¿Por qué España no ha recuperado aún la actividad prepandemia?
Podría ser que no lo hayamos hecho necesariamente peor en la recuperación, sino que lo podríamos haber hecho peor en la caída
A la economía española le falta un suspiro para alcanzar el nivel de actividad (medido en términos de PIB) previo a la pandemia. Es cierto que se ha comentado que este dato pudiera matizarse por las posibles desviaciones que podrían haberse cometido en la medición de la actividad durante estos momentos de incertidumbre y volatilidad. Pero independientemente de esto, lo que no es menos cierto es que, por mucha desviación que se haya podido cometer en la medición del PIB (dudo que pueda superar el 2-3%), sería difícil congratularse a la vista de lo acontecido en otros países de nuestro entorno.
Una de las posibles explicaciones ante este comportamiento podría ser que, simplemente, lo hemos hecho peor. Suena a Perogrullo, pero por mi argumentación posterior, veremos que no lo es tanto. Podría ser que las políticas aplicadas durante este tiempo no hayan sido, simplemente, las más acertadas. También podría ser que nuestra estructura productiva, las restricciones a la actividad durante el COVID o la mala suerte explicaran este relativo mal comportamiento. Incluso hay un estudio que apunta a una posible sobrerreacción de los ciudadanos ante las limitaciones a la actividad o movilidad. Hay muchas posibles causas de las cuáles sospechamos, pero aportar evidencia para escoger entre ellas es asunto para otra historia.
Pero otra explicación que no podemos descartar es que, simplemente, caímos más durante la pandemia y que, por mucho que lo hayamos podido hacer mejor desde entonces, no hemos logrado recuperar todo lo perdido. Es como si en una carrera, en vez de salir de la línea de salida lo hiciéramos cinco metros más atrás. La pregunta no sería, entonces, por qué hemos tardado más en recuperar nuestro nivel anterior a la pandemia sino por qué caímos más. Una cuestión muy diferente.
Para entender la diferencia entre ambas preguntas es importante saber algo más. Una economía (tejido productivo) no es como una goma de tirachinas que si la estiras vuelve a su situación previa de forma inmediata e instantánea. Cuando tienes un golpe como el de la primavera de 2020, al que sumas año y medio de restricciones a la actividad, la vuelta a la normalidad económica tarda en producirse. Esta necesita su tiempo. El potencial de crecimiento de una economía puede resultar dañado como consecuencia de una parada provocada por el confinamiento, más cuanto mayor fuera la dureza de las restricciones que se aplicaron. Si buscáramos un símil podría ser la de un enfermo que deja de recibir oxígeno en su cerebro. Cuanto mayor sea la intensidad de esta interrupción y mayor sea el tiempo en el que se deje de aportar oxígeno, mayores serán las cicatrices y más larga será la recuperación. Y nada dice que tenga que ser más rápida.
El gráfico de la derecha muestra la correlación para varios países de Europa entre la magnitud de la caída en la primavera de 2020 y el nivel de PIB alcanzado hasta el tercer trimestre de 2022 sobre el que tenía en el cuarto de 2019. Como se puede observar cuanto más cayó una economía, parece que menos lejos ha llegado. A pesar de que durante este período quienes más cayeron más crecieron (no hay gráfico, pero se confirma que hay convergencia en los países europeos) no es menos cierto que no existe ninguna razón para creer que si caes más, el rebote deberá ser más intenso, lográndose recuperar el PIB perdido en el mismo tiempo que aquellos países que menos contracción experimentaron.
La intuición, por lo tanto, nos dice que el cierre generó una pérdida mayor del potencial productivo de nuestra economía y solo con más tiempo ha sido posible recuperarlo. Sabemos que la dureza de las medidas de cierre de la actividad en España fueron, según los datos del Oxford Covid-19 Government Response Tracker (OxCGRT), de las más intensas junto con Gran Bretaña. Por ello, lideramos con la economía británica el ranking de contracción en Europa en el primer y segundo trimestre de 2020. A pesar de las medidas aplicadas, dicha contracción habría destruido más “masa muscular” que, en otros países, resultando por ello una dilación mayor en alcanzar la recuperación. En otras palabras, podría ser que no lo hayamos hecho necesariamente peor en la recuperación, sino que lo podríamos haber hecho peor en la caída.
Junto a esta idea resulta interesante comprobar si la aún no lograda recuperación es común entre los diversos sectores de la economía o se concentra en algunos de ellos. El gráfico de la izquierda muestra la respuesta a esta pregunta. Como se puede observar, sectores como comercio, transporte y hostelería y actividades recreativas experimentaron las mayores caídas en lo peor de los cierres. No creo que a nadie le sorprenda este hecho. Sin embargo, para finales de 2022 solo la construcción (de nuevo aparece este sector como protagonista cuando analizamos las consecuencias de la pandemia en la medición de la actividad sectorial), actividades recreativas, la industria, en particular la automoción y el sector público, muy curioso esto último, acumulaban un 3,5 % de brecha. Comercio, informática y comunicaciones, servicios profesionales y científicos y actividades financieras compensarían hasta dejarlo en poco más de un punto en el Valor Añadido Bruto (VAB) no agrario.
Así pues, que España sea de los pocos países que aún no han alcanzado su nivel (oficial) de actividad previo al confinamiento sugiere una buena batería de preguntas y posibles respuestas. Podemos pensar que no haberlo hecho ha sido debido a no elegir las políticas adecuadas. También podemos pensar, como he argumentado, que simplemente fuimos más duros en lo peor de la pandemia. Todo es posible. Pero permítanme en la última frase confesarles algo: yo apostaría por la última explicación.
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