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La calle se mueve por Palestina más rápido que la UE

Algo puede estar cambiando, pero es demasiado poco y demasiado tarde

Las protestas contra Israel por la matanza en Gaza, y la extensión de la ocupación en Cisjordania, estalló en las calles de Madrid el domingo en la etapa final de la Vuelta a España, como antes había hecho en otros puntos del recorrido. Ni la organización ni las autoridades acertaron a hacer compatible el derecho a la manifestación y el transcurso de la carretera. Fue un error tratar de mantener un recorrido por la capital como cualquier año cuando era conocido lo que se preparaba. La protesta fue mayoritariamente pacífica, pese a algunos incidentes, y refleja el hartazgo de tantos ciudadanos por las acciones israelíes contra los palestinos, que cada vez más voces califican de genocidio y que la justicia internacional investiga como tal.

La competición ciclista se vio alterada desde el primer día por la presencia del equipo que lleva el nombre de Israel, propiedad de Sylvan Adams, un empresario muy cercano a Benjamín Netanyahu y partidario de la guerra. Ante el espanto mundial por las imágenes de destrucción, muerte y desnutrición, la presencia de Israel en las competiciones deportivas internacionales recibe cada vez mayor contestación. Y la comparación es dolorosa cuando se recuerda que Rusia fue excluida del deporte mundial por la vía rápida tras la invasión de Ucrania.

La Champions League, la Euroliga de baloncesto o el Festival de Eurovisión pueden ir tomando nota de la presión popular para imponer sanciones a Israel. También las grandes empresas y fondos de inversión con intereses en ese país o en los territorios palestinos que ocupa. Uno de los factores de indignación es la pasividad de la Unión Europea, supuestamente un bloque comprometido con los derechos humanos. Van a cumplirse dos años de los atroces atentados de Hamás que desencadenaron la cruel y desproporcionada ofensiva contra Gaza. En todo este periodo la UE no ha sido un actor relevante, y ni siquiera ha sido capaz de ofrecer una voz unida. El Gobierno español es de los más significados en la condena a Israel, pero ese planteamiento está lejos de ser unánime entre los Veintisiete.

Algo puede estar cambiando, pero es demasiado poco y demasiado tarde. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, propuso la semana pasada suspender la parte comercial del Acuerdo de Asociación con Israel y sancionar a los ministros más extremistas de Netanyahu. El Parlamento Europeo le dio su respaldo por amplia mayoría. No hay soluciones mágicas ni rápidas. Pero el ejemplo de Sudáfrica revela que, a largo plazo, el aislamiento de un país por los crímenes de sus gobernantes puede llevar al fin de la opresión.

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