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Un búnker con todos los lujos, así imagina Netflix la vida de los ricos durante el fin del mundo

La plataforma lanza las primeras imágenes del plató donde se rodó ‘El refugio atómico’, la nueva serie de Álex Pina

La nueva serie para Netflix de Álex Pina, creador de La casa de papel, se sitúa en un escenario cada vez más temido por muchos, el fin del mundo. Un momento en el que, a tenor de lo que cuenta la ficción, sigue habiendo grandes diferencias de clases. Mientras la mayoría de la población desaparece de la superficie de la Tierra, los muy ricos disfrutan de lujos y comodidades en un búnker cuyas viviendas son más grandes que muchos pisos en venta o alquiler en diversas ciudades españolas en la actualidad.

A modo de promoción de la serie, de la que aún no se sabe fecha de estreno, la plataforma ha lanzado las primeras imágenes de parte de los decorados en los que se rodó. La compañía estadounidense, siguiendo su tónica habitual, no ha querido dar cifras de cuánto ha costado su construcción en el mismo plató de Vancouver Media en el que se rodaron Vis a Vis y La casa de papel, dos de las ficciones más destacadas de la productora de Pina.

En la ficción, el búnker de lujo se llama Kimera Underground Park, tiene 20.000 metros cuadrados y 45 refugios familiares con una o varias habitaciones. Los precios varían entre 48 y 70 millones de euros, dependiendo del modelo, como se explica en un vídeo promocional protagonizado por Miren Ibarguren, que interpreta a Minerva, la encargada de presentar las bondades del sitio a los posibles compradores.

En la realidad, en el plató se construyó una gran galería central de dos alturas a la que asoman algunas de las instalaciones del búnker, así como varios de los refugios, que durante el rodaje cambiaban de decoración para simular ser diferentes. Otra parte de la ficción se rodó en las instalaciones de Netflix en Madrid, que incluyen 10 platós con una superficie total de más de 22.000 metros cuadrados.

Entre las instalaciones que se crearon para el rodaje se encuentra un patio de entrada presidido por un gran árbol central y con un jardín zen. Del mismo modo, en el plató se recreó un gimnasio, una cancha de baloncesto, una clínica médica y una zona infantil. La joya de las zonas comunes es un amplio restaurante ambientado con la música del piano que se sitúa en un pequeño escenario.

En la decoración predominan el azul y el naranja, que además sirven para distinguir entre los propietarios, vestidos con monos del primer color, y los empleados, que usan el segundo. En el interior de los refugios, una pantalla permite a sus habitantes tener vistas a espacios naturales como el Gran Cañón o varias islas de Filipinas, para que así olviden que viven encerrados varios kilómetros por debajo de la superficie terrestre.

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