La botella medio llena y medio vacía en la supervisión bancaria

Es necesario hallar un equilibrio adecuado entre la exigencia de un refuerzo justificado en la solvencia y unos estándares que vayan más allá de lo razonable

Christine Lagarde, presidenta del BCE.Michael Probst (EL PAÍS)

Si aplicásemos la sabiduría popular a la supervisión bancaria prodríamos concluir que sus guardianes –en Europa, fundamentalmente el BCE y la EBA– suelen ver la botella medio vacía mientras los supervisados, es decir, las entidades bancarias, tienden más frecuentemente a verla medio llena. La comparación resulta especialmente oportuna cuando el BCE ultima la presentación, este próximo miércoles, de los resultados de los test de estrés, pruebas de resistencia a la banca frente a hipotéticos escenarios de crisis. Fráncfort está apremiando al sector para que sea más conservador con sus estimaciones de capital antes de realizar las pruebas, porque considera que muchas entidades manejan previsiones demasiado holgadas frente a un horizonte teñido todavía de incertidumbre.

La botella medio vacía que maneja el BCE se asienta en un argumento difícilmente rebatible: el entorno de inestabilidad generado por una crisis inflacionista que no acaba de responder a la medicina de choque aplicada por Fráncfort y que está golpeando a miles de pequeñas empresas y a una clase media que ha perdido poder adquisitivo y que contempla cómo sus obligaciones financieras acaparan cada vez una porción mayor de su renta familiar. Aunque la mora se mantiene de momento en tasas razonables, un 3,51%, mínimos desde 2008, la preocupación del BCE se centra en los créditos en vigilancia especial, préstamos en los que todavía no se han registrado incumplimientos, pero en los que se ha observado un incremento significativo del riesgo desde el momento de la concesión. A lo largo del último año, la banca española ha elevado su nivel de provisiones ante la posibilidad de un repunte en la mora y con la vista puesta, precisamente, en esta bolsa de crédito.

Al sector financiero, sin embargo, tampoco le faltan razones para defender la botella medio llena. El endurecimiento de la política monetaria y la inflación ha ensanchado de forma generosa los márgenes del negocio bancario y el ratio de capitalización media de máxima calidad del 15% que acredita el sector permite presumir de una sólida resistencia ante un escenario adverso.

En cualquier caso, desde la banca se prevé que los test de estrés contemplen en esta ocasión una coyuntura especialmente compleja, lo que se corresponde con las llamadas a la prudencia por parte de un BCE que, las cosas como son, no practicó precisamente esa virtud a la hora de diagnosticar y reaccionar con diligencia frente a la crisis inflacionaria. El reto ahora es hallar un equilibrio adecuado entre la exigencia de un refuerzo justificado en la solvencia y unos estándares hiperdimensionados que vayan más allá de lo razonable.

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