Más cansancio, más viejos y más bajas

Hay un hartazgo que empapa a cada vez más empleados, un hastío que desapega al trabajador de su empleo, que se suma al envejecimiento de las plantillas y al empeoramiento de la sanidad pública

Trabajadoras en A Coruña en abril de 2023.ÓSCAR CORRAL

España registra más bajas laborales que nunca. Es un fenómeno preocupante, tanto que hace un año provocó un hecho que (lamentablemente) cada vez es más extraño. Puso de acuerdo a los jefes de sindicatos y las patronales. En el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva UGT, CC OO, CEOE y Cepyme afirman lo siguiente: “Manifestamos nuestra preocupación por los indicadores de incapacidad temporal derivada de contingencias comunes”.

A cierre de 2023, según el Ministerio de Seguridad Social, las incapacidades temporales por contingencias comunes registraron una prevalencia media de 47,3 por cada 1.000 asalariados. Es el máximo al menos desde 2007, cuando empiezan los datos. Entonces era 32,4, cifra que cayó hasta un mínimo de 19,1 en 2012.

Doce meses después de que los representantes de los trabajadores y de los empresarios lanzasen esta advertencia, los indicadores no solo no se han corregido, sino que mes a mes arrojan peores escenarios.

El problema se recrudece porque las razones que lo impulsan evolucionan negativamente. Entre ellas está que la población trabajadora española envejece y las proyecciones demográficas auguran aún más arrugas, lo que anticipa más problemas de salud en las plantillas. Además, las listas de espera de la sanidad pública no paran de crecer, lo que cronifica e incluso empeora muchas dolencias.

Los poderes públicos deben adoptar medidas eficaces para solucionar ambos problemas. Y no solo por utilitarismo económico: un país tan viejo y que tarda cada vez más en sanar a sus habitantes está haciendo muchas cosas mal

Asimismo, los expertos señalan que la buena marcha del mercado laboral también ayuda a impulsar las bajas, ya que muchos empleados tienden a acudir a sus puestos enfermos cuando temen perder su trabajo. Este fenómeno se apreció con un desplome de los indicadores durante la Gran Recesión.

La cuarta razón que identifican algunos analistas (no hay consenso al respecto) es el creciente cambio en la conceptualización del trabajo. Hay un hartazgo que empapa a cada vez más empleados, un cansancio que desapega al trabajador de su empleo. Según una encuesta reciente del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER, el 52% asocia el trabajo con el sentimiento de agotamiento y el 41% lo relaciona con la ansiedad.

Esta es, quizá, la derivada más compleja. Ofrecer mejores condiciones laborales, cuyo asentamiento depende de la dificilísima evolución del tejido productivo, dibujaría un horizonte. Pero hay algo más. En países con salarios más generosos y jornadas más cortas que España también crece el número de trabajadores quemados. Es lo que el escritor Carl Newport define como “el gran agotamiento”, una sociedad en la que todo el mundo está cansado, quemado, con la sensación de que no le da la vida. Quebrar esa rueda sin que descarrile la actividad económica es el principal desafío.

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