Rescate a la banca: ¿puede volver a suceder?

El sector financiero está hoy mucho mejor preparado. Si surge una crisis no sería tanto del crédito privado como de la renta fija privada

Un empleado de Lehman Brothers abandona las oficinas del banco en Nueva York en septiembre de 2008.Chris Hondros (Getty Images)

El mundo cambió con la crisis de Lehman Brothers. De ese evento único en la historia financiera, aprendimos, como mínimo, dos cosas. La primera es que un banco de la máxima calificación crediticia puede quebrar sin recibir la ayuda de su banco central; cuestión distinta es saber si la decisión de la Reserva Federal fue correcta o no, pero cambió la manera de entender cómo funciona el sistema financiero. La segunda lección es que los ratios de solven...

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El mundo cambió con la crisis de Lehman Brothers. De ese evento único en la historia financiera, aprendimos, como mínimo, dos cosas. La primera es que un banco de la máxima calificación crediticia puede quebrar sin recibir la ayuda de su banco central; cuestión distinta es saber si la decisión de la Reserva Federal fue correcta o no, pero cambió la manera de entender cómo funciona el sistema financiero. La segunda lección es que los ratios de solvencia y de liquidez de un banco no garantizan en absoluto que el sistema no pueda sufrir una crisis aguda y casi instantánea. En España sabemos de esto: las crisis de Caja Castilla La Mancha, Caixa Catalunya, Bankia, Banco Popular… y otras se produjeron en días, no en semanas, desde que los mercados empezaron a tensionarse.

La crisis de Lehman pinchó la burbuja inmobiliaria a ambos lados del Atlántico y la crisis griega puso en cuestión un modelo de endeudamiento aplicado por muchos países europeos que no es sostenible y, por ende, puso en cuestión al propio euro. España aguantó mucho, se ponderó la fortaleza de los ratios de las entidades financieras, incluso nuestro país contribuyó con fondos al rescate griego, pero finalmente las crisis de las cajas puso el foco en la necesidad de restructuración del sector. El problema de gobernanza de las cajas era evidente, sus consejeros, elegidos entre partidos políticos y sindicatos en su inmensa mayoría, tomaban en ocasiones decisiones crediticias absolutamente incomprensibles. Su cartera crediticia tenía ladrillo y préstamo promotor por todos los lados y a lo largo de 4 años (2008-2012) se hizo evidente que algo se estaba fraguando y no era bueno.

Para complicar más las cosas, desde el ministerio de economía se presionaba para que las cajas más pequeñas se agruparan en entidades más grandes, como si juntar problemas de cajas regionales o provinciales en una entidad más grande con iguales o superiores problemas fuera a solventar algo… y llegó Bankia, y el resto es historia.

La gran duda es si esto podría volver a pasar, y claro, esto tiene dos respuestas. La respuesta corta es que sí, nuestra capacidad como seres humanos de repetir errores cometidos en el pasado es casi infinita. Una mala gestión de la cartera crediticia, ya sea hipotecaria o de otro tipo, en un momento de boom económico, combinada con una mala gobernanza, nos llevaría a una situación similar… puede pasar, sí.

La respuesta larga implica explicar en qué estamos mejor y en qué estamos peor que en 2012 cuando se produjo el rescate a la banca. En primer lugar, las cajas como tales casi han desaparecido al convertirse en bancos y han alejado a los políticos de la toma de decisiones de gestión, lo cual es una buena noticia. Claro que el riesgo de una crisis no desaparece totalmente; el Banco Popular desapareció por una tardía apuesta de sus gestores, esta vez sí bancarios y no políticos, por potenciar negocios de riesgos frente a los tradicionales de la entidad.

En segundo lugar, no hay que olvidarlo, la vertiginosa subida de los precios inmobiliarios de los 90 y principios de los 2000 se han repetido en los últimos años. De hecho, en muchas zonas de España los precios están de nuevo en máximos. Es cierto que el último tirón del mercado se ha producido con los ahorros forzosos de la pandemia, lo cual no deja de ser positivo al reducir el riesgo por el menor apalancamiento.

Otra cosa que ha cambiado es el peso de la financiación hipotecaria variable, que antes de la crisis del 2008 era apabullante, casi único. En eso, los particulares han dado muestras de haber aprendido la lección y ahora las tasas fijas dominan en la mayor parte de la financiación de compra de vivienda.

Se puede afirmar que el sector privado ha aprendido cosas. Se ha desapalancado, pero una diferencia del actual ciclo es la enorme deuda pública y la permisividad manifiesta de la Unión Europea con respecto al mantenimiento de fuertes déficits en muchos países de la zona euro. Esto supone un enorme reto para la sociedad en su conjunto y para las entidades financieras en particular, poseedoras de entre el 25% y el 30% del total de la deuda pública. En este ciclo, la crisis bancaria podría venir no tanto del crédito privado, como de la renta fija privada.

Sin duda, el sector financiero está más preparado para la crisis. En primer lugar, ha adelgazado su tamaño, su red, su plantilla… reforzando su solvencia y con una gestión más eficiente. No hay más que ver la comparativa de las pruebas de estrés de los bancos españoles con sus pares europeos. Siempre hay un buen número de bancos entre los más solventes de nuestro entorno; pero no nos confiemos, el Banco Popular se ponía de ejemplo de buena gestión hasta muy poco antes de su caída.

En conclusión, hay eventos que podrían provocar una crisis financiera similar a la de 2008, más probable por una posible crisis de la deuda pública que por un excesivo otorgamiento de crédito, pero no parece probable que la crisis llegue a ser tan grave como para llevarse por delante todo el sistema y forzar un rescate.

Dicho todo esto, no hay que confiarse. El endeudamiento público, el déficit perenne, la volatilidad de los precios inmobiliarios y de las tasas de interés podría potencialmente provocar una crisis. Estamos más preparados, pero la historia tiene una tendencia a repetirse más pronto que tarde que debe obligarnos a no bajar la guardia.

Javier Rivas es profesor de EAE Business School

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