Cómo preparar al Gobierno para futuras danas: la resiliencia antes de la crisis
Los cuatro mandamientos que una administración debe interiorizar para minimizar los daños de una dana
Lleva en el diccionario de la RAE menos de un año, pero es una palabra que entendemos todos. Y que nos aterra. Si hablamos de dana -depresión aislada en niveles altos- a todos nos vienen a la cabeza imágenes de Valencia y las terribles consecuencias del episodio de 2024. Y sobre todo nos invade una certeza que genera desasosiego: este tipo de fenómenos climatológicos se volverán a repetir.
La inteligencia artificial, que nos...
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Lleva en el diccionario de la RAE menos de un año, pero es una palabra que entendemos todos. Y que nos aterra. Si hablamos de dana -depresión aislada en niveles altos- a todos nos vienen a la cabeza imágenes de Valencia y las terribles consecuencias del episodio de 2024. Y sobre todo nos invade una certeza que genera desasosiego: este tipo de fenómenos climatológicos se volverán a repetir.
La inteligencia artificial, que nos puede ayudar en casi todo, no nos será de gran ayuda para prevenir catástrofes naturales extremas. Y es por una razón. Las redes neuronales solo predicen basándose en patrones del pasado. En el caso de la meteorología se remontan, como mucho, a unos doscientos años, si bien la serie histórica de Aemet (los datos verdaderamente fiables) empieza en 1961. Si nos enfrentamos a elementos nuevos, no puede ni imaginarlos.
Las inundaciones causadas por el huracán Harvey en 2017, por ejemplo, fueron un fenómeno único que se produce cada 2.000 años. Y aunque, es frecuente que cada vez haya más cosas infrecuentes, no son fáciles de prever. La ciencia avanza hacia ese modelo, pero aún estamos en proceso.
A lo que sí nos puede ayudar mucho la tecnología, sin embargo, es a prevenir y gestionar los efectos de estas danas, tsumanis, incendios y fenómenos inesperados. Ya lo hace, de hecho. La gestión posterior al desastre de la dana de Valencia hubiera sido imposible sin el apoyo de la inteligencia artificial.
Hablamos de un incidente que afectó a 145.000 vehículos. Si lo ponemos en dimensión, es tanto como la población de Salamanca, Logroño o Marbella. Como si todos hubiesen perdido el coche de repente. Las compañías de seguros no daban abasto.
Tampoco las administraciones públicas. El Consorcio de Compensación de Seguros es una entidad pública empresarial que indemniza los daños por siniestros extraordinarios como inundaciones, terremotos, tormentas, atentados terroristas, motines y tumultos populares. Una entidad que, para gestionar el aluvión de reclamaciones tras esos trágicos días, aplicó tecnologías de IA documental y semántica para agilizar la tramitación de siniestros.
Sus responsables aseguran que los sistemas de IA son capaces de procesar, clasificar y resumir la información con una reducción del 50% en los tiempos de gestión. Este enfoque acelera la tramitación y permite que personas en una situación muy vulnerable puedan saber cuánto antes si tienen derecho o no a una indemnización y en qué cuantía.
Resiliencia antes de la crisis
Ahora bien, ¿qué hacer antes de que llegue la crisis? ¿Es posible, si no anticiparla, reducir sus efectos con la tecnología adecuada? La respuesta, a la luz del reciente informe Building Community-Based Resilience de IBM, es que sí. Y no por arte de magia, sino con planificación, tecnología y una transformación profunda de cómo las administraciones públicas entienden la gestión del riesgo.
Lo que revela este documento es una idea contundente: prevenir no es anticipar, sino dotar a las comunidades, municipios y organismos locales de capacidad real y autónoma para actuar antes de que la emergencia sea irreversible. Y hay precedentes que demuestran que esto es posible.
En Texas existe un portal (BeforeDuringAfter.com) que centraliza más de 10.000 fuentes oficiales en una única plataforma. El objetivo es sencillo: poner en manos de ciudadanos y pequeñas empresas información verificada, localizada y en tiempo real, antes, durante y después de un desastre. Su impacto es doble: combate la desinformación y facilita que las autoridades locales lleguen donde sus propios canales no alcanzan.
En Reino Unido, el reemplazo de una red obsoleta por un sistema moderno y unificado basado en tecnología móvil permite a policías, bomberos y sanitarios compartir voz, vídeo y geolocalización en tiempo real, incluso en zonas remotas. Por su parte, en Florida, un territorio a menudo asolado por huracanes y lluvias extremas, la administración ha apostado por una estrategia basada en datos, modelos predictivos y herramientas GIS accesibles a cualquier organismo público. Esto permite identificar vulnerabilidades desde el minuto cero, priorizar inversiones y diseñar infraestructuras preparadas para escenarios futuros
Más allá de los casos concretos, hay cuatro aprendizajes finales que cualquier administración pública debería interiorizar si quiere prevenir catástrofes como una DANA. Estos son sus cuatro mandamientos:
- Distribuir la capacidad operativa hacia el punto de impacto. Cuando llega una emergencia, los primeros minutos definen el desenlace. Si las decisiones dependen de niveles jerárquicos superiores, el sistema se paraliza. La lección es clara: hay que empoderar a los municipios, comarcas y agentes locales, dotándolos de capacidades, datos y autonomía para actuar sin esperar autorizaciones centralizadas. En España, donde la estructura competencial es compleja, este punto es especialmente crítico.
- Información accesible, en tiempo real y para todos. El informe lo deja meridianamente claro: la falta de información o su fragmentación puede ser tan dañina como la propia catástrofe. Las administraciones deben apostar por plataformas interoperables, abiertas y basadas en datos verificados, que permitan que todos -bomberos, policía local, servicios sociales, voluntarios, ciudadanía- trabajen con el mismo mapa de situación. La experiencia texana muestra que integrar fuentes diversas reduce confusión, acelera decisiones y salva negocios y vidas.
- Planificación basada en datos y en escenarios futuros. No basta con mirar lo que ocurrió en la última dana: hay que proyectar lo que ocurrirá en la siguiente. Florida demuestra cómo utilizar modelos predictivos, escenarios de riesgo y bases de datos estandarizadas para planificar inversiones inteligentes a largo plazo. España, donde la planificación hidráulica y urbana suele arrastrar décadas de inercia, tiene aquí un desafío y una oportunidad.
- Redes integradas que funcionen incluso bajo presión. La resiliencia no se improvisa: se ensaya, se prueba y se construye antes del desastre. Esto significa acuerdos formales, entrenamientos conjuntos, estándares compartidos y sistemas redundantes. El caso británico es paradigmático: cuando todo falla, la interoperabilidad marca la diferencia entre el caos y la coordinación.
Las danas no van a desaparecer. La cuestión es si España quiere seguir lamentando cuantiosos daños o si prefiere convertirse en un país que anticipa, planifica y protege. La tecnología está disponible, los modelos funcionan y los beneficios son tangibles. Lo prioritario ahora es que no se transforme en un asunto de voluntad política. Si no actuamos ahora, la próxima dana no será una sorpresa. Será un fracaso anunciado.