Los mercados prefieren la macro a los bancos centrales

La complacencia de la renta variable llama a una prudencia máxima en el corto plazo, sin descartar una corrección desde los actuales niveles de sobrecompra

Christine Lagarde, presidenta del BCE, y Jerome Powell, presidente de la Fed.GETTY

Es muy posible que la épica –si alguna vez la hubo– en los discursos de los bancos centrales acabara con el famoso “haremos lo que sea necesario para defender al euro… y créanme, será suficiente”, de Mario Draghi. Probablemente, si los responsables actuales de los organismos monetarios internacionales tuvieran el mismo sentido heroico que Draghi, se verían tentados a revivir algunas de las palabras que Winston Churchill dirigió al Parlamento británico en su alocución inaugural como primer ministro del Reino Unido. No, no nos referimos –aunque podríamos– al pasaje de sangre, sudor y lágrimas. Nos referimos a “me preguntáis: ¿cuál es nuestro objetivo? Puedo responder con una palabra: victoria”.

La victoria a toda costa en este caso no va dirigida a la lucha contra Alemania. Ni siquiera contra el Bundesbank, aunque aquí se podría matizar bastante… La victoria de la que hablamos, naturalmente, se refiere a vencer a la inflación.

La inflación es, sin ningún género de duda, la variable macroeconómica que está marcando la pauta de actuación no solo de los bancos centrales sino, de manera especial, de los mercados financieros desde los nuevos (viejos) tiempos económicos, surgidos a raíz de la pandemia de Covid-19. Hasta hace muy poco, la mirada de los inversores hacia las subidas de precios venía tamizada por la visión de la Reserva Federal o el Banco Central Europeo. En realidad, podemos decir que la actuación o, mejor dicho, las expectativas de actuación de los bancos centrales en su lucha contra la inflación fueron la principal variable directora de los mercados en 2022. En sentido estricto, los datos reales de macroeconomía tuvieron menos importancia que la inferencia que los inversores realizaron con respecto a qué repercusiones tendrían estos datos en términos de subidas de tipos. En buena medida, esto ha cambiado con el comienzo de 2023.

La sensación del mercado es que lo peor, en términos de precios, ya se ha visto

Sería complicado determinar cuándo comenzó este divorcio entre bancos centrales y mercados financieros. Qué duda cabe que las autoridades monetarias no quedaron especialmente bien retratadas cuando se constató que las subidas de precios no iban a ser un factor tan transitorio como aseguraban estos organismos. Tampoco la sucesión de discursos dovish (perdonen el anglicismo), matizados luego con tonos hawkish (disculpen de nuevo, no volverá a suceder), o viceversa, ha ayudado especialmente. Sea como fuere, los mercados financieros están mirando hoy directamente hacia los datos macroeconómicos que se van publicando, sin pasar por la evaluación previa de los bancos centrales. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

La principal ventaja, evidentemente, reside en una actualización mucho más directa sobre el precio de mercado de los activos. Es un dogma que los mercados financieros adelantan en varios meses la evolución de la economía real. Eliminado (o al menos relegado) el prisma de los bancos centrales, esta anticipación debería ser aún mayor. En la medida en la que tanto los discursos de Powell como Lagarde se dan por amortizados (es decir, que los tipos van a subir hasta que se contenga la inflación), los inversores parecen querer trascender ya este periodo, dibujando, tal vez, un escenario particularmente complaciente. Y ahí puede venir un problema.

La principal desventaja es que los datos macroeconómicos en general y, desde luego, los actuales datos macroeconómicos en particular, distan mucho de ser lineales. Ello puede provocar movimientos muy convulsos en los mercados, algo que estamos viendo con particular fuerza en el ámbito de la (mal llamada) renta fija. De vez en cuando, además, aparecen referencias de difícil interpretación, como ha sido el caso del último IPC estadounidense. En estas situaciones, lo normal es presenciar algo más de volatilidad, en espera de nuevas referencias que nos permitan atisbar algo de tendencia.

Llegados a este punto, no está de más mencionar que, efectivamente, sí estamos observando una cierta pauta macroeconómica. Dicha tendencia viene dada por el hecho de que la inflación, efectivamente, está corrigiendo a nivel global. Sin duda aún se mantiene muy alta. Sin duda sigue siendo preocupante, de manera especial la inflación subyacente. Pero la sensación del mercado (en contraposición a la dureza de los bancos centrales) es que lo peor, en términos de precios, ya lo hemos visto.

En ese sentido, la siguiente derivada reside en determinar qué impacto sobre el crecimiento tendrá la espectacular subida de los IPC globales y la posterior escalada de tipos. Probablemente, esta será la cuestión más importante a la que tengamos que responder en los próximos meses. A fecha de hoy, parece evidente que vamos a asistir –de hecho, estamos asistiendo– a una fuerte relajación en el crecimiento mundial. No obstante, de momento las peores predicciones acerca de una severa recesión, singularmente en los países desarrollados, no parece que vayan a materializarse. Ello, en buena medida, está alentando una suerte de complacencia, especialmente en el ámbito de la renta variable, a la que hacíamos referencia anteriormente. Es importante reseñar que un giro a peor en los datos de consumo y empleo o, por el contrario, una mayor persistencia de los precios en los actuales niveles, podrían acabar de manera abrupta con esta complacencia. Y, repetimos, el mercado mira estos datos con lupa.

Por todo ello, máxima prudencia en el corto plazo, en tanto en cuanto no quede bien definida la senda de cómo será la normalización monetaria, para la que aún faltan meses. Caben pocas dudas de que en este terreno la renta fija en general, aún con volatilidad, parece un caballo ganador. En cuanto a las Bolsas, en el momento de escribir estas líneas se encuentran razonablemente sobrecompradas. No habría que descartar, pues, algún tipo de corrección a corto plazo. Su evolución futura dependerá de cómo evalúe el mercado cómo será la actividad económica en unos cuantos meses. Un guiño al futuro que no tiene por qué ser negativo, en absoluto.

Pedro del Pozo es director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía.

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, Twitter y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Archivado En