La fiebre por las letras baja, pero no ceja

La gran pregunta es qué ocurrirá a la vuelta de vacaciones y hasta qué punto el apetito por los títulos del Tesoro animará la política comercial de la banca

Decenas de personas hacen cola para contratar Letras del Tesoro, en el Banco de España, a 3 de febrero de 2023, en Madrid (España).Carlos Luján (Europa Press)

Las letras del Tesoro se han convertido en una de las opciones estrella entre los particulares españoles para sacar partido a sus ahorros y hacer frente al azote de la inflación, en un entorno marcado por las alzas de tipos de interés y por la resistencia numantina de la banca a la hora de remunerar el pasivo. La fiebre por las letras ha conseguido en los últimos meses lo que históricamente siempre ha parecido un imposible: sacar al pequeño ahorrador español, conservador hasta la médula casi por naturaleza, del sota, caballo y rey de los depósitos bancarios, las cuentas remuneradas y la compra y el alquiler de vivienda, y ponerlo a hacer cola delante de las puertas del Banco de España o verlo abalanzarse sobre su móvil para hacerse con títulos del Tesoro.

Los inversores minoristas españoles contaban en abril con el 18,38% de los bonos emitidos a corto plazo en circulación, lo que equivale a 13.206 millones de euros, una cantidad desorbitada si se compara con los 14 millones de euros que tenían un año antes. La cifra supone un incremento interanual de casi un 100.000%, según los datos del último boletín mensual de estadísticas del Tesoro.

Mientras la banca comienza a moverse poco a poco con vistas a remunerar de nuevo el pasivo y vencer la atonía comercial que ha mantenido hasta ahora, arropada por una política monetaria que ha ensanchado cómodamente sus márgenes y ha evitado que tenga que salir a cazar ahorro, la demanda de letras entre los pequeños ahorradores parece estar tocando techo. En marzo, las órdenes de compra de los particulares para la deuda a tres, seis, nueve y 12 meses alcanzó los 2.009 millones de euros, lo que supone una caída de un 25% en apenas cuatro meses. Sin embargo, no se trata de un descenso homogéneo. Desde que en junio las letras a tres meses batieran la inflación, se ha acelerado el trasvase de fondos de los plazos más largos a los más cortos, que ofrecen una rentabilidad de un 3,5%, máxima desde noviembre de 2011.

La gran pregunta ahora es qué ocurrirá a la vuelta de vacaciones y hasta qué punto el apetito por los títulos del Tesoro animará la política comercial de la banca. Mientras el BCE continúe con las alzas de tipos de interés, no es probable que el mercado vea estallar una guerra de depósitos, pero la creciente presión de Fráncfort para que la banca comience a abrir la mano en la remuneración del pasivo puede generar una respuesta que, por primera vez, se encuentre con competencia en el Tesoro.


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