El gráfico de la semana por Alberto Espelosín

La fórmula de la Coca-Cola en Bolsa: tener el cuajo de esperar

La compañía estadounidense, con ganancias crecientes en el tiempo, es el claro ejemplo de recompensa de rentabilidad en el largo plazo

Latas de Coca-Cola en un mercado de Polonia.Getty Images

Qué compleja es la Bolsa para explicarla en espacios de tiempo cortos y qué sencilla es verla en el largo plazo, cuando se manifiesta de forma elegante esa fórmula tan sencilla de que el precio de un activo es el PER (ratio del precio de la acción por el beneficio neto) multiplicado por el beneficio por acción. Después de 30 años sentado delante de una pantalla analizando e invirtiendo, está muy claro que es sencillo hablar del largo plazo y que siempre hay que estar invertido, pero la realidad es que luego hay muy pocos inversores que lo hagan. Acabamos convertidos en jueces implacables del resultado de corto plazo, lo que mata esa visión de largo plazo.

Belén Trincado Aznar

La acción de invertir está sujeta a todos los sesgos propios de la psicología del inversor y en el caso del gestor de fondos, aunque tenga claro el valor del largo plazo, al final lo que importa es que el inversor tenga la paciencia para aguantar. Para conservar la inversión cuando la rentabilidad no llega de forma lineal, que suele ser lo más frecuente. Así, el control del factor tiempo hace que la inversión sea más o menos compleja.

Un inversor se debería de preocupar solo de dos variables, el PER y el beneficio por acción (BPA). El PER nos dice cuántas veces se está dispuesto a pagar por los beneficios de una compañía y es una variable que depende en el largo plazo de la tendencia de los tipos de interés y de la percepción de riesgo. Al final, en el largo plazo la sensación de riesgo tiende a converger a pesar de la volatilidad, pero lo que más mueve la fórmula de saber el precio de un activo cotizado es la evolución del beneficio por acción, que no es lo mismo que el beneficio absoluto. Este último puede ser muy elevado pero estar diluido por el efecto de las ampliaciones de capital.

Los beneficios globales de los índices tienen una correlación altísima con la evolución del PIB nominal y la clave es encontrar compañías que tengan un producto y unas ventajas competitivas que hagan que esos beneficios sean sostenibles en el tiempo. No es fácil encontrar negocios que sean capaces de aguantar el ritmo de crecimiento y que no sean víctimas del paso de la moda, la pérdida de confianza del cliente, la obsolescencia tecnológica, la regulación que hace perder ventajas competitivas y de múltiples factores que afectan al ritmo de crecimiento.

El nirvana de la Bolsa es encontrar compañías que generen esos beneficios sostenibles a largo plazo y sentarse a esperar cómo el crecimiento anual compuesto hace el resto. Coca-Cola es un buen ejemplo de cómo desde el año 80 no para de subir en Bolsa y si hoy está en máximos es porque sus beneficios empresariales están en máximos. Al final lo único un poco claro que tengo después de una vida dedicada a la Bolsa es que las acciones suben si suben los beneficios, una fórmula muy sencilla de decir, pero muy compleja de ejecutar. Y la complejidad reside en el “cuajo de esperar”, como pasó con Coca-Cola, que de 1998 a 2003 cayó un 58% por la contracción de PER de la burbuja tecnológica. No hizo nada hasta después de la quiebra de Lehman, ya en 2009, y desde ahí ha vuelto a volar en línea con su beneficio por acción.

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, Twitter y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Más información

Archivado En