Europa tiene que responder al proteccionismo de Biden

La Ley de Reducción de la Inflación es una declaración de guerra económica en toda regla que la UE no puede tolerar si quiere sobrevivir

La noticia de que VW estudia decantarse por EEUU en lugar de por Europa para construir una gran fábrica de baterías constituye un poderoso ejemplo de las consecuencias que puede tener para la economía europea la agresiva ola de proteccionismo industrial que está impulsando la Administración Biden. La decisión que baraja la multinacional alemana está condicionada por los cerca de 10.000 millones de euros en subvenciones y préstamos que el grupo podría obtener en EEUU como consecuencia de la Ley de Reducción de la Inflación, un programa dotado con 391.000 millones de dólares en créditos fiscales y subvenciones con el fin de impulsar el crecimiento y la transición de la economía estadounidense hacia tecnologías más limpias. La norma prevé importantes ayudas para las empresas que produzcan e inviertan en EEUU, así como para los consumidores que compren vehículos eléctricos estadounidenses.

Pese a su inofensivo nombre, la Ley de Reducción de la Inflación no es una norma dirigida únicamente a meter en cintura el rally de los precios en la primera economía del mundo, sino un potente y agresivo paquete de subvenciones industriales y ventajas tributarias cuyo fin es atraer producción industrial extranjera a EEUU y blindar la economía del país con una ola de proteccionismo que tendrá peligrosas consecuencias para la economía europea y global.

Las primeras perjudicadas serán las empresas comunitarias, que deberán afrontar más obstáculos para mantener su presencia en Estados Unidos y cuyas ventajas competitivas serán, en un principio, mucho menores que las de las compañías del país. Una reciente encuesta del Icex, realizada a más de un centenar de empresas españolas con intereses en EEUU, concluía que la nueva legislación puede hacer insuficiente la presencia de las corporaciones extranjeras en el mercado estadounidense “vía exportación o distribución subcontratada” y obligar a que estas abran fábricas propias en EEUU. Esa segunda derivada, de la que los planes que estudia VW son un ejemplo, son un misil en la línea de flotación de las economías europeas y una amenaza para el futuro.

Europa tiene que reaccionar de forma homogénea y contundente, tal y como hizo durante el mandato de Donald Trump, contra una normativa que dinamita los puentes comerciales entre Bruselas y Washington y convierte en papel mojado todos los discursos proglobalización de la Administración Biden. La ofensiva estadounidense es un guerra económica en toda regla que Europa no puede tolerar, y a la que debe responder económica y políticamente si quiere sobrevivir.

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