La generación Alfa se cansará de estar online

Querrán ser ‘diferentes’ a sus padres: reducirán su tiempo ante las pantallas y protegerán mejor sus datos

Pese a todos los cambios que ha traído la tecnología, una cosa seguirá igual en 2024. La generación Alfa, los niños nacidos en la década de 2010, van a querer ser diferentes de sus padres. Para ellos, eso significa pasar menos tiempo online. Para las empresas que dependen de sus datos, implica que la vida está a punto de volverse más difícil.

Los miembros de la generación más joven pueden tener un modelo a seguir en sus coetáneos algo mayores en lo de oponerse a un mundo digital que lo envuelve todo. A nivel mundial, la cantidad de tiempo que la gente pasó en las redes cayó en 2023 por ...

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Pese a todos los cambios que ha traído la tecnología, una cosa seguirá igual en 2024. La generación Alfa, los niños nacidos en la década de 2010, van a querer ser diferentes de sus padres. Para ellos, eso significa pasar menos tiempo online. Para las empresas que dependen de sus datos, implica que la vida está a punto de volverse más difícil.

Los miembros de la generación más joven pueden tener un modelo a seguir en sus coetáneos algo mayores en lo de oponerse a un mundo digital que lo envuelve todo. A nivel mundial, la cantidad de tiempo que la gente pasó en las redes cayó en 2023 por primera vez desde que GWI comenzó a seguirlo, en 2012, según su última encuesta a más de 950.000 usuarios de internet. La generación Z, nacida entre 1997 y 2007, está a la vanguardia de este cambio. Un tercio de los encuestados declaran que intentan activamente limitar su uso de estas plataformas, buscando en su lugar aficiones y amistades en el mundo físico.

Además de reducir el tiempo ante la pantalla, la próxima generación de internautas intentará obtener más de lo que invierte. Quienes se han dejado llevar lentamente por el aumento del uso de internet han estado dispuestos a aceptar el acuerdo implícito que sustentó el auge de las redes, en el que las empresas ofrecían servicios como email y mensajería sin coste a cambio de recopilar datos sobre ellos y venderlos a los anunciantes. Las generaciones más jóvenes van a ser más enérgicas a la hora de exigir un cambio.

El auge de las herramientas de IA generativa no hará sino acelerar la reacción. Tecnológicas como Alphabet y OpenAI afrontan demandas de autores y artistas que afirman que han extraído indebidamente su propiedad intelectual de la web para entrenar modelos de IA. Startups como Caden y Datacy pretenden ayudar a reformular esta relación, permitiendo a los usuarios vender sus valiosos datos directamente a las empresas. Los gigantes están sobre aviso. Meta y X han lanzado nuevas herramientas para facilitar los pagos a los creadores de contenidos que publican en sus plataformas.

Si las empresas no pagan, los niños de la generación Alfa usarán herramientas para retener su información personal. Coco Mocoe, influencer de TikTok con más de un millón de seguidores, cree que los avatares virtuales se popularizarán entre los jóvenes que quieran ocultar su identidad en las redes. Algunos padres también recelan. El jefe de Meta, Mark Zuckerberg, oculta la cara de sus hijos cuando publica fotos de ellos. A medida que su generación crezca, es probable que hagan como él, no como espera su empresa.

La IA y los datos

La carrera de la IA se está convirtiendo en una por los datos. Los modelos más avanzados ya pueden obtener altas puntuaciones en el examen de abogacía de EE UU y escribir textos similares a los humanos. Para seguir mejorando, el software necesita entrenarse con tipos de información más sofisticados, como imágenes y artículos científicos. Pero estos datos están menos disponibles y son más caros.

La sofisticación del software de IA depende en gran medida de la calidad de los datos con los que se entrena. Las publicaciones en redes sociales son fáciles de encontrar, pero pueden reflejar sesgos o prejuicios, y las fotos suelen ser borrosas. Usar estos datos puede dar lugar a resultados racistas y misóginos, como le pasó a Microsoft cuando entrenó un modelo de IA con mensajes de Twitter.

Por eso, las empresas de IA buscan fuentes más fiables, como artículos científicos y libros de autores profesionales. Son más difíciles de encontrar. Los investigadores de Epoch, que clasifican los datos por su calidad, calculan que hay hasta 17 billones de palabras de alta calidad disponibles en internet, frente a 71 billones de calidad baja. Si los modelos siguen tragando información al ritmo actual, podrían quedarse sin datos de superior calidad antes de 2026.

Una opción es que los desarrolladores usen la IA para generar datos frescos para modelos específicos. Varios proyectos ya utilizan contenido sintético, a menudo procedente de servicios de generación de datos como Mostly AI. American Express crea este tipo de datos para detectar patrones de fraude poco comunes, mientras Waymo (Alphabet) usa escenarios inventados para entrenar su software de conducción autónoma. Gartner prevé que el 60% de los datos de IA sean sintéticos en 2024, frente al 1% de 2021.

Pero los modelos de IA siguen ávidos de información del mundo real en posesión de grandes editoriales y repositorios offline. Ello podría suponer una ganancia inesperada para grupos como RELX, propietario de The Lancet y la base de datos jurídica LexisNexis. Las acciones de esta empresa, que fabrica software de IA y lo vende a sus clientes, y vale 74.000 millones de dólares, han subido más de un 40% este año. News Corp (Wall Street Journal, Times), está negociando acuerdos de contenidos con desarrolladores de IA que, afirma, le reportarán “importantes ingresos”.

Todo esto supondrá un coste extra para las empresas de IA, que ya gastan el equivalente al 15% de sus ingresos en clasificar y limpiar datos, según Andreessen Horowitz. Pagar derechos de autor se comerá los márgenes, ya mermados por la cara potencia de cálculo y el aumento de los costes de la nube. Pero firmas como OpenAI no tienen muchas opciones. Warner Music, Getty Images y muchos otros creadores están demandando a las IA por el uso no autorizado de sus contenidos. De un modo u otro, tendrán que pagar.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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