Es hora de que el resto de Occidente se una
Europa, Japón y Canadá ya no pueden confiar en EE UU: tienen que cortar su dependencia
El resto de Occidente ya no puede depender de Estados Unidos. La Unión Europea, Japón, Gran Bretaña, Canadá y otros países deben reducir su dependencia de Washington sin depender de China. Eso significa destetarse del dólar, impulsar la cooperación en comercio y defensa, y tender la mano a economías emergentes como India. A medida que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace oscilar su bola de demolición a través del sistema de comercio mundial y amedrenta a antiguos aliados estadounidenses incondicionales, otros países desarrollados tendrán que formar un nuevo club sin Estados Unid...
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El resto de Occidente ya no puede depender de Estados Unidos. La Unión Europea, Japón, Gran Bretaña, Canadá y otros países deben reducir su dependencia de Washington sin depender de China. Eso significa destetarse del dólar, impulsar la cooperación en comercio y defensa, y tender la mano a economías emergentes como India. A medida que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace oscilar su bola de demolición a través del sistema de comercio mundial y amedrenta a antiguos aliados estadounidenses incondicionales, otros países desarrollados tendrán que formar un nuevo club sin Estados Unidos. Mark Carney, primer ministro de Canadá, así lo ha sugerido.
A Trump le disgustará cualquier iniciativa que huela a otros países uniendo fuerzas contra Estados Unidos. Ya ha advertido a Canadá y a la Unión Europea de que no coordinen su respuesta a su caótica política arancelaria.
El enorme giro de 180 grados del presidente en materia de comercio la semana pasada ha debilitado su posición en la escena mundial. Pero sigue siendo una fuerza formidable. Así que el resto de Occidente haría bien en evitar enemistarse innecesariamente con él. Trump no solo está destrozando el sistema de comercio mundial. Su administración está socavando la fe en el dólar, que representa el 58% de las reservas oficiales.
Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de Estados Unidos, se ha quejado de que la condición del billete verde como moneda de reserva preferida en el mundo significa que está crónicamente sobrevalorado. Ha propuesto varias ideas para remediarlo, entre ellas obligar a los aliados a canjear bonos del Tesoro a corto plazo por deuda pública a 100 años a cambio de beneficiarse del paraguas de seguridad estadounidense.
Esto supone una oportunidad, además de una amenaza, para el resto de Occidente. La Unión Europea tiene la oportunidad de promover el euro, que representa el 20% de las reservas oficiales, ganando así algunos de los privilegios que ahora corresponden al dólar. Esto reduciría sus costes de endeudamiento al tiempo que reduciría la capacidad de Washington para utilizar el chantaje financiero.
La UE podría reforzar el euro emitiendo más bonos propios. Ello aumentaría la liquidez, lo que paradójicamente podría reducir los rendimientos. El bloque tendría que superar primero la alergia de algunos Estados miembros, como Alemania, al endeudamiento conjunto. Pero si utilizara el dinero para reforzar sus fuerzas armadas obtendría un doble beneficio. Mientras la UE no pueda defenderse, será vulnerable al acoso de Estados Unidos y Rusia. Lo mejor sería asociarse con otros países occidentales para crear una industria de defensa eficaz y transfronteriza. En ese escenario, la inversión militar ahora también podría ayudar a evitar una recesión. A Trump tampoco le gustaría. Aunque Estados Unidos está presionando a sus aliados para que gasten más en seguridad, quiere que compren material estadounidense. Pero eso no tiene sentido, ya que no pueden seguir dependiendo de Washington.
La UE, segunda economía mundial después de EE UU necesita estar en el centro del club del resto de Occidente. Una nueva y audaz relación con Gran Bretaña podría ser el primer paso. Después, la prioridad sería establecer vínculos con otras grandes economías «occidentales»: Australia, Canadá, Japón y Corea del Sur. Todos ellos comparten intereses y valores similares. En conjunto, la UE y estos otros grandes países occidentales representaron el 30% de la producción mundial el año pasado, más que Estados Unidos, que produjo el 27%, y China, que representó el 17%, según datos del Fondo Monetario Internacional.
Este club ampliado podría entonces establecer vínculos con las grandes economías emergentes, especialmente Brasil, India, México, Turquía y el grupo ASEAN-5 de países del sudeste asiático. Estos países representaron otro 11% de la producción mundial el año pasado. Todos ellos buscarán nuevos socios comerciales si Estados Unidos acaba imponiéndoles aranceles desorbitados.
Cuanto más reduzcan estos países de Occidente y del «Sur Global» las barreras comerciales y de inversión entre ellos, más amortiguarían el golpe de las políticas de Trump. Se beneficiarían de las economías de escala, al tiempo que se especializarían en sectores en los que tienen ventajas comparativas. El capital fluiría hacia los lugares con mejores rendimientos y surgirían nuevas cadenas de suministro.
No será fácil recortar las barreras comerciales debido a la necesidad de enfrentarse a intereses creados. Pero no hay nada como una crisis para obligar a los políticos a abordar temas espinosos. La UE, que está a punto de cerrar acuerdos comerciales con México y el bloque sudamericano Mercosur, pretende ahora hacer lo mismo con la India y los Emiratos Árabes Unidos.
Cuanto más ambicioso sea el resto de Occidente a la hora de impulsar la cooperación entre sí y con las economías emergentes, menor será el riesgo de que tenga que depender de China. Australia ya ha rechazado una oferta de la República Popular para unir fuerzas contra Estados Unidos. Japón, Corea del Sur, India y muchos países de la ASEAN también se sienten amenazados por Pekín. Europa está expuesta indirectamente porque la República Popular es el principal respaldo de Rusia, que ha invadido Ucrania.
Pekín también buscará nuevos mercados para sus productos ahora que Estados Unidos ha impuesto aranceles del 145% a las importaciones chinas. Otros países pueden defender sus industrias imponiendo aranceles antidumping. Pero convendría ser selectivos. Por ejemplo, podría tener sentido comprar grandes cantidades de minerales chinos de tierras raras ahora que Pekín ha restringido severamente su exportación a Estados Unidos. Europa y Japón también podrían comprar paneles solares chinos para acelerar el despliegue de las energías renovables y reducir su dependencia del gas estadounidense.
Es posible que los países desarrollados puedan cooperar con China en cuestiones como el cambio climático, del que Trump ha dicho que es un engaño. Pero seguirán necesitando mantener las distancias en muchos temas. Cortar la dependencia tanto de Washington como de Pekín al mismo tiempo llevará tiempo y será costoso. Pero el resto de Occidente podría lamentarlo si no lo hacen.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.