El ‘coworking’ no nació con WeWork (ni morirá con él)
Como opción flexible en el mercado de oficinas, el sector continúa creciendo y evoluciona hacia soluciones cada vez más enfocadas a cada cliente
La noticia de la entrada en concurso de acreedores de la empresa WeWork ha levantado una marea de análisis y comentarios alrededor del mundo del coworking. Algunos se centran en el personaje de Adam Neuman, otros en la secuencia de inversiones capitaneadas por SoftBank, que permitieron el vertiginoso ascenso (y sufrieron duramente la rápida caída); y en los menos, se aprovecha para hacer una reflexión sobre el significado del coworking y su impacto en las formas ...
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La noticia de la entrada en concurso de acreedores de la empresa WeWork ha levantado una marea de análisis y comentarios alrededor del mundo del coworking. Algunos se centran en el personaje de Adam Neuman, otros en la secuencia de inversiones capitaneadas por SoftBank, que permitieron el vertiginoso ascenso (y sufrieron duramente la rápida caída); y en los menos, se aprovecha para hacer una reflexión sobre el significado del coworking y su impacto en las formas de trabajo y en la gestión de oficinas por parte de las empresas.
En muchos de estos análisis se presenta a WeWork como el creador del coworking, pero nada más lejos de la realidad. Cuando nace esta empresa hace 13 años, el movimiento estaba en pleno desarrollo. Se considera que el primer coworking se crea en 1995, en Berlín, bajo el nombre de Hackerspace. En el momento del nacimiento de WeWork ya existían diferentes grupos internacionales impulsando estas nuevas formas de trabajo, y muchas de ellas ponían en el centro el valor de la comunidad. Lo que sí hay que reconocer a Adam Neuman es que logró capturar ese valor y venderlo a los inversores para llevar a cabo un crecimiento desbocado… con el resultado ya conocido.
En nuestro país el coworking goza de buena salud y mantiene un crecimiento constante, solo interrumpido por el impacto de la pandemia en el año 2020. Hablamos de más de 20.000 puestos de trabajo transaccionados y una ocupación media de los centros superior al 80% para las ciudades de Madrid y Barcelona, según un informe de CBRE Research de principios de este año.
Ese crecimiento se refleja en una diversidad de modelos muy diferentes al de WeWork. La revolución de las formas de trabajo, de los espacios de oficina, de las culturas organizativas y la atracción de talento tienen su reflejo en primer lugar en los cambios de las propias oficinas corporativas, que progresivamente absorben los modelos basados en la flexibilidad y en los entornos de innovación. El sector del coworking lo lideran una veintena de marcas con orígenes diversos: empresas con larga tradición como centros de negocio que han adaptado su propuesta de valor al movimiento; grandes grupos inmobiliarios que han adquirido operaciones de coworking de manera complementaria a su actividad principal; y por último, operadores nativos que han logrado crecer con solvencia y hacerse un hueco en este sector emergente.
Pero hay mucho más en el movimiento del coworking. A lo largo de toda la geografía podemos encontrar espacios con vocación de apoyo al emprendimiento y a la innovación. Pequeñas iniciativas impulsadas por emprendedores locales que articulan redes de colaboración. Son modelos muy diferentes unos de otros, pero todos conforman la realidad emergente del coworking, del cambio en los modelos de trabajo y de organización al que asistimos. Una mirada al informe de CoworkingSpain nos da algunos insights sobre la base del iceberg.
Leo estos días análisis que hablan del crecimiento desmesurado como uno de los motivos de la caída de WeWork. Cierto es que la empresa ocupó grandes titulares y llamó la atención hacia un modelo que ya existía y se había ido desarrollando poco a poco. Por mi parte, observo que el coworking, como opción flexible en el mercado de oficinas, continúa creciendo y al mismo tiempo evoluciona, y creo que esta es una de las claves, hacia soluciones cada vez más enfocadas a las necesidades concretas de cada cliente. Hablamos de personalización, de experiencia de usuario y también de orgullo de pertenencia, ante la posibilidad, emocional y productiva, de formar parte de una comunidad, un valor añadido que, en mi opinión, marca la diferencia en una oferta cada vez más amplia en el sector.
Añadiría también los cambios vertiginosos en el sector que la pandemia aceleró: nos encontramos con un perfil de usuario que ha ido evolucionando, atrás queda un modelo dirigido especialmente a autónomos, emprendedores y startups. El coworking y la flexibilidad son una solución para pymes e incluso para grandes corporaciones que ensayan modelos híbridos con sus plantillas. Más del 40% de las pymes piensan ya en un coworking como una solución de espacio, según datos de ProWorkSpaces.
¿Cómo vemos el futuro? El porcentaje del mercado flex seguirá creciendo en los próximos años de la mano de los operadores actuales y de nuevos agentes que van surgiendo en un sector en plena efervescencia. Asimismo, los espacios contribuirán cada vez más a acercar a la empresa a su propósito como motor de su estrategia, evolucionando desde la gestión de metros cuadrados como servicio a una apuesta decidida por el diseño y gestión de comunidades de valor. De nuevo, aquí, un buen diagnóstico y análisis del ecosistema y del propósito, en definitiva, la personalización del servicio, será clave.
El coworking no nació con WeWork, ni morirá con él. Al contrario: su diversidad de modelos de negocio y el cambio que conlleva en cultura, procesos y valores sobre el trabajo en nuestra sociedad le dará alas para el futuro.
Antonio González es CEO de Impact Hub
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