Las dos velocidades de la inflación

El buen dato del IPC de marzo ha superado todas las expectativas, pero la tasa subyacente sigue siendo la bestia negra de la crisis de los precios

Diferentes frutas en una frutería en un puesto de un mercado, a 15 de marzo de 2023, en Madrid (España).Eduardo Parra (Europa Press)

Aunque las previsiones de economistas y servicios de estudios apuntaban a un buen dato del IPC en el mes de marzo, la tasa del 3,3% publicada ayer de forma adelantada por el INE ha mejorado las expectativas más optimistas que se han manejado en las últimas semanas. La explicación del fuerte descenso en el índice de los precios respecto al mismo mes de 2022 está principalmente en el comportamiento del coste de la energía y de los carburantes, cuyo coste aumentó de forma excepcional en aquella fecha por la presión alcista que desencadenó la invasión rusa de Ucrania tanto en el gas como en el petróleo.

Esa circunstancia ha provocado lo que se denomina como efecto base en el dato de marzo, que explica buena parte del fuerte descenso que registra la estadística y que ha situado la tasa del IPC en el nivel más bajo desde agosto de 2021. Por contra, y a modo de dos velocidades, la inflación subyacente, que excluye tanto la energía como los alimentos frescos, ha cedido únicamente una décima y sigue siendo la bestia negra de esta crisis inflacionista, con una presión constante que ni siquiera el endurecimiento de la política monetaria de Fráncfort ha conseguido doblegar. Desde el BCE se reconocía hace unos días que la preocupación principal del organismo es la resistencia de este indicador, que explica las objeciones del BCE a levantar el pie del acelerador en las alzas del precio del dinero.

Pese a que el efecto base que recoge el dato de marzo no permite echar las campanas al vuelo en cuanto al control inequívoco de la inflación, la evolución de los últimos meses apunta a que el rally de los precios ha iniciado una senda de moderación, en línea con la caída del coste de la energía y con su traslado progresivo a las facturas de consumo del gas y la electricidad. Si ese proceso, como es previsible que ocurra, se repite en el resto de las economías europeas puede y debe constituir un argumento poderoso para ralentizar la hoja de ruta alcista de los tipos de interés que maneja el BCE, momentáneamente moderada por el colapso de Silicon Valley Bank en EEUU y el rescate de Credit Suisse en Europa.

La caída experimentada por el precio de la energía, junto al efecto benéfico de las medidas adoptadas para reducir el precio sobre los consumidores, han comenzado a reconducir la presión inflacionista en España. Pero la inflación subyacente, y la dificultad para identificar el eslabón que presiona los costes en la cadena alimenticia, sigue siendo una amenaza creciente para la economía y constituye el gran reto de esta crisis de precios.

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