Los clientes asumen ahora parte de esas subidas.

Ralentización del ritmo de los pedidos por la incertidumbre

Los pedidos en 2023, de momento, se suceden a un ritmo ralentizado, a la espera de la evolución del mercado. Mientras, Estados Unidos sigue atrayendo a grupos industriales de Europa por sus incentivos fiscales.

Las actividades fabriles aplican la fórmula de trasladar a la factura de sus clientes la inflación de elementos externos que no pueden controlar. La industria de automoción reclama rebajas en el precio del acero.

Las negociaciones de las subidas salariales para contrarrestar una inflación en máximos generan protestas laborales que, asimismo, alteran la dinámica de las plantas. Mientras, la demanda sube poco a poco.

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