El fundamental papel del hidrógeno en la transición energética española
La Estrategia Nacional de Hidrógeno permitirá a la economía española producir esta fuente de energía con un diferencial positivo de costes con respecto de Alemania del 50%
Los combustibles fósiles siguen dominando la matriz energética actual, y son los principales responsables del calentamiento global, cuyo impacto negativo sobre el medio ambiente está científicamente demostrado. Para hacer frente a estos problemas medioambientales, los líderes mundiales firmaron en 2015 el Acuerdo de París (suscrito por 192 países), para limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C (o incluso limitarlo a 1,5 °C).
El Acuerdo de París requiere una transición paulatina basada en fuentes de energía renovables. La electrificación a partir de fuentes de energía renovables puede hacer posible la descarbonización en sectores como el transporte ligero, el ferrocarril o la climatización residencial. Sin embargo, la electrificación directa no es posible en otros sectores: transporte marítimo o aéreo, industria pesada, para los que el hidrógeno verde es la mejor opción.
La producción de hidrógeno a nivel comercial no es una novedad, ya que el hidrógeno lleva produciéndose más de cien años a partir de combustibles fósiles. Este hidrógeno se denomina hidrógeno gris si procede del gas natural o hidrógeno marrón cuando se obtiene por el proceso de gasificación del carbón. El hidrógeno gris es el más utilizado actualmente, a través del SMR (steam methane reforming) transformando el metano (CH4) del gas natural en hidrógeno (H2) y dióxido de carbono (CO2), y desprendiendo vapor de agua a más de 1.000 °C.
Pero el hidrógeno es una molécula muy versátil, con características únicas que permiten múltiples aplicaciones directas, como por ejemplo en la industria, el transporte o producción de electricidad, o indirectas, como materia prima en el sector industrial, para fabricar pilas de combustible, o usos térmicos. Estas categorías no son exclusivas, simultáneas ni excluyentes.
Según la Agencia Internacional de Energía, en 2022 el hidrógeno utilizado como materia prima industrial representó prácticamente todo el consumo a nivel global, mientras que apenas el 0,02% fue consumido para el transporte. Dentro del sector industrial, la demanda de hidrógeno se distribuyó entre refino (44%), amoniaco (37%) y metanol (14%); el hidrógeno restante fue consumido en la reducción directa de hierro (DRI) para la fabricación de acero (inferior al 5%). La buena noticia es que los usos actuales del hidrógeno pueden considerarse el primer paso para el consumo de hidrógeno de bajas emisiones, ya que no hacen falta grandes cambios en la infraestructura, para la sustitución del hidrógeno gris por hidrógeno de bajas emisiones.
Todas las estrategias nacionales de hidrógeno disponibles en la actualidad proporcionan su visión respecto cómo tendrá lugar su producción, transporte o consumo futuros, aunque las enormes posibilidades de esta fuente de energía y los diferentes posicionamientos de cada país ofrecen respuestas muy variadas, si bien sus potencialidades en la transición energética generan tendencias comunes y gran expectación. La producción de hidrógeno de bajas emisiones está estrechamente relacionada con la disponibilidad de recursos energéticos, agua y metros de costa en cada país.
Las estrategias nacionales de hidrógeno verán la luz la próxima década, con 2030 como período previo necesario de ensayos tecnológicos y de construcción para las primeras instalaciones de producción de hidrógeno a gran escala. Hasta la fecha, la demanda prevista todavía es relativamente baja, y limitada a aplicaciones industriales o transporte. Aunque todas las estrategias están motivadas por los compromisos nacionales de reducción de emisiones, y sus esfuerzos dirigidos a cumplir con el Acuerdo de París, los documentos se centran más en lo que se necesitará durante la próxima década, sentando las bases para el desarrollo de una economía del hidrógeno después de 2030.
El papel de las economías nacionales es un punto importante, sobre todo en países como la economía española, con potencial para exportar hidrógeno. Y en este punto, el análisis de las opciones para el transporte por barco a grandes distancias ocupa un lugar destacado. Las rutas para el intercambio comercial de hidrógeno a nivel mundial son todavía muy inciertas, la incógnita es cómo se podrá satisfacer la demanda local de hidrógeno con producción local, habida cuenta de la ausencia de industria de apoyo en la cadena de generación y transporte del hidrógeno a escala europea.
Entre los factores más relevantes en las estrategias nacionales de hidrógeno, merece la pena enumerar por su mayor tasa de recurrencia los siguientes: apoyo de la tecnología vinculada al hidrógeno, primer despliegue de proyectos a escala comercial, financiación de la I+D, y planes de subvención a la innovación, desarrollo de un marco regulatorio o un sistema de garantías de origen. Al tratarse de desarrollos incipientes, no llama particularmente la atención al realizar un análisis comparativo internacional la ausencia de visión clara del funcionamiento de una economía del hidrógeno nacional o internacional paralela a los sistemas energéticos existentes, que necesariamente en años futuros verán la luz.
Las estrategias nacionales están motivadas por los objetivos de la política climática a largo plazo: economía respetuosa con el clima; narrativa que muchas veces desvía la atención sobre el tema principal que estas estrategias nacionales pueden y deben proporcionar: describir una hoja de ruta clara que clarifique las condiciones técnicas, económicas y regulatorias favorables a nivel nacional para escalar la economía del hidrógeno más allá de 2030.
Por el momento, estas estrategias señalan preguntas sin respuesta, y requieren de la colaboración conjunta de responsables políticos, instituciones, mundo académico e industria para identificar necesidades, obstáculos y potencialidades de la producción, el comercio y el consumo de hidrógeno de bajas emisiones.
En el caso español, la Estrategia Nacional de Hidrógeno permitirá a la economía española producir hidrógeno con un diferencial positivo de costes con respecto de Alemania del 50%. Tarea de todos es darle prioridad estratégica para conseguir que este reto sea realidad lo antes posible y de forma ordenada, facilitando y monetizando la transición energética.
Isabel Giménez Zuriaga es directora General de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros
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