El cambio de régimen en Siria pone el foco en Trump y en Irán

El derrocamiento del presidente Bachar el Asad es el último revés para sus partidarios en Teherán

El ejército israelí se despliega en los Altos del Golán, ayer.ATEF SAFADI (EFE)

El derrocamiento de Bachar el Asad es un acontecimiento sísmico para Oriente Próximo y más allá. La destitución del presidente sirio, que ha huido a Moscú, pone fin a más de 50 años de gobierno de su familia y supone el regreso de un dirigente que utilizó armas químicas contra su propio pueblo y presidió una guerra civil que provocó el éxodo de alrededor de una cuarta parte de la población. Aunque las consecuencias para la región son difíciles de predecir, una cuestión es si el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, adopta ahora un enfoque más agresivo con los partidarios de Assad en Irán.

El cambio de régimen en Siria supone un serio revés tanto para la República Islámica como para Rusia, el otro principal apoyo exterior de Assad. La estrategia del «anillo de fuego» de Teherán se basaba en rodear a Israel de fuerzas indirectas que disuadieran los ataques contra Irán y su floreciente capacidad nuclear. Sin embargo, sólo en la segunda mitad de 2024, Israel ha matado a varios altos dirigentes del grupo militante libanés Hezbolá y ha asesinado a un alto cargo de Hamás en suelo iraní. Ahora Teherán corre el riesgo de perder su ruta terrestre para abastecer a esos grupos a través de Siria.

Trump podría simplemente esperar que Irán se desmorone: cuanto más débil se perciba, más podría su propio pueblo reavivar e intensificar las protestas antigubernamentales que estallaron por última vez en 2022. Sin embargo, el ex presentador de telerrealidad ha dejado claro que aplicará la “máxima presión”, con la esperanza de reducir las exportaciones de petróleo iraní de los 1,7 millones de barriles diarios actuales, limitando así la capacidad de Teherán para financiar a sus aliados. Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, podría ser partidario de atacar directamente las instalaciones nucleares iraníes.

Trump escribió ayer en su plataforma Truth Social que Assad había huido de su país y que Rusia ya no estaba interesada en protegerlo: “No había ninguna razón para que Rusia estuviera allí en primer lugar. Perdieron todo interés en Siria por culpa de Ucrania (...) una guerra que nunca debería haber empezado y que podría durar para siempre”.

El presidente electo, que asumirá el cargo el 20 de enero, añadió que Rusia e Irán, el otro principal respaldo de Assad, “están en un estado debilitado en este momento, uno por Ucrania y una mala economía, el otro por Israel y su éxito militares”.

Una escalada por parte de un Israel envalentonado, respaldado por Estados Unidos, tendría importantes consecuencias para la estabilidad regional y para el precio del petróleo. Irán podría responder con ataques directos con misiles de mayor envergadura contra Israel, como el que desencadenó en octubre. Y podría obstaculizar el estrecho de Ormuz, por el que pasa petróleo equivalente a una quinta parte del suministro mundial diario. Aunque Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos podrían utilizar su capacidad excedentaria de crudo para paliar parte de la escasez, el precio del petróleo seguiría aumentando.

Mientras tanto, Siria no tiene nada claro que vaya a pivotar pacíficamente hacia una situación más tranquila. Hayat Tahrir al-Sham (HTS), el más visible de los diversos grupos rebeldes que depusieron a Assad, sigue estando clasificado como organización terrorista por Estados Unidos y otros Estados occidentales. Como grupo islamista, también será visto con profundo recelo por las monarquías de la región, como los EAU. El riesgo es que, a pesar de deshacerse de Assad –una fuente aparente de inestabilidad durante más de una década–, Siria y la región en general se vuelvan aún más volátiles.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías

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