Las claves: la aristocracia ya no es lo que era

La vieja guardia ve ahora cómo los que mandan son los nuevos burgueses, tecnológicos, frescos y, en no pocos casos, intangibles

Fachada de la Bolsa de Nueva York.Caitlin Ochs (REUTERS)

Hay en el mundo financiero estadounidense un selecto grupo de empresas que son calificadas de aristócratas, un título nobiliario al que solo pueden acceder los valores de un cierto tamaño y que, sobre todo, pagan dividendo a sus accionistas. En los tiempos de los tipos por los suelos, vivieron una vida plácida como alternativa a los depósitos infrarremunerados, pero ahora les ha llegado su pequeña revolución: Legget y Platt, y 3M, dos de sus máximos exponentes, se han caído de la lista, en un reflejo esclarecedor del cambio de rumbo de la economía occidental: la vieja guardia, los que fabrican cosas tangibles, comunes, diarias, ya no interesan.

La antigua aristocracia ve cómo los que mandan ahora son los nuevos burgueses, tecnológicos, frescos y, en no pocos casos, intangibles (véase la IA, que tiene más de potencia que de sustancia, que diría Aristóteles). Un nuevo orden bursátil y económico del que advirtió ayer el presidente saliente de EE UU, Joe Biden, en su discurso de despedida, pero que, en realidad, solo confirma un axioma del que ya advertía Lampedusa en su Gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual.

La batalla judicial por la exclusividad de comercializar la felicidad

La felicidad –su exhibicionismo y comercialización– se juega en los tribunales españoles. Mr. Wonderful (señor Maravilloso, por su traducción literal del inglés) se enfrenta a la cadena Ale-hop por la similitud de sus productos, conocidos ambos por mostrar mensajes positivos y motivantes. Lo suyo sería que ambas predicasen con el ejemplo que comercializan y todo este embrollo acabe en un acuerdo amistoso. “Sonríe, todo va a estar bien”, reza la portada de una de las agendas de Ale-hop. “Soñar, lograr y volver a empezar”, recoge una de las de Mr. Wonderful. Y perdonar. Hay que saber perdonar.

Las ‘crisis’ del lujo siempre necesitan comillas

Durante la crisis financiera se popularizó un conocimiento de barra de bar que venía a decir que, en japonés, la palabra crisis significa, también, oportunidad. Técnicamente, lo que ocurre es que uno de los caracteres que la conforman significa, efectivamente, oportunidad, y el otro peligro. Una cosa es, sin embargo, indiscutible: hay crisis y crisis. La del lujo en estos meses, marcada sobre todo porque su mayor mercado, los ricos chinos, se ha ajustado un poco el cinturón, es de esas crisis que obligan a reflexionar sobre la profundidad (o ligereza) del término. Porque ricos hay siempre (y no cogen el metro, ni compran su ropa en grandes cadenas). Ahora, el sector vive un pequeño resurgir tras ese efímero hundimiento, al calor de las ventas de Cartier.

La frase

La UE debe buscar un gran acuerdo con EE UU e intentar evitar un conflicto comercial. El contundente instrumento de limitarse a subir los aranceles ahoga el crecimiento
Ola Källenius, presidente de la patronal europea de la automoción (ACEA), y CEO de Mercedes-Benz

Los riesgos de abusar de los chuletones o las salchichas

“A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. En una de sus escasas salidas de guion (al menos en apariencia) al estilo Rajoy, Pedro Sánchez dejó clara su preferencia por las carnes rojas, criticadas por el entonces ministro Alberto Garzón, y que habitualmente están en el foco por sus posibles peligros para la salud. Ahora un estudio señala que el riesgo es mayor si son procesadas, es decir, las salchichas, el bacon o la mortadela. En concreto, están vinculadas al desarrollo de demencia. Las carnes rojas no procesadas, con todo, sí que puede contribuir a la diabetes tipo 2 o la enfermedad cardiaca.

Al final, como con todo, en el punto medio está la virtud; y lo que puede resultar saludable para una persona (se llame o no Pedro Sánchez) no tiene por qué serlo para otra.

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