En colaboración conLa Ley

‘Jurado nº 2′: justicia y dilemas morales

La película narra como doce personas van a decidir sobre el futuro de un condenado sin pararse si quiera a valorar las pruebas

Zolnierek (Getty Images)

Jurado nº 2, la nueva película del incombustible Clint Eastwood, supone un regalo adelantado de navidad para todos aquellos a quienes nos gustan las películas de juicios o simplemente amamos el derecho y el cine. La película se une, con todo merecimiento, a todos esos estupendos filmes sobre juicios que jalonan la historia del cine tales como Testigo de cargo de Billy Wilder, Matar a un ruiseñor de Robert Mulligan, Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet, Anatomia de un asesinato de Otto Preminguer, o las más recientes como Algunos hombres buenos de Rob Reiner o El jurado de Gary Fleder, todas ellas de obligado visionado.

El propio Eastwood ya había abordado en su filmografía el género del thriller judicial, aunque más tangencialmente, en películas como Medianoche en el Jardin del bien y del mal o en Ejecución Inminente. En esta ocasión nos narra la historia de un padre de familia, Justin Kemp (interpretado magníficamente por Nicholas Hault) que ha superado problemas alcohólicos y rehecho su vida, y que es seleccionado para ejercer de jurado en un caso mediático de asesinato. El problema surge cuando se da cuenta de que conoce determinados hechos de ese caso que podrían determinar el veredicto, pero también harían peligrar su estabilidad personal y familiar. ¿Qué decidiríamos hacer cada uno de nosotros en una situación similar?, parece que nos interpela el nonagenario Eastwood.

Al dilema moral del protagonista, que supone el eje central de toda la película, se le suma una dura crítica a todos los estamentos que conforman la justicia en Estados Unidos. Empezando por el jurado, la película narra como doce personas van a decidir sobre el futuro de un condenado sin pararse si quiera a valorar las pruebas, y con urgencias porque cada uno tiene sus quehaceres diarios. La policía no se libra de las críticas, porque la investigación o instrucción del caso ha sido llevada con prisas y buscando solo verificar la culpabilidad del principal sospechoso, incurriendo en el denominado sesgo de confirmación.

El papel de la fiscal, una magnifica Toni Collete, es también puesto a prueba, ya que la misma está en plena campaña de reelección y lograr una sentencia condenatoria en este juicio haría que su carrera política continuase brillantemente. El continuo conflicto entre justicia y política también conlleva un dilema moral, en este caso para la fiscal del estado.

La sala del juicio se convierte en un protagonista más de Jurado nº2, al igual que la sala de deliberación del jurado, donde doce desconocidos, que el director aprovecha para escoger estereotipos representantes de la diversidad de la nación, tienen en sus manos la vida del enjuiciado, pero votan sobre el caso atendiendo más a sus intereses particulares que al interés publico porque se imparta justicia.

La película es impecable en su montaje, muy dinámico pese al ritmo clásico del filme, y en las interpretaciones tanto de los protagonistas como de los actores secundarios. La inserción de los flashbacks recordando la noche de los hechos va suministrando información al espectador que no para de pensar si puede existir una justicia imparcial o es una quimera inventada por nuestros sistemas democráticos.

En conclusión, Jurado nº 2 es una obra maestra con la que puede que nos despida uno de los más grandes directores de la historia del cine, pero que ahonda en conceptos tan importantes como la justicia, la moral, la dignidad y la verdad y como en una sociedad cada vez más individualista hemos de persistir en educar en valores que atiendan el bien común.


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