La debacle del Gobierno alemán tiene un lado positivo
Esta nueva crisis da al país la oportunidad de debatir y, con suerte, enmendar su freno de la deuda
A primera vista, Olaf Scholz tiene un extraño sentido de la oportunidad. El canciller alemán liquidó su propio Gobierno el día en que la reelección de Donald Trump subrayó la necesidad de que Europa cuente con Gobiernos fuertes y decisivos. Pero, tras meses de amargos desacuerdos en la coalición, esta nueva crisis también da a Alemania la oportunidad de debatir y, con suerte, enmendar su freno de la deuda.
El Ministro de Finanzas, Christian Lindner, fue despedido antes de que pudiera dimitir tras un agrio debate de meses sobre el Presupuesto para 2025. El socialdemócrata Scholz y sus aliados Verdes querían destinar más fondos a limitar los costes energéticos de la industria, ayudar a la automoción y seguir ayudando a Ucrania. Para ello abogaban por suspender el freno a la deuda, votado en la Constitución en 2009, y que limita los déficits al 0,35% del PIB. La norma permite solo pequeñas variaciones en los malos tiempos, y solo puede suspenderse en caso de emergencia nacional.
Nunca tuvo mucho sentido, para empezar. Tuvo que suspenderse en 2020 por la covid. Scholz argumenta que la guerra con Rusia es otra de esas emergencias. Ni siquiera debería tener que usar esa excusa: la economía del país lleva dos años seguidos contrayéndose. Y los problemas de la actividad no empezaron con la covid o la crisis energética: la producción industrial lleva cayendo desde 2017.
Alemania podría haberse endeudado más en los seis años 2016-21, en los que en su mayoría podía pedir prestado a tipos negativos. En cambio, su carga de deuda se mantuvo estancada en torno al 67% del PIB, muy por debajo de la media del 89% de la zona euro durante todos estos años. Y a la lista de prioridades de gasto que ha dado esta semana, Scholz podría haber añadido la necesidad de compensar la escasez de inversión pública durante una década.
Es poco probable que el canciller sobreviva a las elecciones anticipadas –probablemente en marzo– que seguirán a la moción de confianza que ha convocado para el 15 de enero. Ha invitado a su probable sucesor, el conservador Friedrich Merz, a mantener conversaciones sobre cómo seguir apoyando a Ucrania y sacar a la economía de su letargo. Si la próxima campaña electoral brinda la oportunidad de un debate serio sobre el freno de la deuda y, en general, sobre el gasto público, esta crisis no será baldía.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías