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El crecimiento se modera. Aprovechémoslo

España debe hacer sus deberes, empezando por el mandato constitucional de presentar unos Presupuestos por parte del Gobierno

La economía española pierde algo de brío, pero sigue mostrando una fortaleza inusitada respecto al resto de grandes países europeos. El PIB progresó un 0,6% entre julio y septiembre, según confirmó ayer el INE. Supone el noveno trimestre consecutivo, más de dos años, con un crecimiento superior a los 0,6 puntos y supone un estimable avance del 2,8% en términos interanuales.

Ni los aranceles que ha impuesto el presidente de EE UU, Donald Trump, al resto del mundo, ni la atonía de algunos de sus mayores socios (principalmente Francia y Alemania, que hoy presentarán sus propios avances del PIB) parecen haber hecho gran mella en la evolución económica de España. Los datos insisten en mostrar un fuerte tirón de la demanda interna, sostenida en la inversión y el consumo.

Pero ese círculo virtuoso en el que parece haber entrado la economía española no puede llevar a la complacencia. En las cifras del tercer trimestre, siendo buenas, asoman los primeros signos de ralentización. Un freno casi forzoso cuando, en el que es quizás el dato más preocupante, la demanda externa resta seis décimas al conjunto del PIB. El sector exterior ha ido claramente de más a menos en lo que va de año, acorde con la guerra comercial y el estancamiento de algunas de las principales economías. En un mundo globalizado, sería una fantasía pensar que España pudiera ser inmune a esos condicionantes externos. El debate que se abre ahora es más bien la magnitud de lo que pueda venir. Si será una moderación del crecimiento o un frenazo. Las previsiones de los principales organismos económicos, y del propio Gobierno, apuntan que el año que viene España crecerá notablemente menos que este 2025. En torno a un punto menos.

No parece suficiente para caer en el catastrofismo. Pero tampoco tiene sentido mantener un relato triunfal sobre la marcha económica, que ya no parece corresponderse con lo que está por llegar. En lugar de seguir la lógica hiperbólica en la que parece instalada la clase política, sería conveniente afrontar este momento de inflexión con realismo. España debe hacer sus deberes, empezando por el mandato constitucional de presentar unos Presupuestos por parte del Gobierno.

Ello no exime a la oposición, que no deja de ser gobierno en muchas partes del Estado, de comportarse de manera responsable. En el horizonte hay grandes retos en materia de consolidación fiscal, pensiones o vivienda. Desafíos que, si ya parecen mayúsculos ahora, lo serán más con un crecimiento más contenido. Mejor prepararse cuando las cosas marchan bien.

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