El péndulo bancario vuelve a oscilar hacia la seguridad
Powell defendió en 2018 suavizar las exigencias a las entidades no demasiado grandes, frente a algunos de sus colegas
La crisis que ha sacudido el sistema bancario de EE UU tiene muchas causas. Pero uno es la decisión adoptada en 2018 de suavizar las normas que mantienen a los bancos grandes-pero-no-demasiado alejados de los problemas. Entre sus partidarios había autoridades que siguen en activo, como el presidente de la Fed, Jay Powell. Entre sus mayores opositores: algunos de los actuales pares y colegas de Powell.
Tras la crisis de 2008, el Congreso dotó al sistema financiero de normas para evitar espirales de muerte bancarias. Hace cinco años, el Senado aprobó un proyecto de ley para suavizarlas. La idea era evitar el problema de la talla única. La Ley Dodd-Frank estaba, según políticos y lobistas, estrangulando a las entidades más pequeños y menos complejos al tratarlas como a las instituciones gigantes que pusieron en peligro la economía mundial.
Las principales autoridades financieras –la Fed, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC) y la Oficina del Interventor de la Moneda– aplicaron ese tacto más suave. La Fed podía mantener normas estrictas para los bancos con activos superiores a 100.000 millones de dólares, pero decidió no hacerlo. Entre los defensores de ese enfoque estaban Powell y su entonces adjunto Randall Quarles. Entre los que se oponían estaban la gobernadora Lael Brainard, ahora jefa del consejo económico de Joe Biden, y Martin Gruenberg, entonces miembro del consejo de la FDIC y ahora su jefe. El máximo responsable de regulación de la Fed, Michael Barr, entonces profesor de la Universidad de Michigan, calificó las nuevas normas de “trágico error” que aumentaba “el riesgo de pánicos bancarios”. Biden ha afirmado que el sistema bancario es seguro, que hará todo lo que haga falta, y pedido al Congreso y a los reguladores que introduzcan normas más estrictas para mantener a raya a los bancos.
Las normas originales de Dodd-Frank no habrían detenido necesariamente el pánico que ha acabado con SVB y Signature Bank. Una vez que los depositantes se dan cuenta de que su dinero está en peligro, se impone la autopreservación. Pero un escrutinio más estricto podría haber hecho saltar las alarmas antes. Por ejemplo, los bancos con menos de 250.000 millones en activos financiados en su mayor parte por depósitos quedaron exentos del requisito de cumplir una ratio de cobertura de liquidez (LCR) para hacer frente a posibles salidas de fondos. La Fed redujo los test de estrés para los bancos de ese tamaño de anuales a bienales.
Tras la intervención del fin de semana, el péndulo volverá a oscilar. Al garantizar todos los depósitos de dos bancos en quiebra, los reguladores han puesto la etiqueta de demasiado grande para quebrar a entidades que antes consideraban que no planteaban un riesgo sistémico. Es improbable que un Congreso dividido llegue a un acuerdo sobre una nueva regulación, pero la Fed y sus homólogos aún pueden dar marcha atrás en su poco estricto enfoque. Después de todo, solo hay 17 bancos con activos de entre 100.000 y 250.000 millones, dos menos que la semana pasada. Con Barr y Gruenberg entre la élite actual de la regulación –y Barr dirigiendo la propia investigación de la Fed sobre cómo supervisó SVB, cuyas conclusiones se conocerán antes del 1 de mayo–, las peticiones de cambio pueden venir de dentro.
En general, aumentar la carga regulatoria favorece a los grandes bancos, que pueden afrontarlo mejor. De modo que el retroceso podría ser un regalo para gigantes como JP Morgan y Bank of America, así como para otros con más de 250.000 millones en activos como U.S. Bancorp, Truist Financial y PNC Financial Services. Pero las normas para los grandes bancos también pueden estar a punto de endurecerse. Una nueva oleada de celo normativo empapará a grandes y pequeños por igual.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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