Israel: otro punto caliente que parpadea en rojo
El brote de violencia puede contagiarse a todo Oriente Próximo, en un momento frágil de la economía global
Otro punto caliente geopolítico ha empezado a parpadear en rojo. Mientras las empresas y los inversores vigilan de cerca la guerra en Ucrania y la creciente tensión entre Estados Unidos y China, un brote de violencia mortal en Israel añade el peligro de contagio a todo Oriente Próximo. Y estalla justo cuando la economía mundial se encuentra en una situación frágil.
Los ataques perpetrados el sábado por combatientes de Hamás, que han causado la muerte de al menos 700 israelíes, son de una magnitud diferente a los diversos enfrentamientos entre el Ejército israelí y la Gaza controlada por...
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Otro punto caliente geopolítico ha empezado a parpadear en rojo. Mientras las empresas y los inversores vigilan de cerca la guerra en Ucrania y la creciente tensión entre Estados Unidos y China, un brote de violencia mortal en Israel añade el peligro de contagio a todo Oriente Próximo. Y estalla justo cuando la economía mundial se encuentra en una situación frágil.
Los ataques perpetrados el sábado por combatientes de Hamás, que han causado la muerte de al menos 700 israelíes, son de una magnitud diferente a los diversos enfrentamientos entre el Ejército israelí y la Gaza controlada por Hamás en las últimas décadas. También son profundamente desestabilizadores. Las defensas terrestres y de misiles de Israel se creían inexpugnables; la evidencia de que no lo son puede envalentonar a sus enemigos. Mientras, el Gobierno de coalición del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, está bajo presión para organizar una respuesta de envergadura. Los ataques de represalia han matado a más de 400 personas en Gaza.
Los observadores de riesgos geopolíticos pueden esbozar cómo puede ser la escalada. Las represalias masivas, o incluso una invasión de Gaza por las fuerzas israelíes, podrían provocar nuevas acciones de Hamás o Hezbolá en Líbano. Ambos grupos cuentan con el apoyo de Irán, lo que significa que, en el peor de los casos, Jerusalén y Teherán se enfrentarían directamente.
Un conflicto socavaría la estabilidad en el Golfo, responsable del 32% del suministro anual mundial de crudo. Ello podría disparar la inflación en un momento en el que los bancos centrales ya han subido los tipos de interés y el rendimiento de los bonos aumenta rápidamente.
Un actor clave es Arabia Saudí. Los gobernantes del reino han apoyado históricamente los derechos de los palestinos y se han opuesto a Israel, mientras libraban guerras por poderes (proxy) contra Irán. El presidente estadounidense, Joe Biden, tenía la esperanza de negociar una normalización de las relaciones entre Netanyahu y el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salmán, que podría haber conducido a un tratado de seguridad reforzado entre Arabia Saudí y Estados Unidos.
De hecho, una de las motivaciones de los atentados de Hamás puede haber sido provocar una respuesta israelí que haga descarrilar esas negociaciones. Sin embargo, Biden también podría responder al apoyo de Irán a Hamás endureciendo las sanciones a las exportaciones de petróleo de Teherán. Arabia Saudí podría entonces desempeñar un papel estabilizador en el mercado mundial del petróleo. Tiene tres millones de barriles diarios de capacidad excedentaria, más o menos lo mismo que la producción total de Irán.
Sin embargo, los inversores tienen motivos para estar nerviosos. Oriente Próximo no es ni mucho menos la única región con potencial para estallar. En un momento en el que la economía mundial necesita que los riesgos geopolíticos inflacionistas se apacigüen, hay más parpadeando en rojo.
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