Por qué a Torres le importa más bien poco que Cuerpo frene la fusión BBVA-Sabadell

El mercado descuenta fórmulas para que la entidad vasca desguace e integre poco a poco la vallesana sin necesidad de una liquidación societaria

El presidente de BBVA, Carlos Torres Vila (d), y el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo (i).Pedro Puente Hoyos (EFE)

Corría el mes de mayo y el BBVA anunciaba su intención de absorber el Banco Sabadell. Planteaba una operación de compra no precisamente amistosa para el consejo de administración de la entidad vallesana. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, tardaba apenas horas en reaccionar y dejaba claro el sentir del Gobierno. “Rechazamos la operación, esta opa hostil, tanto en la forma como en el fondo, por los efectos lesivos potenciales que puede tener”. Y se centraba en tres. En primer lugar, en lo que el proceso introducía de incertidumbre. En segundo, en términos de reducción de la competencia en e...

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Corría el mes de mayo y el BBVA anunciaba su intención de absorber el Banco Sabadell. Planteaba una operación de compra no precisamente amistosa para el consejo de administración de la entidad vallesana. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, tardaba apenas horas en reaccionar y dejaba claro el sentir del Gobierno. “Rechazamos la operación, esta opa hostil, tanto en la forma como en el fondo, por los efectos lesivos potenciales que puede tener”. Y se centraba en tres. En primer lugar, en lo que el proceso introducía de incertidumbre. En segundo, en términos de reducción de la competencia en el sector financiero y, finalmente, vinculado a lo anterior, en el impacto de la integración en la “cohesión territorial” y en la “vertebración del territorio”. Casi cinco meses después del movimiento, el ministro no se ha movido un ápice de ese planteamiento. No lo ha hecho en público, que es lo que toca, pero tampoco en privado, según cuentan quienes le conocen bien. No ha dejado, por ahora, una sola rendija abierta a la esperanza. Y el Ejecutivo, vía consejo de ministros, tiene la ultima palabra a la hora de autorizar la fusión. Pintan bastos.

“No tiene sentido. El mercado no entendería que, si los accionistas de Sabadell deciden ir adelante con la fusión, el Gobierno la frenara. No ha pasado nunca y terminaría cayendo por su propio peso”, expone un consultor de larga trayectoria en el análisis del sector bancario. Fuentes financieras próximas a la operación explican que para BBVA supondría una cierta incomodidad, pero no un detonante a la hora de abandonar la transacción. Obviamente, las sinergias contempladas en la fusión no se lograrían de inmediato, pero seguirían siendo la hoja de ruta en un horizonte de medio plazo. Cabría esperar en un primer momento, eso sí, que BBVA consolidara los servicios centrales corporativos y diera servicio al Sabadell, pese al mantenimiento de las dos marcas tanto desde el punto de vista societario, si procede, como comercial.

“No seria de extrañar que, si llegamos a ese punto, BBVA fuera segregando, incorporando y depurando poco a poco las divisiones del Sabadell que el Gobierno considerara no estratégicas para la competencia y la cohesión territorial. En la medida en que el foco de Competencia y el propio Ministerio de Economía parece que está puesto en el servicio a pymes, Sabadell podría quedar como una marca destinada al segmento de pequeñas y medianas empresas, al menos de forma transitoria, dos o tres años”, subrayan estas fuentes. Ese modelo, en todo caso, solo se contempla en el sector de manera temporal y como una forma de maquillaje que permitiera al Gobierno salvar la cara y sostenella y no enmendalla. Desde luego, nadie duda de que si el banco de Carlos Torres logra el plácet del capital y obtiene el sí de la mayoría de accionistas, con el tiempo terminará integrando efectivamente el Sabadell y engullendo la marca. Además, huelga recordar que las instituciones permanecen y los políticos pasan. Y no todos tienen la misma aproximación al movimiento corporativo.

Por tanto, la batalla no se juega en el Consejo de Ministros. Si el expediente llega a ese cónclave, es que el BBVA ya la ha ganado y solo quedan por negociar las condiciones del armisticio. La contienda, por el contrario, se sustancia en parte en estos días a resultas de la decisión que tome la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) respecto a si la operación se resuelve en fase 1 o si el organismo que preside Cani Fernández entiende que el proceso tiene implicaciones relevantes para la competencia y requiere una investigación más detallada.

En ese segundo escenario, se abriría una segunda fase que retrasaría considerablemente los plazos y la incertidumbre, aumentando las posibilidades de que la transacción descarrile. No es casualidad que, en vísperas de esa decisión y conscientes de lo que hay en juego, los ejecutivos de ambas partes hayan endurecido el discurso -incluso con menciones de Josep Oliu al caso Villarejo por primera vez desde el lanzamiento de la opa-, disparado los dividendos y acelerado el cortejo de los núcleos de poder. Para el BBVA, no hay razón para prolongar la cuestión en el tiempo, hay que dejar decidir al accionista de Sabadell más pronto que tarde y es necesario reforzar la tesis de que la absorción de Bankia por CaixaBank tuvo el plácet regulatorio en fase 1.

No obstante, pese a esos esfuerzos y según aseguran fuentes conocedores del debate en el seno de la CNMC, el envío de la transacción a fase 2 esta prácticamente garantizado. Esa decisión implicaría, para empezar, “la participación de terceros interesados” en el proceso, según recoge en su protocolo la propia institución. Escuchar en audiencia a asociaciones de usuarios financieros, entidades rivales o a las propias comunidades autónomas afectadas llevará el procedimiento fácilmente hasta la primavera de 2025. En esos meses, si avista problemas graves de competencia, BBVA puede proponer renuncias concretas (los conocidos como remedies) para facilitar la integración. “El consejo puede decidir imponer condiciones a la concentración que complementen o sustituyan los compromisos propuestos por la notificante. Finalmente, en caso de que no existan compromisos o condiciones que permitan resolver los problemas de competencia identificados, podemos prohibir la concentración”, detalla la CNMC. Si esos requerimientos fueran excesivos e hicieran inviable lograr sinergias con la operación, BBVA podría retirar la opa, constituyendo uno de los pocos supuestos que le permiten dar un paso atrás. Un fracaso en ese punto también aliviaría al Gobierno, que evitaría tener que pronunciarse.

Desde la barrera, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) mira el festejo con el capote en ristre para salir a torear cuando toque. Hasta ahora, Rodrigo Buenaventura parece haber apostado por esperar a la CNMC para dar luz verde al proceso de aceptación de la opa. Con buen criterio, en tanto esquiva la laguna legal que puede provocar que los accionistas suscriban mayoritariamente la oferta pública de adquisición y esta colapse a posteriori por las duras exigencias de competencia. ¿Podrá mantener esa posición, por sensata que sea, si el análisis se va a fase 2 y amenaza con resolverse más allá de que se vayan las nieves? El culebrón va para largo.


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