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Saber cuándo se acaba la partida

Es posible que el BBVA haya pecado de exceso de confianza en su ofensiva por el Sabadell

En estas semanas, el consejo de administración del BBVA, con su presidente Carlos Torres al frente, tendrá que tomar una decisión definitiva sobre la opa que lanzaron hace poco más de un año para hacerse con el Banco de Sabadell. Una decisión que se producirá en un escenario completamente dispar al que seguramente habían previsto. El hecho es que, transcurridos estos quince meses, la evolución del Sabadell ha sido netamente superior a la del BBVA. Lo ha sido en términos de resultados, en generación de valor, en retribución del accionista y en la evolución de las cotizaciones respectivas. Mient...

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En estas semanas, el consejo de administración del BBVA, con su presidente Carlos Torres al frente, tendrá que tomar una decisión definitiva sobre la opa que lanzaron hace poco más de un año para hacerse con el Banco de Sabadell. Una decisión que se producirá en un escenario completamente dispar al que seguramente habían previsto. El hecho es que, transcurridos estos quince meses, la evolución del Sabadell ha sido netamente superior a la del BBVA. Lo ha sido en términos de resultados, en generación de valor, en retribución del accionista y en la evolución de las cotizaciones respectivas. Mientras, la prima que se ofrecía por las acciones del Sabadell ha desaparecido; de hecho, desde hace meses se sitúa en negativo (por debajo del 7,5% el miércoles al cierre). Podríamos decir, en consecuencia, que los mercados ya han emitido su veredicto. La sentencia es nítida. La operación ha perdido el sentido estratégico que la avalaba y, por supuesto, el interés económico para los accionistas del Sabadell.

La puntilla se la han dado, por un lado, el Consejo de Ministros del 24 de junio, que elevó considerablemente el nivel de las condiciones de la opa, al aplazar entre tres y cinco años la fusión por absorción de los dos bancos. Durante los próximos tres años, como mínimo, en caso de mantener viva la operación, el BBVA no estaría autorizado a impulsar ni siquiera la migración del Sabadell a su plataforma tecnológica, ni a la integración de la gestión, lo que limitaría drásticamente el aprovechamiento de cualquier sinergia. Tampoco tendría autorización para impulsar ningún expediente de reducción de plantilla, ni podría condicionar el consejo de administración del Sabadell, que actuaría con absoluta independencia. Unas condiciones que los catorce miembros del consejo de administración están obligados a observar en su literalidad y su finalidad, si no quieren incurrir en responsabilidades por incumplimiento de la Ley de Defensa de la competencia.

Por otro, la venta de la filial británica del Sabadell, TSB, al Santander ha sido determinante. Los accionistas del banco, que recientemente volvió a domiciliar su sede social en Cataluña, recibirán 2.500 millones de euros en forma de dividendos. Una aportación que aumenta la propuesta de valor de Sabadell a sus accionistas y deja más corta aún la oferta de BBVA. Ahora, según los plazos fijados, tendrán que elegir entre la venta de sus títulos al BBVA o el cobro por los dividendos correspondientes a la operación de TSB.

En todo momento, el éxito de la opa se daba por descontado, como si fuera tan imbatible como inevitable. Es posible que el BBVA haya pecado de exceso de confianza. A veces les ocurre a los grandes, si bien no siempre terminan comiéndose a los pequeños. La verdad es que el Sabadell ha sabido administrar sus bazas con inteligencia y eficacia. Su arraigo territorial, su condición de banco referente de la pequeña y la mediana empresa y el activo apoyo sindical que ya se estaba preparando ante el previsible conflicto laboral, han contribuido a condicionar la decisión del gobierno en favor de una opa al límite de lo razonable para el BBVA.

Poco a poco se ha ido instalando la percepción de que ni la propuesta era tan imbatible ni tan imparable. En estos momentos, también la sensación de que las cifras tampoco la avalan. Dos de los principales referentes de la información y el análisis económico y financiero, como son Bloomberg y el Financial Times, ya han sentenciado que lo más razonable es desistir de la opa. Una afirmación de la que el sector, sin duda, ha tomado buena nota.

Quizá sea oportuno recordar las palabras del presidente del BBVA cuando, en mayo de 2024, le escribía a su homólogo del Sabadell lo siguiente: “Considero que es muy importante que tu consejo de administración conozca que BBVA no tiene ningún espacio para mejorar los términos económicos”. “En nuestra propuesta ya hemos agotado todo el espacio que teníamos”. “Desde el martes pasado, el mercado también ha dejado claro que no hay más posibilidades de subida, pues la capitalización bursátil de BBVA ha descendido en el periodo en más de 6.000 millones”. Si las cosas eran así hace unos meses, está claro que ahora las circunstancias han seguido empeorando como para poner en duda que el banco de Carlos Torres deba persistir en su propósito. Es un hecho.

De todo esto es perfectamente consciente el consejo de administración del BBVA. Por lo tanto, debe ser consciente también de que la consistencia y el sentido estratégico que la opa hostil pudo tener hace un año, ahora los ha perdido totalmente. Una decisión que no sea la de desistir en su intención podría obedecer a un acto de orgullo corporativo herido más que a la posibilidad real de obtener valor y beneficio para su entidad y sus accionistas.

El éxito no solo está casado con la victoria; también lo está con la inteligencia cuando esta sirve para saber interpretar si se dan las circunstancias para alcanzarlo. Reconocer y aceptar que el escenario ha cambiado por completo, y que las condiciones que justificaban la operación ya no concurren, es un acto de realismo e inteligencia que, con toda seguridad, los accionistas del BBVA sabrán valorar en el presente, y que además se traducirá en dosis de confianza para el futuro. Otra cosa sería asumir riesgos poco aconsejables para cualquier institución financiera, por sólida que sea. Saber si se ha acabado la partida; esa es la responsabilidad y la decisión a la que se deberán enfrentar los catorce consejeros del BBVA y su presidente, Carlos Torres.

Miquel Àngel Escobar es consultor de comunicación y formador para la transformación de organizaciones, y miembro del consejo asesor y senior advisor de LLYC

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